Naturalismo Ancestral, Ecología y Niñez -Tercera Parte y Conclusión-

Perspectivas Pedagógicas de Oriente, Occidente y Argentina

Ensayo por Maximiliano Salomoni






Tercera Parte: La Argentina.

&

Conclusión



Pedagogía - Historia

Por Maximiliano Salomoni

29 | 08 | 2021



Licencia Creative Commons

Esta obra de divulgación de Maximiliano Salomoni está bajo una  Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.



Ilustración: "Conquista del desierto"

Autor: Juan Manuel Blanes (1830 - 1901) - Museo histórico nacional

Licencia: Dominio público



Agradecimiento especial al Maestro Walter Campi, titular de la Cátedra de Pedagogía de la U.N.Q. por su excelente propuesta pedagógica y dedicación.



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III. La Argentina

 

 

Con los cronistas españoles se da inicio a la “masiva formación discursiva” de construcción de Europa/Occidente y el otro, del europeo y el indio, desde la posición privilegiada del lugar de enunciación asociado al poder imperial. Ésta construcción tiene como supuesto básico el carácter universal de la experiencia europea. Bartolomé Clavero realiza un significativo aporte a esta discusión en su análisis de las concepciones del universalismo, y del individuo y sus derechos, en el liberalismo clásico y en el pensamiento constitucional. Es este un universalismo no-universal en la medida que niega todo derecho diferente al liberal, que está sustentado en la propiedad privada individual (Hiramatsu-García Cardoni, Universidad Nacional del Cuyo).

 

En Argentina, en el siglo XVIII y comienzos del XIX, inspirado en algunas ideas del modelo positivista liberal europeo, será el Estado, en manos de oligarquías conservadoras, quien tenga el rol de formar, mediante la educación, una conciencia ciudadana nueva en aquellos inmigrantes europeos que llegaron a la Argentina. Fue para los nuevos pobladores para lo que se creó la escuela pública y gratuita.   

En términos de proyecto de país, si los primeros fundadores de Argentina visualizaban una identidad nacional incluida en el ideal de la patria grande de la América del Sur -San Martín, Belgrano, Moreno, etc., en la segunda reformulación del destino patrio, los integrantes de la Generación del 80’ dirigían sus miradas a Europa y EEUU como modelos de ideal cultural. Sus plumas escribían sobre la construcción de vibrantes metrópolis burguesas símiles europeas. Pero sin embargo crearon algo bastante distinto a los países liberales que adoraban, crearon una versión propia, y muy conveniente para sus intereses, que poco se parecía al liberalismo burgués europeo o al liberalismo de otros países que emergían a la par de Argentina. Los latifundistas se convirtieron en terratenientes oligarcas semifeudales, con un modelo agroexportador, de materias primas, que frenó cualquier intento serio de industrialización, distribución de la tierra, o planificación a futuro que no tuviera que ver con éste modelo. Cosa que no ocurrió en otros países liberales en formación, el mismo EEUU por ejemplo. Aquí los ojos de los oligarcas centelleaban por la tierra infinita que los rodeaba hacia todos los puntos cardinales y sus posibilidades económicas: las élites argentinas, proyectaron entonces, extender las fronteras agropecuarias hacia el Chaco, hacia la Patagonia.

Según refiere Fernando Rocchi, historiador argentino, en su obra El Péndulo de la Riqueza, entre 1852 y 1880 la inserción de la Argentina en el mercado capitalista era débil. No poseía capitales ni población para exportar a gran escala, tampoco había un Estado central. El proceso histórico que comenzó a gestarse hacia 1852, Batalla de Caseros, y culminó hacia 1880, con la configuración de un gobierno central que dominaba a las provincias, hizo que la economía comenzara a experimentar una etapa de diversificación: de la sola producción lanar, a la exportación de cereales y carne congelada (Rocchi, 2010).

Las élites terratenientes potenciaron su asociación estratégica con las potencias industriales, Inglaterra sobretodo, con la exportación de alimentos y venta de materias primas. Argentina sería para El Reino Unido uno de sus territorios dependientes de ultramar (Hobsbawm, 1998). Territorios a lo que venderles a su vez, el exceso de productos manufacturados, cerrando así una alianza que marcaría el rol de la Argentina en el capitalismo internacional: ser el granero del mundo. ¿Por qué las élites invertirían en la industria local? ¿Qué necesidad tenían de soñar un país industrializado, si podían acrecentar su propiedad privada y patrimonio como país dependiente de Europa? Ninguna.

¿Qué posibilitó todo esto? La tierra, el único bien que la Argentina tenía en abundancia. La Pampa, las mejores tierras fértiles del mundo y un clima envidiable. Pero además de la región pampeana, había más tierra, sólo había que acondicionarla un poco: Campañas militar a Chaco y Patagonia: De la mano de Julio Roca y otros, a costa de la diezmación aborigen, la frontera agropecuaria fue extendiéndose lentamente durante las siguientes décadas. Para la exportación de materias primas, había que limpiar la “barbarie”, asesinar a todos aquellos que se cruzaran en el camino del progreso: pueblos originarios y gauchaje variopinto. Una vez aseguradas estas nuevas tierras, llegaron así inversiones e inmigrantes, los nuevos pobladores que la  Argentina necesitaba.

El trabajo necesario para el proceso productivo fue provisto por la acción conjunta de dos elementos. El crecimiento demográfico dado por las inmigraciones, y el capital, dado por las inversiones extranjeras (Rocchi, 2010).

En cuanto al primer elemento, hay algo singular que no ocurrió en el resto del mundo: se produjo primero el despeje de las tierras, a través del genocidio de las campañas militares al Chaco y a la Patagonia, luego se repartieron las tierras entre varias familias oligarcas -enormes cantidades de tierras, algo visto sólo en tiempos feudales de Europa-, a través de la venta directa del Estado a precios ridículos, y luego se ofrecieron oportunidades laborales a los nuevos inmigrantes: la mano de obra que necesitaban los terratenientes y que el Estado mismo salió a buscar, ya que el mismo gobierno fue a Europa a reclutar europeos para traerlos en los barcos.

Cabe señalar que, a diferencia del poblamiento de EEUU, en Argentina nunca triunfó el modelo de “farmers”: aquellos colonos granjeros que llegaban a Norteamérica y se asentaban en una parcela de tierra que hacían propia y usufrutuaban como granjeros. 

Salvo algunas experiencias de pequeñas colonias productoras de cereales que formaban un pequeño cinturón productor desde Entre Ríos a La Pampa, el campo argentino se basó en el modelo de concentración de la tierra en pocas manos: las de las ricas familias terratenientes. Éstos la arrendaban u ofrecían trabajo en sus tierras. Pero la propiedad de la tierra se concentraba y quedaba en manos de unas pocas familias oligarcas. 

La explotación siguió el modelo de estancia: o bien como estancieros invernadores, que se dedicaban sólo al engorde del animal, o bien se asociaban con chacareros que cultivaban cereales para forraje y formaban estancias mixtas –carne y cereales. Los chacareros les arrendaban la tierra al oligarca y generalmente les cultivaba algunas parcelas, pero no eran dueños de la tierra, eran capitalistas en ascenso y daban, a su vez, trabajo estacional a los peones. Los estancieros terratenientes tenían entonces doble ganancia: el alquiler de la tierra y los pagos en forrajes. De todas maneras ellos eran los dueños de enormes cantidades de la tierra, algunas familias eran dueñas de media provincia. Por otro lado también estaban los estancieros criadores, compartían el tope de la escala social con los invernadores, aunque generalmente éstos eran más ricos aún, ya que sus campos no precisaban calidad de suelo.

El segundo elemento necesario para llevar a cavo los planes de las oligarquías nacionales, era la inversión extranjera: el capital. Para ello había que ofrecerles seguridad jurídica. Rocchi explica como la redacción de Constitución de 1853, fue motivada por la necesidad de brindar a los capitales extranjeros un marco de seguridad jurídica:


“El arreglo del problema de la vieja deuda (generada por Rivadavia) era parte de la construcción de una atmósfera favorable para la llegada de nuevos capitales que requería de un marco legal y jurídico más amplio. La Constitución de 1853 fue la base para lograrlo, establecía sagrada la propiedad privada y prohibía la confiscación” (Rocchi, 2010, p.24).

 

Además el mismo Estado, a través del Banco Hipotecario, ofrecía garantías de rentabilidad: ej. Emisión de bonos del gobierno con intereses mayores a los que pagaba un banco europeo.

Por otro lado fue el mismo estado quien concedía préstamos a las familias oligarcas del país para llevara a cavo sus inversiones privadas. Con el Banco Provincia de Buenos Aires, que durante la década de 1880 tenía una administración bancaria liberal, generaba créditos bajo la concesión del Partido Autonomista Nacional (Rocchi, 2010, p.38). Aclaremos que los créditos se otorgaban sólo a las familias oligarcas del sector ganadero y comercial pues los chacareros y pequeños comerciantes no podían acceder a la banca estatal, que debían tener como garantías tierras, como no las tenían debían recurrir a préstamos usureros de algunas tiendas comerciales.

Así, en resumen, la oligarquía nacional: convirtiendo primero en propiedad privada a la tierra, despojando a los “salvajes inferiores” y repartiéndose los títulos de propiedad en unas pocas familias terratenientes, atrayendo capitales extranjeros con garantía del Estado, subsidiando sus inversiones privadas con la ayuda de préstamos estatales y usando los mecanismos del Estado para traer europeos -como trabajadores, no como propietarios de parcelas- a poblar la Argentina soñada, así, el proyecto económico agroexportador anduvo sobre ruedas, para los terratenientes.  

 


La ideología: el naturalismo positivista


El proyecto político de la Generación del 80, estaba enmarcado en una ideología positivista eurocéntrica conservadora y, cuando convenía a sus intereses, liberal, es decir, liberal a la manera Argentina. Este proyecto no contemplaba con buenos ojos absolutamente nada de las culturas originarias. Apenas los consideraba humanos, y su exterminio era esencial para dar paso al nuevo orden nacional.

Claro que también podían ser secuestrados y estudiados antropológicamente, como efectivamente ocurrió en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata bajo directrices de su fundador, el naturalista patricio Francisco Pascasio Moreno, más conocido como “Perito Moreno”. El objetivo, estudiarlos para sacar algún rédito científico que enfatice las teorías de que eran bestias representantes de un estadio  evolutivo inferior. Si Julio Argentino Roca fue el brazo militar y político junto a Sarmiento, Moreno fue uno de los integrantes del brazo científico de la Generación del 80, bajo una ideología absolutamente racista.  

El naturalismo positivista está basado en el darwinismo social, es decir, la versión que a ésta gente le convenía entender de la Teoría de la Evolución por selección natural de Charles Darwin. Los desarrollos teóricos del naturalista fueron usados por las élites para crear bases ideológicas racistas que sustentaran la supremacía de las poblaciones europeas sobre otras culturas. Estas ideas, muy en boga durante el siglo XIX y principios mediados del  XX, tienen vigencia hoy en día en muchos grupos de extrema derecha en todo el mundo. Se apropiaron del concepto de evolución, generando una versión progresiva y lineal de las especies animales, de lo más simple a lo más complejo. En el hombre, lo simple se asimila a los pueblos ancestrales y se los denota como primitivos, salvajes. En cambio, lo complejo, es la raza blanca europea y su desarrollo cultural más alto: la civilización basada en el liberalismo burgués decimonónico. La tergiversación lineal de la evolución evita explicar lo que realmente expone esa teoría que es la diversidad de la vida fruto de la adaptación de rasgos fenotípicos de forma azarosa al entorno, que luego se confirmaría con los avances de la genética durante el siglo XX. Es el caos, el motor de la historia natural, y su producto es la diversidad, no el orden lineal y progresivo hacia un punto.

Pero justamente el concepto de orden es la base del progreso positivista, intelectualizado por Augusto Comte, pensador favorito de Roca, quien en sus dos presidencias uso el lema "Paz y administración", que sintetiza el pensamiento liberal y conservador.

Entonces, volvamos al proyecto económico del modelo agroexportador oligarca, que usaba como combustible la sangre de los indígenas para avanzar, mientras se recibía inmigrantes europeos y capitales extranjeros. Como vimos no fue la presión de demanda de tierra, por parte de futuros y eventuales pobladores, lo que ocasionó la expansión –como suele ocurrir- sino que se realizó la expansión primero -de la mano del asesinato-. Es decir, se convirtieron mediante la conquista en tierras aptas para comercio, y luego se ofrecieron a los oferta de compradores.

Y no fue sólo a costa de la muerte aborigen el progreso del proyecto agroexportador, sino a costa del ecocidio de los ambientes naturales del territorio argentino. Proceso que nunca culminó y que sigue hasta nuestros días. El ecocidio de los ambientes nativos, comenzaba a verificarse por la transformación producto de la ganadería, la agricultura y otras ramas de explotación de materias primas. Pues para estos positivistas su desprecio hacia lo natural no sólo comprendía a los aborígenes y su cultura, sino al espacio ecológico en sí, la pampa, la estepa, era calificada de desierto. Un desierto simbólico además: 


El desierto aparece como la figura de oposición entre el binomio “civilización y barbarie”; a las ciudades de provincia Sarmiento las describe como “islotes flotando en el mar de la pampa”, y a la campaña pastora sede la identifica como barbarie. En las ciudades se concentraban las escuelas, las iglesias o cultos, las tiendas, los talleres, los juzgados; la campaña era el espacio vacío identificado con el infinito, la soledad, el riesgo. Esa forma de vida la identificaba con “lo americano casi indígena (Del Brutto, 2019).

  


 

La educación estatal


La creación de un sistema educativo nacional surgió como necesidad de homogeneizar las conciencias de la diversidad de inmigrantes en una sola idea de nación, la Argentina del orden y el progreso. De esta forma, a través de la educación estatal, entre 1880 y 1920, se replicó y dio continuidad a la concepción basada en la oposición hombre-naturaleza, copiada del las ideas europeas, que signarían al resto del siglo XX argentino.

Domingo Faustino Sarmiento escribe una carta a Mary Mann, una educadora de EEUU que conoció en uno de sus viajes a ese país. El motivo de la carta era proponerle a Mary traer a Argentina maestras estadounidenses, esto escribía Sarmiento: “Imagínese lo que sería un centro luminoso en el interior, una colonia norteamericana, en San Juan, produciendo plata, cereales y educando al pueblo” (Zeiger, 2021). Y es que, Europa y Estados Unidos,  deslumbraban al “gran educador” argentino. En uno de sus libros dedicados a la pedagogía llamado Argirópolis: los Estados Unidos del Río de La Plata, escribe cómo el modelo de EEUU debía implantarse, exactamente, aquí: “trasplantar ese proyecto íntegro al Plata para garantizar nuestra articulación al mundo moderno” (Sarmiento, 2007, p.10).

Entonces, en medio de todo este marco de ideología conservadora y economía liberal a la manera de élite criolla, surge el sistema escolar argentino. En la presidencia de Julio Argentino Roca, se promulgó la Ley 1420 de educación común, gratuita y obligatoria, esto fue en 1884. La educación como brazo estatal para la construcción de un orden liberal y conservador de las oligarquías hegemónicas.

La educación eurocentrista fomentó el sentimiento de desprecio hacia lo autóctono en dos planos: tanto hacia las poblaciones humanas como hacia el ambiente natural.

En primer lugar, el acto mismo del genocidio hacia los pueblos originarios y gauchos, no sólo resulta el asesinato, la persecución, el desplazamiento forzado hacia las zonas más periféricas que los condenaría a la pobreza, sino además, la estigmatización constante y afianzada durante todo el siglo XX de su cultura, de sus cosmovisiones, de su historia: ser la otredad salvaje, bárbara, “pobre”.

En segundo lugar, la educación eurocentrista produjo una cosmovisión de desprecio total hacia la ecología autóctona. Así, en el campo, improvisadas políticas ecocidas, pensadas siempre en función de las ganancias económicas a pequeño plazo, destruyeron el entorno natural en pos de la actividad comercial de este sector: deforestación de especies autóctonas y ecodidio de ecoregiones enteras: por ejemplo, el espinal bonaerense, casi completamente destruido en la Provincia de Buenos Aires por la ganadería y agricultura a gran escala, o la diezmación de la selva y el bosque chaqueño por la extensión de la frontera agropecuaria o por la diezmación del quebracho para uso en la construcción, o como durmientes en las vías del tren, como postes o como extracción de taninos. Y estos son sólo algunos de los muchos ejemplos de ecocidios en el territorio argentino.

En las ciudades, la sustitución del paisaje natural por diseños de paisajismo de estilo europeo, acordes a la arquitectura francesa, italiana o española fue la constante. Con este fin se llevó a cavo la introducción de especies botánicas exóticas para recrear jardines y arbolados públicos. Muchas de esas especies exóticas se escaparon de cultivo y terminaron invadiendo y suplantando a las especies nativas en las afueras de las ciudades, como por ejemplo paraíso, arce negundo, acacia tricantos, etc. También muchas especies animales fueron introducidas causando verdaderos destrozos, la más conocida por todos y todas: los gorriones por ejemplo. Pero todo esto respondía, no a un inocente gusto estético, sino a una mentalidad eurocentrista de diferenciación con lo nativo, enmarcada en la oposición civilización o barbarie, hombre-naturaleza. La estética paisajista europea era la nueva identidad nacional que incluía hasta los árboles que se plantarían frente a las casas con fachadas y jardines de estilo europeo. 

Entonces, en el plano educativo ¿Qué se enseñaba a los niños? Se los adoctrinaba en el modelo positivista europeo comentado en el apartado anterior, se le enseñaba a ser ciudadanos obedientes y funcionales al sistema, a la manera en que Durkheim entendía la educación. Se les enseñaba a desconectarse, mediante la inoculación de desprecio, de cualquier valoración positiva hacia lo indígena o hacia el entorno natural. El sistema educativo debía formar la mente del nuevo argentino, la escuela alfabetizaba y preparaba para la inserción en el sistema capitalista, racista y segregador. Tomemos como un simple ejemplo concreto el siguiente documento oficial actual dónde se muestra cuál era el objetivo de la enseñanza artística en aquellos tiempos:


Se corresponde con el paradigma constitucional de fines del siglo XIX el proyecto plasmado en la ley 1420. En el mismo, la Educación Artística se encontraba presente, integrando la instrucción obligatoria con nociones de dibujo y música vocal. Desde esta concepción devienen las marchas y actos patrióticos en la escuela, dando respuesta a la necesidad de consolidación del estado nacional y el espacio público de esa etapa. Sin embargo, el Arte y la Cultura eran considerados naturalmente propios de un sector social restringido o de élite” (Modalidad Educación Artística, 2010, pag. 23)

                                   

 

El rescate de la minoridad. La Escuela Nueva


Si el dúo conservadurismo-liberalismo criollo impidió la valorización positiva de la naturaleza y de los pueblos originarios y su cosmovisión, la revalorización de la niñez corrió otra suerte -al igual que según vimos en la segunda parte de este ensayo ocurrió en Europa-. Si bien el niño como sujeto de derecho fue sometido a una educación promocionada con un fin ideológico concreto:  adoctrinamiento en pos de una inserción en el mercado y en los valores que la educación tradicional ostentaba, y aunque ésta haya sido severa, a pesar de todo esto, lo cierto es que las niñas y -sobre todo- los niños fueron revalorizados por la familia burguesa. Es decir, la infancia como tal, distinta del adulto. Veamos que pasó después de la primera guerra mundial en Argentina con la educación y con la infancia.     

En el libro Escuela Democracia y Orden 1916-1943, de Sandra Carli, dirigido por Adriana Puiggrós, se postula que en la primer mitad el siglo XX, tanto la Primera Guerra Mundial -a través de los hijos de inmigrantes que llegaban a Argentina-, como la Crisis del 29’, serán generadores de una nueva mirada hacia la niñez, una mirada proteccionista. Las crisis expresadas en hambre y pobrezas fueron sostenidas con políticas progresistas en relación a la niñez. Pero esta nueva mirada fue interrumpida hacia 1930, cuando el conservadurismo toma el poder nuevamente -ahora en formato de dictadura militar-. Las políticas educativas hacia la infancia se tornan ásperas y autoritarias nuevamente.

Pero de todas formas, dos miradas emergentes hacia la infancia se van constituyendo en la sociedad sin vuelta atrás: “el discurso de la minoridad, que se instala más específicamente en el campo jurídico social, y el discurso de la educación nueva, que se instala en el campo pedagógico” (Carli, 1991, p. 101).

Del primer discurso, el jurídico, emerge el sentido de proteger a la niñez marginada del sistema, y en el segundo, el pedagógico, surge un nuevo sentido de “alumno, alumna” para niños y niñas que se incorporaban al sistema escolar. Estos discursos van generando un camino propio y ganando autonomía.

En el campo pedagógico específicamente será la Escuela Nueva la encargada de renovar los aires. Pero es conveniente definir brevemente a que principios respondían estas ideas reformadoras.

En la intervención del autor Marcelo Caruso (2002) en el libro La Escuela como Máquina de educar, define a la Escuela Nueva como “un movimiento de multivocidad” plasmado en una variedad de principios curriculares que evolucionan entre fines de siglo XIX y mediados del siglo XX en Europa y EEUU. Y que se posicionan, en mayor o en menor medida, como un reformismo pedagógico frente al positivismo estatizante de la enseñanza tradicional. Incorpora elementos de la practica y de la espiritualidad o moral, basado en el naturalismo pedagógico de Rousseau, que no estaban presentes en las currículas tradicionales, e incorpora las nuevas teorías pedagógicas sobre la infancia, basadas también en el puerocentrismo: la valoración de los niños y niñas como sujetos activos. Así, la pedagogía activa, planteaba una variedad de recursos y elementos educacionales nuevos como, la diversificación del currículum con actividades manuales, artesanales, recreativas, con orientaciones de libre elección, buscando especializaciones, en el sentido de potenciar el interés particular de cada alumno, alumna, pero conservando la noción de cultura general. Combinación del trabajo individual con el colectivo en el marco de las nuevas formas de vida que asomaban al siglo XX.

En Argentina, desde el Estado, bajo las presidencias de Yrigoyen, se suman diversos proyectos a las políticas de protección de la infancia, como la creación de diversas instituciones de asistencia y leyes contra el trabajo infantil. Sumado a los aportes del socialismo, el Estado avanza en el intento de introducir cierto cooperativismo en el ámbito escolar, por ejemplo, la alimentación dentro de la escuela y los talleres:


A la asistencia alimentaria se le sumaba el mutualismo escolar también entendido como espacio de reconocimiento de valor económico infantil. El trabajo de los niños en talleres y actividades agrícolas adquiría un sentido formativo pero también productivo: era importante lo que se producía en los talleres (…) Salud-trabajo-democracia es la ecuación que manejaban (Carli, 1991, p.121)

 

Existió aquí  un claro intento de conectar infancia con la naturaleza a través de experiencias educacionales como los talleres agrícolas o las colonias dónde la niñez tenía contacto con la naturaleza, a la vez que aprendían labores con rédito económico, y lo que era más importante: la intensión era generar sentimientos de comunitarismo desde una actitud activa: “La moral adquiría entonces sentidos estetizantes, y en el contacto con la naturaleza, se creía hallar la forma de ordenar las diferencias culturales y sociales propias de las distintas trayectorias infantiles” (Carli, 1991, p. 123).

Pero el escolonovismo renovador de la educación tradicional argentina, no pudo insertarse ordenadamente debido a las discontinuidades de políticas del Estado a lo largo del siglo XX. Las experiencias innovadoras de los gobiernos democráticos se vieron interrumpidas, una y otra vez, por militares conservadores y sus oligarquías patrocinadoras. Así, las mejoras introducidas generaban cambios, pero la matriz conservadora-liberal seguía siendo el “orden”: “Esa situación es necesario enmarcarla en el modelo de crecimiento económico elegido que no logró alterar significativamente la matriz oligárquica-liberal” (Carli, 1991, p. 154).

En el resto del mundo, la multivocidad de experiencias de la Escuela Nueva atravesaba distintos marcos ideológicos y experiencias culturales, desde Francia a Rusia, desde Suiza a México.

Leon Tolstoi considerado el primer fundador del modelo Escolonovista, ya en 1859 hablaba de crear institutos basados en la autoregulación infantil como principio educativo. Estigmatizado como anarquismo educativo por opositores, retoma el mandato natural rousseauniano y motoriza varias escuelas que comenzaron a proliferar hacia fines del siglo XIX.

La primera que se suele citar es la fundada en 1889 por Cecil Reddie. Era un internado de élite donde utilizaba el turno tarde para actividades renovadoras que incluían el trabajo manual, la agricultura y actividades recreativas y sociales como el periodismo escolar. Luego Gransci resaltará el concepto de escuela unitaria, un sistema escolar ampliado y unificado, donde se enlaza el trabajo y la teoría, con enseñanza activa y de superación de la enseñanza verbal. Sacándola del concepto de escuela de élite.

En Alemania, Hermann Lietz (1869-1919) dará un sentido reformista a la educación, retomando las “pedagogías comunitaristas”. Apelando al comunitarismo de la vida campesina del pasado buscando una organicidad perdida en la vida urbana.

En Italia, el método Montessori, desarrollado por María Montessori, perfilaba ideas nuevas para lo que sería luego los jardines de infantes, donde el rol del docente se limitaba a ser “director de las experiencias de aprendizaje” que los mismos niños y niñas debían realizar. Rediseñaba algunas especificidades sobre cómo debía ser los espacios educativos, simplificados, que contrastaban con la vida fuera del jardín: por ejemplo los muebles del jardín debían ser pequeños, adaptados al tamaño de los y las infantes. Desarrolló, además, toda una serie de materiales vinculados a la experiencia sensorial. Todo en función de una nueva revalorización de la infancia en función de la liberación de su creatividad y su verdadera espiritualidad.

En EEUU, el mismo liberalismo adaptó sus principios a distintas pedagogías escolonovistas como las pragmáticas. Éstas giraban, y giran, en torno al concepto de “interés” y la formación de dirigentes emprendedores. Estas ideas las desarrolló John Dewey, filósofo pragmático estadounidense, y llegaron a ser absorbidas por el sistema de enseñanza de ese país desde múltiples aspectos pedagógicos innovadores. Así, las tareas pragmáticas, la actividad del alumno, articulaban el interés como gran operador curricular, su determinación es la idea del hombre libre, activo, emprendedor. Por citar un ejemplo: la elección de las materias según criterios propios del alumno durante los años que dura la escuela, es una característica de la educación estadounidense, ésta es un elemento aportado por el pragmatismo de Dewey. EEUU, en el siglo XX, encontró para la Escuela Nueva un lugar fundamental en la pedagogía de ese país, el liberalismo estadounidense supo llevarlo y aprovecharlo para sus propias arenas ideológicas.  

Pero en Argentina, fue el conservadurismo, durante el siglo XX, el que boicoteó una y otra vez cualquier intento de vanguardia pedagógica. Así y todo cuando sus incursiones de facto dejaban respirar a la democracia, la Escuela Nueva avanzaba. Pero esto ocurrió de forma fragmentada y dividida: Una parte de estas propuestas se mezclaron con el discurso curricular oficial, mientras que otra parte permanecía en la vereda crítica, donde cohabitarán militancias políticas y pedagógicas. Luego de los años 30’, para Carli, el Peronismo:


“hereda esta visión oficial de la Educación Nueva que en la década del 30 se llena de enunciados religiosos, moralizadores y autoritarios, despolitizando la cuestión pedagógica infantil. Paralelamente los docentes que abonaron una reescritura nacional y democrática de la Educación Nueva fueron en muchos casos exonerados durante el período peronista” (Carli, 1991, p. 154).


Lo cierto es que, entre idas y vueltas, durante el siglo XX la pedagogía escolar incorporó finalmente el puerocentrismo, este naturalismo pedagógico de Rousseau, que potenció la identidad como sujeto activos de derecho a las poblaciones infantes. Esto ocurrió de forma muy desordenada e interrumpida por conservadurismos de factos que ocasionaron falta de políticas de estado continuas y planificadas a lo largo plazo durante el siglo XX.  

De todas formas, llegamos al siglo XXI con una mirada de reivindicación hacia la infancia. Y en cuanto a lo educativo pedagógico las apuestas son, incluso las liberales, de apertura y solides con respecto a esta nueva valoración sobre los infantes como nuevo emergente.

No así las políticas estatales de gobiernos de derecha liberal, que, contrario a lo que ocurría en el siglo XIX y principios del XX, desarrollaron una política ideológica contra la educación pública, recortando financiamiento y recursos a la educación estatal por  considerarla un gasto social. Esto tiene que ver con la llegada en los años 80’ y 90’ de las escuelas privadas. Entonces, bajo ésta oferta educativa arancelada, los discursos liberales giraron hacia la preeminencia a la mercantilización de la educación en desmedro de la soberanía educativa. La educación pública ya no interesaba al liberalismo ni al conservadurismo. El Estado dejó de ser una maquinaria educativa grandielocuente para la generación de un nacionalismo propulsado por élites, para ser una simple administración, lo más reducido posible, que no entorpezca el "mercado libre” de la oferta educativa arancelada, aunque los colegios, aun los más caros, los de élite, sean subvencionados por el Estado.   

En cuanto al naturalismo como ecología en el plano pedagógico, en lo que a potenciar una mentalidad holística se refiere, entre los humanos y el medio ambiente natural -incorporación de sabidurías y cosmovisiones ancestrales- el rol del Estado, desde el sistema de educación pública en el siglo XX, deja sabor a nada, pues salvo experiencias educativas muy puntuales y regionales, a nivel sistema pedagógico estatal, las propuestas curriculares no giraron hacia una valorización del medio ambiente, ni hacia la visión holística de las culturas ancestrales. Ni siquiera hacia una revalorización categórica de los Pueblos Originarios mismos, salvo algunas currículas específicas vinculadas a asignaturas como historia dónde la corriente revisionista logró modificar algo del discurso y la mirada de la educación tradicional sobre este aspecto. 



 Conclusión

 


Se  constata en hechos históricos, que siguen teniendo implicancia en el presente, como la ideología de las élites argentinas, al menos desde 1880, propagaron sistemáticamente a través de la educación estatal, una configuraron cultural a la medida de su ideología. Encontramos:

Por un lado, elementos de la ideología liberal europea, que rastreamos en el capítulo dos de este ensayo: la propiedad privada, introducida como elemento cultural novedoso en el continente con la llegada de las invasiones españolas, a través de la encomienda y luego el latifundio, la relación con la tierra cambia. Esto se sostiene luego de la Independencia de Argentina, y durante el siglo XIX ocurrirán campañas militares específicas para la expulsión de pueblos originarios con el objetivo de extender la frontera agropecuaria. Versionado, acorde a los intereses de la oligarquía, ideas de liberalismo europeo, el conservadurismo criollo se inserta en el mundo capitalista occidental como país dependiente de potencias industriales extranjeras. Su lugar era ser productor de materias primas y comprador de productos europeos manufacturados. Fueron las élites, justamente terratenientes, que bajo el modelo de estancias, se repartieron y acapararon de forma concentrada la tierra. Esta configuración permanece al día de hoy. La utilización de la inmigración como recurso humano sirvió, no para seguir un modelo de farmers como EEUU, sino para propulsar el modelo agroexportador concentrado de la Argentina, tanto para mano de obra en el campo como en las ciudades. La educación fue promocionada abiertamente para la educación de las nuevas masas en la ideología de las élites.

Otro elemento que encontramos en la ideología liberal es el positivismo científico gestado en el continente europeo del siglo XVIII con raíces en el Modernismo burgués que comenzó en el siglo XVI. Los valores burgueses incluían elementos fuertemente racistas apelando a teorías, o adaptaciones a conveniencia de teorías científicas, como el darwinismo social y creencias idealistas sobre el progreso y el futuro. Como vimos las oligarquías nacionales tomaron todos estos elementos para crear su propia versión. La otredad aquí, en el período 1880-1915 fue la barbarie, adjudicada a lo nativo: tanto a los pueblos originarios sobre los que se lanzó una feroz cacería genocida, como sobre la naturaleza, a la que se buscó, por un lado, suplantar con elementos exóticos europeos, paisajismo en centros urbanos, por otro lado, en “el campo”, se explotó de forma no planificada ni sustentable, sin valoración alguna a los ecosistemas nativos, generando ecocidios que subsisten actualmente producto de la actividad agropecuaria y otras ramas extractivistas.   

Todo esto reforzó la cosmovisión de oposición entre hombre-naturaleza que tiene su raíz en Europa y su versión, entonces, criolla en términos –“civilización o barbarie” por parte de la combinación ideológica conservadurismo-liberalismo. Esta ideología se propagó fuera de las élites, a las clases medias e incluso pobres de Argentina, a través de la educación estatal, que desde 1884 fue el brazo fuerte de la ideología conservadora y liberal, los valores inculcados de desprecio hacia o nativo en y por éstas ideologías se mantendrá durante todo el siglo XX.

Se asimila, además, la revalorización del niño en el ceno del modelo de familia burguesa, formada antes del Iluminismo europeo y potenciada luego por la burguesía. Pero no se toma como modelo la pedagogía rousseauniana, sino la pedagogía severa y disciplinaria del positivismo para la cual era importante la futura inserción del niño en la maquinaria social capitalista. Esa fue la intención, por un lado, de la educación nacional en Argentina, consolidar valores homogéneos en los nuevos componentes poblacionales que la inmigración europea aportó. Por otro lado reforzar el binomio “civilización-barbarie” entre todas las capas “civilizadas” de la sociedad, que no incluía a ninguna voz disidente.   

Se constata que con las primeras democracias del XX se generan distintas experiencias pedagógicas vinculadas a la Escuela Nueva que llegan a la Argentina; las pedagogías experimentales con metodologías activas que retomaban el naturalismo pedagógico -o puericentrismo rousseauniano-. Éstas se desarrollaron con el correr del siglo en todo el mundo pero que no llegan a enraizar con fuerza en el sistema escolar argentino que estaba aún bajo la impronta del mandato pedagógico oficial. Logran sin embargo que el sistema escolar oficial incorpore algunos preceptos escolonovista vinculados a la nueva valoración de la niñez: los niños y niñas no sólo como sujetos de derechos, sino como sujetos activos.

Sin embargo vemos que el Estado, a lo largo de todo el siglo XX, no gestionó con la misma fuerza una incorporación potente del naturalismo, una revalorización de la ecología, expresada tanto en una concepción holística entre los humanos y el medioambiente, en las pedagogías oficiales como acciones institucionales fuertes, cambios de currículas o grandes medidas que orientasen hacia la educación de las problemáticas ecológicas en las generaciones jóvenes. A pesar incluso que la tendencia hacia el desastre ecológico era clara ya para la década del 1980 y sea ido profundizando cada vez más.

Vimos como en plano histórico, la instalación de un modelo agroexportador instauró la propiedad privada de la tierra y la mercantilización de los recursos naturales, concentró en unas pocas manos de familias y empresas poderosas que fueron a la vez gobernantes y mercaderes. Su desprecio total a las perspectivas de los pueblos originarios -y su visión holística “humanos y naturaleza”, impidió que la educación oficial siquiera tomara en cuenta, modelos alternativos a la visión del opuesto civilización-barbarie o cultura-naturaleza.

Este poder hegemónico es el responsable histórico en el país de la ausencia, entonces, de un naturalismo desde la visión ancestral, por estar afiliado a un discurso de poder  que divorcia a la naturaleza y a las poblaciones humanas. Las culturas milenarias ancestrales del mundo, de nuestra América y de nuestro país existen y son cada vez más revalorizadas ¿Por qué no escuchar y aprender de estos ancestros de la humanidad, y ya no a la historia corta del occidente capitalista.  

Valorar los discursos ancestrales no significa volver a vivir tal y como vivían hace 500 años los pueblos originarios. Aprender significa conocer, reflexionar y traer al presente la experiencia ancestral para realizar una nueva siembra, que se adapte a las condiciones actuales. En la relación con el otro, en relación con la tierra.

Con este fin pretendí en este ensayo visibilizar los hechos históricos que influyeron en la mentalidad naturalista del pensamiento pedagógico oriental, que atravesó épocas feudales, imperiales y transita hoy estados capitalistas o comunistas, como Japón o China. Una de sus manifestaciones culturales que forma parte de su acervo oriental es el comunalismo, que subyace a sistemas políticos o económicos, ya que no lo pudieron torcer ni la revolución comunista de Mao ni el capitalismo liberal de Japón. Subyace porque es un patrimonio de los pueblos, producto de la educación confuciana a lo largo de los siglos. 

Vimos además como el sistema pedagógico burgués, liberal, europeo propagó por medio de la educación su discurso ideológico durante algunos siglos, el individualismo, la propiedad privada, el discurso de desprecio racista y el capitalismo son valores inculcados por la educación desde hace algunos siglos y siguen arraigados con fuerza en ideologías de derecha hoy en día.    

Vimos como las élites argentinas tomaron algunos elementos del pensamietno europeo anterior y forjaron una visión conservadora oligarca y un supuesto liberalismo criollo, parasitario del Estado, que por medio de la educación estatal lograron transmitir durante un siglo. 

No cabe duda, entonces, que la educación es poderosa en materia de formación de conciencias e imaginarios colectivos. Surge entonces la pregunta por un nuevo modelo pedagógico estatal que deje de lado los vestigios decimonónicos oligárquicos en sus bases. Que adopte e impulse, basado en ideas y experiencias históricas, sintonías con nuevas formas y valores culturales que están presentes ya en la sociedad como la ecología.

Así como fue cambiando la concepción hacia les niñes, como sujeto de derechos activos, podría ir cambiando la mentalidad en cuanto valoración y perspectiva ecológica, sin olvidar otras causas que están en camino de cambio, como las luchas de las mujeres, la lucha por la diversidad de género, etc. y tantas otras revalorizaciones que surgen a partir de la deconstrucción de discursos hegemónicos de odio, racismo y ecocidio. 

La revalorización del naturalismo en tanto relación entre humanos “y” naturaleza, hoy llamado ecología, debería seguir el mismo camino a través de mecanismos de acción conjunta entre ciudadanos, asambleas comunales, organizaciones sociales y políticas educativas del estado, desde una soberanía educativa planificada apara tal fin. 

En 2021 se promulgó la nueva Ley de Educación Ambiental Integral, quizás sea este fruto de años de lucha, una nueva etapa en la pedagogía de Argentina que pase la hoja de la influencia conservadora y liberal -basada en la oposición hombre-naturaleza- en la educación nacional.

Una educación estatal que escuche el signo de los tiempos, que cambie sus hojas, libreto y papel. Porque será la misma Tierra, quien borrará las huella del humano, si no se quiere ver.





Referencias Bibliográficas del la Tercera Parte


Argentina. Ministerio de Educación de la Nación. (2011). Modalidad educación artística: Resolución CFE Nº 111/10 y Anexo - Resolución CFE Nº 120/10. - 1a ed. - Buenos Aires : Ministerio de Educación de la Nación, disponible en: http://www.fba.unlp.edu.ar/typem/wp-content/uploads/2016/09/1.-Resolucion-111-120.pdf

Carli, S., Gaglian, R. S., Puiggrós, A., Rodriguez, L., Zipperovich, R. (1991) “Escuela, democracia y orden 1916-1943" en Adriana Puiggrós (dir.): Historia de la Educación en Argentina tomo III, op. cit. Buenos Aires: Editorial Galerna.

Del Bruto, B.A. (2019) Tecnologías, pensamientos sociales y lenguajes: Reflexiones sobre el progreso y la técnica desde el siglo XIX al XXI. Buenos Aires: TeseoPress, disponible en: https://www.amazon.com/-/es/Bibiana-Apolonia-Del-Brutto/dp/9873397108

Hiramatsu, T. García Cardoni, M. (s/f). Perspectiva de la ecología cultural y pueblos originarios del noreste de Mendoza, Departamento de Economía, Política y Administración Rural - Facultad de Ciencias Agrarias - Universidad Nacional de Cuyo, disponible en: https://bdigital.uncu.edu.ar/objetos_digitales/7153/hiramatsuponmesa04.pdf

Hobsbawm, Eric, La era del Imperio, 1875-1914, Barcelona, Crítica, 1998. (caps. 2 y 3, “La economía cambia de ritmo”; “La era del imperio”).

Pineau, P., Dussel, I., Caruso, M. (2002) La Escuela como Máquina de Educar. Tres escritos sobre un proyecto de la modernidad. Buenos Aires: Paidós.

Sarmiento, D.F. (2007) Argirópolis Los Estados Unidos del Rio de La Plata. Buenos Aires: Grupo Editor Universitario.

Rocchi, F. (2010) “El péndulo de la riqueza: la economía argentina en el período 1880-1916" en Mirta Zaida Lobato (dir.): Nueva historia argentina tomo V, op. cit. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.


Referencias de Publicaciones Periódicas Electrónicas

Zeiger, C. (2021,13 de Junio). La historia de las maestras estadounidenses que Sarmiento trajo a la Argentina. Recuperado de: https://www.pagina12.com.ar/347201-la-historia-de-las-maestras-estadounidenses-que-sarmiento-tr

 




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