Del Liberalismo al Imperialismo

 La Belle Époque de los Países Industriales -1848-1914. 

 Por Maximiliano Salomoni




Divulgación Histórica

Por Maximiliano Salomoni

29 | 03 | 2021


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         Ilustración: Niño congolés encerrado en una jaula por familia belga

Fuente: http://archivistebateko.canalblog.com/




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El Comienzo de la Belle Époque

1848-1875.


Un grupo muy reducido de países lograron entre 1848-1875 transformarse en economías industriales poderosas, en lo que fue la mayor expansión económica del siglo XIX.

Hacia 1830 comienza la crisis de la industria textil, el caballo de batalla de la revolución industrial. Ni el mercado interno de Inglaterra, país donde se origina, ni el mercado externo podían absorber tanta producción. El estancamiento empeoraba la ya paupérrima calidad de vida de las clases trabajadoras, lo que generaba movimientos de masas cada vez más organizadas. Además, los puestos de trabajos que creó la industrialización no eran suficientes para abarcar a toda la masa de pobres, los revolucionarios veían en esto el fin cercano de las condiciones de opresión, por esto entre 1830 y 1840 la crisis marcaría la historia.

Pero la burguesía industrial, la clase dominante de la época, encontraría las formas para destrabar el estancamiento económico. En este período se va a desarrollar lo que se denomina como la segunda gran colonización del mundo moderno, pero con características únicas. Tras la conquista y el saqueo sistematizado de América por parte de imperios como el español o el portugués, las nuevas economías capitalistas industriales irán tras África y Asía. América, la mayor parte de ella, quedará reservada para el usufructo del nuevo Imperio Americano, los Estados Unidos de Norteamérica. Es importante entender que el colonialismo de las potencias industriales no puede explicarse solamente desde lo económico. La ideología liberal de la clase burguesa fue el caldo de cultivo para ideas que irían creciendo cada vez más, como la de supremacía racial, por ejemplo- y que fueron el motor de esta segunda etapa de la revolución industrial, cuyo eje sería el desarrollo de la industria pesada.

   


Cuando el mundo se convirtió al capitalismo


El historiador  Eric Hobsbawm enumera cuatro factores claves para el éxito económico de las elites de este período:

i. El descubrimiento y desarrollo mundial del ferrocarril (y en relación a esto, las industrias del hierro y el acero, ya que el ferrocarril las combinabas a ambas) aportó a la posibilidad de transporte nunca antes visto.

ii. Consecuentemente el ferrocarril posibilitó la extensión geográfica de la economía industrial, los mercados capitalistas de las nuevas potencias industriales aumentaron, y con ella el flujo comercial. El capitalismo pudo llegar a los lugares anteriormente inimaginables:

iii. El descubrimiento de grandes cantidades de oro. Inglaterra, el mayor país capitalista, se favorece, fue su moneda, la libra esterlina, base para un sistema monetario estable, con paridad fija al oro, que haría posible un comercio internacional más ágil. Este país aumentó entre 6 y 7 veces sus reservas en oro acrecentando la cantidad de monedas acuñadas. Nuevos mercados se desarrollaron también a partir de los aluviones de buscadores de oro que al adentrarse en territorios vírgenes para el capitalismo -costas del Pacífico, Australia, fueron desarrollando allí mercados nuevos que irían creciendo con el tiempo.

iv. Por último, la liberación de la empresa privada. Bajo el liberalismo económico, toda “barrera institucional” para la “empresa libre” y su rentabilidad fue abolida: Así desaparecieron los oficios controlados por los gremios, por ejemplo. En minería, los gobierno pasaron a sólo a otorgar los permisos para la explotación de empresas mineras privadas. Se crearon los tratados de comercio internacional. Todo proteccionismo fue eliminado, salvo aranceles fiscales a excepción de E.E.U.U. que siguió siendo proteccionista durante mucho tiempo.

 


Derechos a trabajadores para descomprimir las revoluciones


En lo laboral, en todo el mundo capitalista, aunque a primera vista parezca contradictorio, se sumaron derechos a los obreros, incluso derecho a huelga. Y es que la existencia de enormes masas de campesinos dispuestos a reemplazar a los que protestasen, equilibraba a favor de los patrones. Así, la oferta amplia de trabajo en Europa y ultramar -grandes migraciones incluidas- y la disposición a elevar los salarios disminuyó el descontento de las clases trabajadoras de las décadas pasadas. El esplendor económico del período fue enorme, esto hizo que los aires revolucionarios se aplacaran: “La política entre en un estado de hibernación” (Hobsbawm, La era del capital, 1998, p. 43). En este sentido la historiadora Vera Zamagni, narra cómo en Alemania se establece un sistema de previsión social estatal para los trabajadores en 1880 y luego seguros de riesgo de accidentes de trabajo y demás beneficios.

 


Las nuevas industrias


El gran desarrollo de la industria pesada, dice Hobsbawm no debe confundirse con una nueva revolución tecnológica, no hubo innovación, la distinción está en la enorme escala que alcanzó en estos tiempos. Zamagni refiere que el desarrollo de la industria pesada en Alemania, comienza en 1840-50 y se amplificará en 1870. Hobsbawm ubica a Inglaterra como líder en la producción de hierro en 1850 seguido por Francia, Alemania y EEUU. Pero hacia 1870 EEUU la sobrepasa en producción y Alemania la iguala.

En cambio, las industrias químicas y eléctricas (telecomunicaciones) si fueron tecnologías revolucionarias típicas de estas décadas y fue la entrada de la ciencia en la industria: La telegrafía, las tinturas: la ciencia química- el acero, los explosivos, la fotografía. El gran despegue de Alemania, posibilitado por el ferrocarril y sus grandes acerías, para Zamagni, estuvo basado en la química llegando a ser en líderes en Europa (Bayer, Basf) y en la electricidad (Simens, AGB) que  compitieron con las estadunidenses (General Electric, Westinghouse).

 

Este período tuvo varias crisis al menos dos: 1857-60 y 1866-1868 con respectivas recuperaciones, pero el ciclo comercial, que alternaba crisis y expansión, tuvo su pico de crecimiento máximo entre 1871-1873 y confluyó en la más aguda crisis en 1873, el colapso de la bolsa, la era del capital da paso a la era del imperio.

Pero antes veamos las principales ideas liberales que tejía y sostenían el armazón intelectual de éste período.

 


Caminito liberal


Luego de Adam Smith, el economista Ricardo tomará la posta del liberalismo político y filosófico que expresará la ideología de la burguesía industrial. Ricardo recorrerá los sonidos de las hojas crujientes del camino del libre mercado  y le dará instrumentos ideológicos a la cosmovisión de un mundo mercantilizado. En su obra “Principios de Economía Política y Tributación (1817) desarrolla la teoría del valor trabajo, la teoría de la distribución del ingreso entre salario, ganancia y renta y la teoría de las ventajas comparativas en el comercio internacional. No analizaremos aquí sus postulados en detalle (aunque puede consultarse  un artículo en este blog sobre su obra).

Así, con sus ideas se completa una fase del pensamiento liberal llamada con posterioridad “Escuela Clásica”. Pero una nueva variante del liberalismo estaba por comenzar a replicarse: “los economistas neoclásicos”. Veamos los antagonismos entre ambos:

La Teoría del valor para Smith y Ricardo veía al trabajo humano como un atributo común en el capitalismo. Los autores centraron su enfoque en el  valor trabajo, caracterizándose como una escuela objetiva del valor. Así puede rastrearse un camino progresivo que comienza con Smith, quien entendía al trabajo como la medida para cuantificar el valor del bien producido. Creía que las mercaderías podían aumentar de valor en el mercado, pero el trabajo permanecería invariable. Luego Ricardo hace evolucionar esto último, agregando que el trabajo no es un valor invariable pero que la norma para el intercambio de mercaderías entonces es la cantidad de distintas clases de trabajo que se necesitan para producirlas. Para ellos el valor es el valor del producto social de la actividad colectiva conjunto de todos los miembros activos de la sociedad. Por eso debe configurarse un análisis desde una visión objetiva. Es decir reconocer la existencia de procesos económicos de una comunidad valorada como tal, en su conjunto: en el capitalismo, el cambio en el mercado y la producción se realizan en una realidad económica social. El intercambio de mercancías se realiza entre personas, necesita de la relación entre personas por eso el valor es una cuestión social. Lo que realmente intercambiamos es el trabajo de los diferentes productores. Y esto opera incluso bajo leyes económicas que estaban al margen de la voluntad de los hombres. Así, la teoría valor trabajo es objetiva.

En la producción, para la escuela clásica, es significativo tanto el intercambio como la producción. Opera aquí la teoría del valor-trabajo como teoría de la distribución y determinación de los precios. Pero la creación de la riqueza real es dada por la producción social como motor del capitalismo, en ésta óptica el intercambio es el resultado.

La escuela neoclásica en cambio surgirá a partir de la influencia de las ideas utilitarias de Jeremy Bentham. Los autores de esta corriente verán a las leyes económicas desde el punto de vista del individuo o sujeto.  El intercambio se basa en la utilidad o satisfacción personal  que den las mercaderías. Se rechaza la visión de lo colectivo como organismo autónomo. Los fenómenos económicos se explican entonces por las acciones de individuales de cada persona. Por esto no se toma en cuenta al individuo inmerso o en un contexto de pertenencia a una clase social. La economía será aquí considerada como una mera agregación de un conjunto de sujetos “atomizados”, basándose, sus relaciones, en las preferencias individuales de cada uno. 

El punto de vista subjetivo al estar recortado de las relaciones sociales conducen al  a-historicismo. Su axioma central, la utilidad subjetiva de los bienes lo dota de una universalidad contraria la perspectiva de una economía históricamente determinada. De este sustrato se nutre las definiciones de la economía como ciencia de o universal plasmadas en las definiciones como estas: “La economía es una ciencia social que estudia la forma de administrar los recursos disponibles para satisfacer las necesidades humanas”.  De la frase “los recursos disponibles”, es decir -los escasos- se interpreta una simple administración de los recursos con recetas igualmente aplicables a distintos países, culturas y épocas. Esta es la base de la que parten los neoclásicos, abstraído de las diferencias de las problemáticas de las relaciones sociales del devenir histórico.  

 


Los motores Marginalistas


En la corriente marginalista, dentro de los neoclásicos, investigan la economía pura y suprimen por eso el área de la política; la teoría de la productividad marginal sirve en lugar de la teoría del valor-trabajo. Por esto el método neoclásico aborda las cuestiones económicas desde el punto de vista del consumo y del cambio. Se focalizaron y desarrollaron la lógica matemática: estática-comparativa, ubicando sólo al intercambio como aspecto central. En este intercambio los individuos son considerados en tanto que consumidores de distintos bienes, el sujeto es un mero consumidor. Encontramos en Léon Walras (1834-1910) un exponente fundamental de toda esta cosmovisión:

“Todos nosotros, en cuanto existimos, hacemos diariamente una serie de actos especiales, de cambios, de ventas y compras. (…) todos recibimos de vuelta dinero. Con el dinero obtenido, compramos, a veces, pan, carne vino; a veces ropas; o materias primas y mano de obra, o casas, tierras, acciones y obligaciones de empresas diversas”.

Este consumidor puede ser un sujeto que es productor y consumidor (materias primas y mano de obra), o un sujeto que sólo consume: capitalista rentista (tenedor de acciones, vive de los dividendos que ofrece el capital: oligarquía financiera). Para determinar el  valor de los bienes los neoclásicos le dan preeminencia exclusiva a la utilidad. Ésta se funda en el principio de escasez. La riqueza social –cosas materiales e inmateriales que se compran y venden- consta, para Walraz, de tres características: Reportan una utilidad, existen en cantidad limitada y éstas son apropiables (el Principio de Propiedad); no son de libre disposición para todos. En resumen, aquí el valor de los bienes se basa en su utilidad (el placer que proporciona el consumo de un bien), pero no cualquier utilidad sino la utilidad que brinda la última unidad de ese bien que resulta consumida. Esto se afirma en el Principio de Escasez: todos los bienes de mercado son limitados en cantidad. Para Walraz, la riqueza social tendrá otra característica: la Ley de Propiedad: no son asequibles libremente. No dividirá en bienes raros y en aquellos reproducidos  industrialmente por el trabajo humano -como hacía Ricardo-sino que son escasos pero reproducibles industrialmente. El Principio Marginal les permite reconciliar hechos “cuantitativos” con un fenómeno subjetivo como lo es la utilidad, comparando la utilidad presente en consumos continuos de un bien o entre distintos bienes al consumirlos.

En su teoría de la Utilidad Marginal Decreciente, otro exponente de esta escuela, Williams Jevons, desarrolla el “Grado de Utilidad”: la utilidad del bien disminuye a medida que se consume en mayor cantidad. El valor, el precio, de un bien depende del grado final de utilidad (la utilidad marginal). Por último Carl Menger establece que la diferencia de valor es determinada por la predilección de utilidad que un individuo le da al consumo de diferentes bienes. El auge del pensamiento marginalista coincidirá con la “Belle Epoque”, que comenzará hacia 1875. Las décadas siguientes serán atravesadas por el fuego del Imperialismo colonial, el reparto del mundo en las manos de las potencias industriales. El tablero geopolítico barajará nuevamente con la Gran Guerra -1° Guerra Mundial- que marcará el fin de este período.

Antes de la guerra el capitalismo industrial liberal tendrá forma de corporación empresarial, la industria pesada, eléctrica, química concentrarán el capital y se entrecruzará con el capital monetario, los mercados financieros, la banca y los grandes prestamistas privados. En la libre competencia, las corporaciones y los estados industrializados necesitarán acaparar materias primas y colonizar nuevos mercados, el capitalismo fluirá por todos los ríos del mundo.

El Estado retornará como figura fuerte estelar nuevamente, la sangre del dinero colonial se conseguirá por medios políticos y militares mediante el Imperialismo en África y Asia. El saqueo de recursos naturales y humanos sustentará en Europa su “Bella Época civilizada”.



El Imperialismo 

1875-1914


El período 1875-1914 comienza con la depresión económica pero, en la opinión de Hobsbawm, el ciclo comercial no se estancó, sino que creció a un ritmo menor que antes. La producción agrícola fue el sector más deprimido de la economía. La población buscó dos formas para mejorar la situación: Emigraciones masivas: en 1880 Italia, España, Austria-Hungría, Rusia y Balcanes. Esto descomprimió la presión social hacia una revolución. Y por otro lado el cooperativismo: para la compra de insumos, comercialización y procesamiento, ej. Industria láctea en EEUU  y Nueva Zelanda.

 


El imperialismo económico


Hobsbawm analiza la visión del imperialismo en su propia época. Los “observadores ortodoxos” de ese entonces creyeron ver en el imperialismo colonial un aspecto más del modelo de desarrollo nacional e internacional, claramente distinto a la fase liberal de mediados de siglo el librecambio. En esta expansión nacional era difícil ver diferencias entre los elementos políticos y económicos, donde el estado tenía roles cada vez más activos dentro y fuera del país. En cambio “los observadores heterodoxos” -el marxismo- lo veía como una nueva fase del capitalismo.

Lo cierto es que la palabra imperialismo se incorporó a la política británica en 1870, hacia el 1890 se generalizó en los debates que se desarrollaron sobre la conquista colonial, incorporándose a la dimensión económica las políticas y militares. Así, emperadores e imperios eran viejas instituciones, pero el imperialismo era un fenómeno totalmente nuevo.

Hobsbawm describe tres opciones para salir de la crisis del cuarto final del siglo XIX que se barajaban en la época.

i. Sistema bimetalista. Se proponía desde algunos sectores esta opción, pero no se concretó. La deflación constante disminuía los beneficios de los industriales, se necesitaba, para enfrentar esto, que los mercados crecieran con rapidez suficiente, pero no sólo no ocurría sino que además aumentaba el número de competidores de países industriales y la tasa se volvía inestable complicando las transacciones. Entonces, algunos sectores del mercado postulaban salir de la paridad fija del oro e ir a un sistema bimetalista (oro y plata) pero no fue algo que la banca, las empresas y gobiernos quisieron.

 ii. El proteccionismo de gobiernos a productos nacionales para evitar competencia de bienes importados fue otra opción que sí se realizó. El proteccionismo al mercado de consumo, impulsó las industrias nacionales. Los estados eran economías rivales, los beneficios de unos amenazaban a los otros. Entre 1880-1914 el incremento global de la producción fue más elevado que durante los decenios del librecambio. Un caso especial es Alemania, Zamagni refiere a su sistema bancario: un banco central mucho más intervencionista que Inglaterra o Francia y la creación de “bancos mixtos” y bancos universales, para hacer frente a pequeñas crisis. Otras medidas del capitalismo a los problemas de la crisis fueron la concentración económica: fusiones o acuerdos para el control del mercado entre empresas que antes competían. Hacia 1900 implicó una tendencia al oligopolio y la racionalización empresarial: por la depresión se aplicaban técnicas sobre los trabajadores para lograr mayor rendimiento. Hubo una sustitución de la corporación a las familias fundadoras.

El intervencionismo no se aplicó tanto en Inglaterra, el único reducto liberal acérrimo que se resistió a esta medida. Su situación era distinta a otros países: no había casi campesinos, ya que, luego del desmembramiento del feudalismo -edictos de expropiación por medio y persecuciones varias- fueron desplazados a las ciudades y convertidos en masa obrera asalariada o desocupada. Inglaterra tenía otros planes, era entonces el mayor productor industrial, servicios de capital financieros, transporte y receptor de productos primarios del mundo y optó por la tercera opción, aunque no fue el único:

iii. El imperialismo, el sistema colonial imperialista generó inversiones más productivas y nuevos mercados. Hacia 1880 la agitación social masiva crecía pero hacia 1890, la "belle epoque" el progreso de los EEUU y Alemania gana terreno y superan a Inglaterra en exportaciones, quien declina un poco, salvo en América Latina. Ahora un grupo países potenciaban el crecimiento global; como productores y como mercado.

Se establecen dos núcleos: uno grande y otro pequeño de la industrialización: Inglaterra, EEUU, Francia, Bélgica, Suiza, y territorios Checos por un lado, y regiones en proceso de industrialización: Escandinavia, Países Bajos, Norte de Italia, Hungría, Rusia, Japón por otro como potencias más pequeñas. Pero todas formaban una masa impresionante de compradores de productos y servicios del mundo. Además esa situación se reforzó y amplificó debido a una nueva forma de replicación del capitalismo: la industria de la publicidad y venta de mercaderías en cuotas. Así, las características de la economía mundial en la era del imperio fueron:

i.              Ampliación de la base geográfica en países desarrollados o en vía de serlo: Rusia, Suecia, Países Bajos, EEUU, Japón. Se amplió además el mercado internacional de materias primas: Canadá y Argentina.

ii.            La economía ganó pluralidad, ya no era Inglaterra el único país con economía poderosa e industrializada. Había rivalidad entre los diferentes estados. El declive industrial de Inglaterra se sentía pero seguía liderando los sectores de servicios financieros, comerciales y transporte.

iii.           La primera revolución tecnológica fue reforzada por tecnologías nuevas: teléfono, fonógrafo, autos, aeroplanos, artículos científicos aplicados a la vida doméstica, aspirina, bicicleta, etc.  

iv.           Se transformó la estructura y funcionamiento de las empresa: concentración del capital, hubo empresas y grandes empresa. Se racionalizó la organización y la gestión de la empresa.

v.            Crecimiento de industrias productoras de bienes de consumo, debido al incremento de la población, urbanización, ingresos reales y el mercado de masas (comida, vestido). Productos nuevos para el mercado de masas: ej. cocina a gas. Medios de comunicación masiva.

vi.           Crecimiento del sector terciario de la economía público y privado. Aumento de puestos de trabajo en oficinas negocios y servicios.

vii.         Papel del sector público. Convergencia entre política y economía. El papel del gobierno fue cada vez más importante. A partir de 1885 el escepticismo sobre el libre mercado crecía a la par del Estado, aunque su peso real en la economía siguió siendo modesto, pese a la democratización de la política que originó reformas y bienestar social por los votos.

 


El reparto del mundo


Hobsbawm establece una clara clasificación del reparto del mundo en éste período. En América no hubo rivales para los restos del Imperio Español. De hecho América es la única zona del mundo que quedó al margen de este reparto. En 1914 América de hallaba igual que en 1875 o que en 1820: que era entonces un grupo de repúblicas soberanas (Salvo Canadá y las islas del Caribe y el litoral). EEEUU para estas fechas no era una amenaza, salvo para sus vecinos, pero en la medida en que su influencia a lo largo del siglo fue creciendo, las presiones políticas se realizaban sin una conquista formal. Los países americanos eran dependencias del mundo industrial, pero ni siquiera EEUU intentaron seriamente conquistarla formalmente y administrarla (salvo Puerto Rico y Cuba -con una independencia nominal).

El por qué es claro: no hubo para América una rivalidad seria por parte de las grandes potencias industriales que hiciera peligrar lo establecido como la Doctrina Monroe. Declarada ya en 1823, con tintes libertarios para con el continente en contra el colonialismo europeo: “América para los americanos” exclamaría el presidente James Monroe en su mensaje anual al Congreso. Pero con el tiempo, el sentido de esa doctrina se transformaría en el intervencionismo norteamericano sobre el continente, es decir, se convertiría en lo que se conoce popularmente como “su patio trasero”.

En el área del Océano Pacífico no quedó ningún estado independiente. Todo fue dividido entre británicos, franceses, alemanes, neerlandeses, norteamericanos y japoneses.

En cuanto a África, podría decirse que es el caso extremo de colonialismo imperialista, llegando a trazarse un nuevo mapa político del continente según los intereses de los imperios. Toda África fue a manos de los imperios británicos, francés, alemán, belga, portugués. Exceptuando Liberia, una parte de Marruecos y el antiguo reino de Etiopía, que resistió como país soberano al único intento de anexión en territorio africano que perpetró Italia.

En Asía los grandes imperios tradicionales como China siguieron en pie, aunque los occidentales lograron establecer allí “zonas de influencia”. Los imperios europeos anexionaron algunos territorios como por ejemplo Gran Bretaña con Birmania, su Imperio colonial en India y su zona de influencia en Tíbet. Rusia penetró más profundo en Asia Central. Países Bajos controlaron zonas alejadas de Indonesia. Francia conquistó Indochina.       Japón por su parte anexionó, a expensas de China, Corea y Taiwán, a expensas de Rusia. Dinamarca conservó Islandia y Groenlandia. Sólo Países Bajos no pudieron o no quisieron anexionarse territorios.

 


Argentina y otras dependencias de los mares del sur


Los países industriales o en vías de industrialización transformaron el resto del mundo en un complejo de territorios coloniales, semicoloniales o territorios dependientes, que progresivamente se convirtieron en productores especializados de uno o dos productos básicos para exportarlos al mercado mundial y de los cuales dependían por completo. Por ejemplo Brasil y Colombia; café, Chile; cobre, Argentina, Uruguay; carne, lanas.

En esta etapa, los territorios de población de elite blanca de los países no industrializados, prefirieron apoyar los planes de no industrializarse, como es el caso de nuestro país; eligieron ser captadas en esta especialización internacional. Si bien estos países alcanzaron gran prosperidad incluso para los niveles europeos, desarrollaron fuerzas políticas democráticas, tuvieron sistemas de bienestar y seguridad social incluso antes que en Europa, e incluso -para el europeo deseoso de emigrar en la época imperialista- Nueva Zelanda, Australia, Argentina, Uruguay eran mejor que ningún otro lado, pero eran países complemento de la economía industrial europea, sobre todo de Inglaterra. Los cierto es que a las oligarquías vernáculas no le convenía la vía de la industrialización. Les convenía a sus finanzas avocarse a la exportación de materias primas que complementaban la economía de los imperios. Industrializarse hubiera significado ser competencia de éstas.

Las oligarquías de terratenientes y comerciantes locales e importados y sus gobiernos, se beneficiaron del largo período de expansión de productos de exportación. Si bien la Primera Guerra Mundial perturbó algunos mercados, en general los productores independientes quedaron al margen de ella. Entonces el período de la era imperialista bajo este modelo y actores comenzó fines del siglo XIX, y se  prolongó hasta el crash de 1929. En el curso de este período existía cierta vulnerabilidad ya que su fortuna dependía del precio del su producto en el mercado internacional. Pero hasta la caída vertical de los precios de las materias primas durante el crash esta vulnerabilidad no parecía importante con la aparente expansión ilimitada de las exportaciones y los créditos.

 


La occidentalización de las elites dependientes


El nuevo desarrollo tecnológico de los países industrializados necesitaba de materias primas que se encontraban en lugares remotos.  Por ejemplo en motor de combustión interna, necesitaba de petróleo y caucho. Petróleo de EEUU y Europa  (Rusia). El caucho era originario de Amazonas y Congo, y luego fue introducido en grandes plantaciones en Malasia. El estaño, provenía de Asia y América del sur. Metales no férricos que antes no se usaban pero que la nueva tecnología los requería; cobre por ejemplo, para la industria automovilística, provenía de Chile, Perú, Zaire y Zambia. Oro y diamantes, América del Sur. Las minas abrían el mundo al imperialismo, desarrollaban además el ferrocarril.

Por otro lado se posibilitaba un nuevo actor; el consumo de masas: Este consumo  a gran escala significó el desarrollo del mercado de productos alimenticios. Constaba de productos básico de la zona templada. Cereales y carnes producidas a bajo coste de EEUU, Sudamérica, Rusia y Australasia. Algunos nuevos productos coloniales transformaron el mercado conocido hasta entonces: azúcar, té, café, cacao y derivados inundaban ahora Europa y EEUU. Las frutas tropicales,  posibilitaron la aparición de “Repúblicas Bananeras” estos productos se intensificaron gracias a la rapidez del transporte.

El caso de Inglaterra y las elites dependientes resuena especialmente en nuestra historia argentina. Vemos que Gran Bretaña se posicionó como principal importador e inversor en zonas como Sudamérica. Con excepción de India, Egipto y Sudáfrica, la actividad económica británica se centraba en países que eran prácticamente independientes. Contando esto, consiguió la parcela más extensa y valiosa en las nuevas regiones colonizadas el mundo. Pero su objetivo no era la expansión, sino la defensa frente a otros, defendiendo los territorios que habían sido dominados por el comercio y el capital británico. Su supremacía económica siempre dependió de su relación especial con los mercados y fuentes de materias primas de ultramar. En los mercados de las economías en proceso de industrialización las industrias  británicas nunca fueron muy competitivas, salvo entre 1850-1870. Entonces era esencial para ellos mantener sus accesos privilegiados al mundo no europeo.

Esto tentaba a las elites del mundo Y aunque el proceso de occidentalización del mundo ya había comenzado antes, las elites del mundo dependiente tuvieron que occidentalizarse para no quedarse fuera. Las ideas que inspiraban a esas elites se remontaban la Revolución Francesa, el positivismo de Comte en Brasil, México y la temprana revolución turca. La conquista del mundo por parte de la minoría “desarrollada” transformó imágenes, ideas, aspiraciones, por la fuerza y por las instituciones. En los países dependientes apenas afectó a nadie salo a las elites indígenas. Cuando nos las creó directamente como el caso de África Subsahariana: en el imperialismo ligado a la misión cristiana, aparecieron nuevas elites con una educación occidentalizada.

 


Del Liberalismo Burgués al Estado de Ideología Imperialista


Entre 1880 y 1914, el poder económico y militar del núcleo de países capitalistas industriales se usó para conquistar, fragmentar y administrar los territorios y riquezas del mundo fuera de Europa y Norteamérica. Hobsbawm presenta dos argumentos anti-imperialista del imperialismo: El primer argumento de algunas voces se apoya en la exportación de capitales. Afirman que los inversores buscaban inversiones más seguras y sin competencia que las del mercado interno. Pero, en realidad, los hechos económicos muestran que sólo una mínima parte de exportaciones de capital venía de las colonias. La gran parte de éstas inversiones eran prestamos públicos a compañías de ferrocarriles y servicios públicos. Inversiones seguras, aunque de rendimiento moderado.

El otro argumento de más peso era la creencia de que la superproducción de la gran depresión se solucionaría por un impulso exportador. Y esto ocurrió efectivamente ya sea entrando a un mercado internacional e imponiendo relación de dependencia –como se verifica en nuestro país- o anexando directamente el territorio y obteniendo el monopolio total.

Así, el imperialismo fue la consecuencia de una nueva economía internacional basada en la competencia entre sí de los países industriales y de las presiones económicas del decenio 1880.

Hacia 1890 la nueva división del orbe tenía una dimensión económica, que no explica todo el imperialismo, porque los negocios y lo político-ideológico, patriótico y racial estuvieron asociados a él. El imperialismo se explicaba y desarrollaba, además de lo económico, en términos de factores estratégicos de los estados: competencia y prestigio.

En el prestigio, existía un significado simbólico y real. Cuando las potencias comenzaron a dividirse África y  Oceanía, cada una intentó que la otra no tuviera un pedazo demasiado grande. Una vez que se asoció gran potencia con flamear la bandera en tierras exóticas, adquirir colonias se convirtió en un símbolo de status, independientemente de su valor real incluso. Tal el caso de Alemania con posesiones de poco valor pero con la intensión de no ser menos que UK y Francia. O Italia y su intento fallido de anexionar Etiopía.

La competencia entre potencias para la repartición fue otro factor, y se verificó en África y Oceanía, que fueron las principales zonas donde se centró la competencia por nuevos territorios. En Asia se limitaron a conseguir zonas de influencia en China, Persia y el Imperio Otomano. Salvo Rusia que si anexionó territorios en Asía Central, pero no pudo en China. Y Japón que anexionó Corea y Taiwán. América quedó bajo la sentencia de la doctrina Monroe.

Para Hobsbawm es imposible separar la política y la economía de una sociedad capitalista. La gran diferencia entre 1860 y 1880 es que aquí encontramos un grupo de “economías nacionales” rivales, que se protegían unas de otras. El camino que comenzó con la economía liberal y que desarrolló a las primeras grandes corporaciones terminó alimentando el ego y redituando las arcas de los Estados que veían a sus economías crecer.

Pero además, la aparición de la política democrática tuvo una clara influencia en el desarrollo del imperialismo. Desde algunos sectores imperialistas promulgaban el “imperialismo social”, utilizar la ex-pansión imperial para amortiguar el descontento interno a través de mejoras económicas, etc. así a promulgarse en los países industrializados el “imperialismo social”, es decir, se utilizaba la expansión imperial para amortiguar el descontento interno de los trabajadores de esos países. Aunque no hay evidencias de que la conquista colonial influenciara en los salarios reales de la mayoría de los trabajadores de las metrópolis europeas. Funcionaba para cautivar a los votantes con la gloria del Imperio. Lo llevaban a identificarse con el estado y la nación imperial.

Es difícil saber hasta dónde la exaltación patriótica funcionaba, sobre todo en países donde tanto el liberalismo como la izquierda eran antiimperialistas o antiaristocráticos. Pero sí funcionaba en las clases medias; su identidad se cementaba en el patriotismo. Fue creciendo así el ideal de superioridad con el mundo remoto de los de piel oscura, esto beneficiaba el ideal imperialista. Si la burguesía antes glorificaba a la ciencia, a la técnica y  las manufacturas, en el Imperio glorificaban a la colonia. El sentimiento de superioridad unía a los hombres ricos, medios y pobres. Todos estaban por encima “evolutivamente” de los colonizados. Lejos de la época de la Ilustración  donde el exotismo, desde el siglo XVI, podía ser identificado con el ideal del salvaje noble cuyo comportamiento de carácter natural y admirable marcaba la corrupción de la sociedad civilizada, la novedad del siglo XIX fue que gradualmente los pueblos no europeos y sus sociedades se volvieron inferiores, indeseables, atrasados, débiles. Adecuados para la conquista o la conversión a los valores de la única civilización real llevada por comerciantes,  misioneros y militares.   


  

Bibliografía

-Hobsbawm, Eric, La era del capital, 1848-1875, Barcelona, Crítica, 1998. (cap. 2, “El gran boom”, pp. 41-59)

-Hobsbawm, Eric, La era del Imperio, 1875-1914, Barcelona, Crítica, 1998. (caps. 2 y 3, “La economía cambia de ritmo”; “La era del imperio”).

-Zamagni, Vera, Historia económica de la Europa contemporánea, Barcelona, Crítica, 2000. (“Alemania”, pp. 57-64).

 

Fotografía Portada

“Niño encerrado en una jaula” Obtenida el 24 de marzo de 2021 de: http://archivistebateko.canalblog.com/

 

  

 


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