Tierra, acumulación
originaria, machismo, agroindustria y feudalismo burgués
Ensayo
Por Maximiliano Salomoni
14 | 11 | 2020
Ilustración: Bandera de la Provincia de Entre Ríos (1814)
Autor: José Gervasio Artigas (1764–1850)
Licencia: Dominio público
Centro La Grulla
La Plata, Argentina
__________________________________________________________
Introducción
Dolores, Juan y
Artigas
“Soy abogado
de la víctima de una estructura
mafiosa, patriarcal, de la rancia oligarquía,
de la tradición oligárquica argentina: los Etchevehere", así se presentó Juan Grabois en un programa de la
empresa de medios A24.
Juan es Lic. en Ciencias Sociales, abogado, referente del
Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y de la Confederación de
Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y miembro del Proyecto Artigas:[i] En el sitio web oficial se definen como “una red integrada por movimientos
sociales, profesionales del derecho, la comunicación y el cuidado del ambiente,
movilizados por la búsqueda de la verdad, la justicia y el bien común, actuamos
conjuntamente en aquellas causas donde se vulneran los derechos de la Tierra”.
Juan es además abogado de Dolores Etchevehere, quien tomó notoriedad mediática en octubre del
2020 por querer instalarse en lo que ella reclamó como su casa, una estancia de
Entre Ríos: Casa Nueva. Además, Dolores hizo pública su intensión de donar el 40 por
ciento de esas tierras al Proyecto Artigas, grupo en el que ella también
participa, con el fin de generar allí un emprendimiento agroecológico.
Los hermanos varones
Un día de octubre del 2020 las empresas de comunicación
mostraban a Luis Miguel Etchevehere y sus hermanos apostados en la entrada de
la Estancia Casa Nueva acusando a “la gente de Grabois” de usurpar la propiedad
privada. Los varones Etchevehere se instalaron en la puerta de la propiedad
bloqueándola con tractores y exigiendo ante la prensa y el poder judicial que
se retiraran los “ocupantes”. Convocaron por redes sociales a amigos:
productores agroindustriales y militantes de la derecha provincial, a
manifestarse en la entrada de la propiedad. Los carteles: “Fuera los
usurpadores” “Defender a la propiedad privada” y “Echar a los negros de mierda
de Entre Ríos”
En las empresas de comunicación aliadas a ellos pasaron varios
días hasta que informaron que uno de los ocupantes era la hermana de los
varones: Dolores, quien no sólo estaba dentro de la propiedad sino que era
ella misma quien había invitado a un grupo personas del Proyecto Artigas. Su
objetivo era comenzar allí el proyecto sustentable de finca agroecológica. Entre
ellos había militantes ecologistas de Jóvenes por el Clima, ingenieros
agrónomos y miembros de agrupaciones sociales “armados” de palas, picos,
rastrillos y semillas ecológicas de huerta. Para los hermanos entrados en
años esto era inaceptable: los ocupantes y la hermana mujer venían a hacer
agroecología a una provincia agroindustrial. Entre Ríos es hoy una provincia sumergida
en soja transgénica y tóxicos amigos del Club del Glifosato.
Pero Dolores había sido una vez más ignorada por los
varones y los periodistas amigos quienes querellaban mediáticamente sólo contra
Grabois y su gente sin siquiera nombrarla. Durante ese par de días intentaron imponer
en la opinión pública ideas como de que estaba en peligro la propiedad privada
en toda la provincia, que hordas de “gentes morenas del conurbano bonaerense”
vendrían a Entre Rios a usurpar tierras, que la barbarie de negros peronistas y
zurdos arrasaría la provincia… ¿cómo el fuego del agronegocio arrasa los
humedales entrerrianos para convertirlos en suelos para pastoreo?
La hermana mujer
Por su parte, la hermana mujer, Dolores, se instaló en la
casa porque aseguraba tener derechos hereditarios naturales sobre la estancia,
por estar indivisa la sucesión, podía hacerlo tanto como los hermanos varones,
y por tanto podía también invitar a quien quisiera. Una vez visibilizada como
parte integrante del conflicto mediático, los hermanos la acusaron de no tener
derecho por haber vendido las acciones de la empresa Las Margaritas, que decían
era la firma familiar dueña de la propiedad. A lo que la hermana respondía a la
prensa que estaba en curso la presentación ante el poder judicial sobre
violencia económica contra ella donde fue falsificada su firma y obligada a
dejar en manos de los varones la herencia familiar. Así, acusaba a sus hermanos
varones de querer dejarla sin la proporción legal de la herencia que le
correspondía por la muerte de su padre Luis Felix Etchevehere. De hecho a la
millonaria fortuna de los varones se contrapone el prácticamente nulo poder
adquisitivo de Dolores. Todo esto junto a otras denuncias por violencia de
género y corrupción del clan Etchevehere están, hasta el momento de escribir
este ensayo, en proceso judicial.
Hasta aquí el caso parece
un conflicto familiar de herencia de los muchos que existen en litigio, mediatizado por el hecho de ser uno de los Etchevehere
ex ministro de agroindustria de la gestión neoliberal macrista y de ser un ex director
de la Sociedad Rural Argentina. Pero en mi opinión, no son los vericuetos privados de la familia lo que le da relevancia al
conflicto sino las aristas que sobrepasan el ámbito familiar y que se
exponen como relatos de productos discursivos de la historia y del presente de
este país. Al menos se visibilizan, para quien quiera ver, cuatro esquinas…
I. La Acumulación Originaria.
¿Desde dónde
se paran las familias ricas de la oligarquía terrateniente para erigirse
virtuosos defensores de la propiedad privada? La pregunta ya la realizó Karl Marx, encontró
la respuesta en el concepto de acumulación originaria (Marx, 1867).
Pero antes veamos como explicaban las grandes
fortunas originarias los economistas clásicos. Marx no encuentra una respuesta
clara en Adam Smith, quien hablaba
de ciertas personas “ahorrativas e industriosas” que lograron reunir, gracias a
su esfuerzo personal, un acervo inicial «previous accumulation» (Marx, 1867, p 891).
Smith no profundizó demasiado en esta
cuestión. Si lo hizo luego Nassau Senior,
en su Teoría del Ahorro o la Abstinencia. Este economista y jurista inglés conocido
por sus posiciones conservadoras, decía que los primeros capitales fueron fruto
del ahorro personal o “abstinencia” de la supuesta élite trabajadora y
ahorrativa: la naciente clase capitalista cuya ganancia aumentó gracias a un
esfuerzo austero de éstos primeros terratenientes. Por otro lado, presenta al
pueblo, a los campesinos trabajadores como semi bestias haraganes y
derrochadores entregados al vicio que no saben ahorrar. Por tanto los capitales
posteriores sólo serían una derivación de la “virtud” primera de haber
postergado consumos en pos de ahorro virtuoso de los primeros terratenientes.
Marx, en
cambio, desarrolla el concepto de la acumulación originaria como el proceso histórico que comenzó en
Inglaterra, en el paso entre el feudalismo al capitalismo, donde los campesinos son arrojados a las ciudades
para convertirse en trabajadores asalariados. La tierra se transforma en
capital para los nuevos propietarios, la burguesía. Ésta se convierte en un
bien comercial del cual surge la
propiedad privada mediante alambrados, contratos de hacienda y leyes de
propiedad.
El proceso histórico de
disociación entre el productor y los medios de producción es el origen de la
acumulación originaria. Las fortunas de los
terratenientes se basan en la expropiación de la tierra y de los medios del
trabajador, convertido éste en un asalariado. Se privatiza la tierra y los
medios de producción: los instrumentos con los que se producen los bienes materiales -máquinas, implementos,
materias primas- y los nuevos dueños
compran la
fuerza de trabajo (la capacidad
físicas-mental del humano para manejar las herramientas y efectuar la
producción de los bienes materiales) del trabajador. Se aprovechan de la población que quedó despojada de la tierra
y sin medios propios, sin tener otra opción que vender su fuerza de trabajo
como una mercancía más, es decir, horas de trabajo por un salario. Esa privatización
es el origen de los grandes capitales.
Entonces, la
propiedad privada en el modo de producción capitalista, tiene un origen de
apropiación de la tierra por parte de la burguesía con la venia del poder
político y judicial, creando una masa de trabajadores a sueldo. Y desde su
origen mismo nace además un sentimiento de clase burguesa de desprecio hacia
los pobres, el odio de clase nutre sus ideologías hasta nuestros días.
“toda la serie de despojos brutales, horrores y
vejaciones que lleva aparejados la expropiación violenta del pueblo desde el
último tercio del siglo XV hasta fines del siglo XVIII”…“En el siglo XIX se pierde,
como es lógico, hasta el recuerdo de la conexión existente entre la agricultura
y los bienes comunales. (...) La metamorfosis, llevada a cabo por la usurpación
y el terrorismo más inhumano de la propiedad feudal y del patrimonio del clan,
en la moderna propiedad privada”, son los métodos con los que “se abrió paso a
la agricultura capitalista, se incorporó el capital a la tierra y se crearon
contingentes de proletarios libres y privados de medios de vida que necesitaba
la industria de las ciudades” (Marx, 1867, p 891)
Veamos lo que sabemos de los Etchevehere como arquetipo
de familia terrateniente del país. La información disponible del linaje no dice
como los padres del bisabuelo de Dolores: los granjeros de origen inmigrante Luis
Bernardino y Tomasa Craig, llegaron a hacerse de tierras en Entre Ríos, así que
partamos de uno de sus hijos, el bisabuelo de Dolores:
Luis Lorenzo Etchevehere, abogado, en 1931 asume la
Gobernación de Entre Ríos: Por el impacto en las economías agroexportadoras de
la crisis de 1929, entre 1930 y 1935 es el período de decadencia de la
vitivinicultura y la citricultura en Entre Ríos, caída del stock vacuno y
cierre de un tercio de los tambos, esto produjo en la provincia una crisis
económica tan grande que los pequeños
agricultores fueron desapareciendo del interior provincial y migrando a las
ciudades entrerrianas y a otras provincias. Durante su gobernación se
cambia la constitución provincial y en lugar de atenuar el impacto en los más
humildes se reconvierte la matriz productiva, uno de los motivos: la
eliminación del impuesto a las herencias para grandes terratenientes presentada
por este señor, produjo entre otras medidas una fuerte concentración y extranjerización en la propiedad y tenencia de la
tierra provincial (Galafassi,
2004) de la cual su familia de
estancieros resultó beneficiaria, los productores humildes quebraron y migraron
en masa a las ciudades o se convirtieron en peones a sueldo de los
terratenientes entrerrianos. Luis Lorenzo tuvo seis hijas y un varón:
Arturo Julio Etchevehere, el abuelo de Dolores. Fue
Presidente del Superior Tribunal de Justicia, Ministro de Gobierno, Pte. del
Banco Entre Ríos, Director de El Diario y regente por años el establecimiento familiar
agroindustrial “Las Margaritas”. Es decir, fue parte del poder político, judicial, mediático
y agroindustrial. Nada le quedó sin tocar. En Paraná, testimonios de
vecinos mayores de 60 años, recuerdan verlo sentado en un sillón de mimbre, en
la vereda de Urquiza y Buenos Aires (frente al El Diario), tomando mate cebado
por “un sirviente negro” que tenía.
El padre de Dolores, Luis Félix
Etchevehere, fue el director de “El Diario” de Paraná, uno de los más
importantes y hegemónicos de Entre Ríos, siguió con los negocios familiares
vinculados al agro, de los cuales los tres hermanos de Dolores heredaron y son
custodios: uno de ellos el ex funcionario macrista:
Luis Miguel Etchevehere fue acusado en 2014 por tener
mano de obra esclava, en el establecimiento “La
Hoyita”parte del patrimonio de la familia, ubicado en la localidad
entrerriana de Rosario del Tala. Dos hombres mayores
trabajaban para la familia desde 1976 fueron constatados viviendo en
condiciones infrahumanas. También a fines de los 90’ fue acusado por usurpar y
robar 70 hectáreas donde hacían las prácticas los alumnos del Escuela
Agrotécnica 151.
Entonces, surge preguntar ¿cómo formaron su fortuna esta
familia? ¿Del simple trabajo y esfuerzo como cualquier
vecino o de crear -a través de la red de poder del Estado, del que forman parte
o tienen influencias, y del lobby de sus empresas- condiciones optimas para
acrecentar sus negocios? ¿Estas familia son familias virtuosas, o son prosapia
cuasi feudal con fuertes lazos de solidaridad de linaje y de clase alta, en
detrimento de las clases populares, en provincias donde el estado es difuso,
al menos, y la justicia son ellos mismos. ¿Es Argentina un país donde las
grandes extensiones de propiedad privada se crearon trabajando honestamente o
masacrando a la población original, desplazando y esclavizando campesinos y
anexando riquezas en torno a la corrupción? La acumulación originaria de los
terratenientes en América del Sur se hizo trabajando la tierra con la virtud del
una “élite trabajadora, inteligente y ahorrativa” o usurpando, robando y cometiendo enormes genocidios y ecocidios? ¿Hay
en estas provincias separación de los poderes y democracia real o una especie
de feudalismo moderno y patriarcal?
II. La mujer en los tiempos de la burguesía patriarcal
Justamente, otro de las aristas del caso de corte
patriarcal burgués: el destrato hacia Dolores en condición de mujer. La situation
de Dolores no es producto solamente de una situación familiar privada, sino que
es en esencia, un emergente de una mentalidad de jerarquías arquetípicas del
interior del país.
La autora italiana Silvia Federici examina lo que no vio Marx en relación a la mujer y la acumulación
originaria (Federici, 2008). Argumenta que no sólo se separa al campesinado de la
tierra sino que además surge de la separación otra dicotomía entre lo que se configura como el proceso de producción
reservado a los hombres y el proceso de reproducción destinado a las mujeres.
Esto no sólo perpetuó la desvalorización de la
mujer reducida al trabajo doméstico sino a la mujer en general, el sexo débil
lo es porque son inferiores: sin raciocinio, así pueden ser seducidas
fácilmente por el mal. Aunque incluso puedan estudiar una carrera serán, para
esta mentalidad, siempre inferiores, madres-amas de casa, no aptas para los
negocios.
La periodista Natalí Risso cuenta de fuente directa de
Dolores lo siguiente sobre el multifacético Arturo Julio:
“El abuelo de Dolores se quedó con todos los inmuebles y
contactos políticos del padre. Con esos activos se dedicó a gestionar El Diario
y a aumentar la riqueza familiar. Le hizo firmar un compromiso a su mamá
(Margarita Fernández de la Puente, viuda del gobernador) para que le cediera
los derechos de los campos a cambio de una cuota mensual. Puso todos los bienes
de la familia a su nombre bajo el argumento de que cuidaría de sus hermanas e
inmediatamente transfirió las propiedades a testaferros en Santa Fe bajo el
argumento de que así los protegía de probables expropiaciones del
peronismo"[ii]
En cambio, si no son mujeres sumisas y son rebeldes,
problemáticas, como Dolores, la explicación es que al ser seres con capacidad
reducida son seres influenciables. Este discurso burgués de patriarcado
jerárquico se encuentra difundido y arraigado en las familias de las provincias
del país, y cuadra al milímetro en el caso del clan Etchevehere: más allá de
las denuncias efectuadas por violencia económica de Dolores, ella fue relegada
e invisibilizada primero por ser mujer, y segundo por no ajustarse a los que
esperaban de ella como hija de una
familia terrateniente, fue despojada de sus derechos hereditarios y rebajada y
subestimada en su raciocino, a pesar de ser profesional, al argumentar los
varones que era influenciada por la gente de Grabois.
Los “Etchevehere
corruptos”, como los nombra Dolores, son un ejemplo -no de vida- sino un
ejemplo más del sometimiento en que viven y se reproduce en las familias
patriarcales de terratenientes del país. El caso de Dolores expone lo
invisible, lo que la clase alta silencia y toma como natural.
III. Agroindustria vs. agroecología
Terratenientes, Chacareros y… ¿campesinos?
Otra arista de este caso es el
agronegocio del modelo sojero del cual la familia Etchevehere participa en la provincia. Entre Ríos es hoy, como
otras provincias, una región de explotación agraria intensiva. ¿Cuándo comienza
la explotación agraria en manos de terratenientes?
Aunque sólo sea como un ejercicio mental imaginemos a los territorios
que hoy llamamos entrerrianos como un escenario dónde el salvaje capitalismo no
reina aún. Corrían en sus pastos y remaban en sus ríos las etnias chaná-timbúes,
aunque eran seminómades cazadores-recolectores y pescadores, conocían los secretos
de la práctica del cultivo a pequeña escala del maíz, las calabazas y legumbres;
la aculturación con pueblos guaraníes marca el primer cambio de escenario, la
mandioca abre horizonte al cultivo de la tierra, pero ésta seguía siendo
sagrada.
En el artículo de Gabriela Schiavoni (Universidad Nacional de Misiones)
plantea que la territorialidad móvil de las
etnias componía una cosmovisión donde la tierra no estaba recortada de la vida,
sino que formaba parte, esto es muy diferente a los tiempos que vendrían luego
donde el objetivo de la apropiación individual
de la tierra se deriva del trabajo sobre ella: La concepción indígena no implica la propiedad privada de la tierra (Schiavoni,
2018).
Se habita en conjuntos grupales y se
prepara la alquimia que da los frutos de la tierra, el alimento del cuerpo y el
alma, luego se desplazan.
Pero la barbarie de la civilización
trajo las pestes que diezmaron a los habitantes de la tierra americana, y luego
la doble esclavitud de la institución
colonial de la Encomienda: las mujeres, hombres y niños se vuelven mano de
obra para poder tener el privilegio de ser súbditos de un rey distante. Aquí se
debía explotar la tierra para cosechar más cantidades de maíz o trigo para
poder entregarlo como tributos a la administración colonial. La tierra pierde dimensión holística y se
vuelve plana, medible, se vive sobre ella, ya no en ella.
Telón y en los siglos XVI y XVII la
encomienda se reemplazada por otro
escenario, se reparten los indígenas que sobrevivieron, se traen africanos, y
comienza el peonaje y el trabajo asalariado. La cultura europea inventa la
propiedad privada. La tierra se coloniza, se mide, se explota, se compra,
se vende, ya no se recoge la yerba mate de manchones silvestres sino en
rectángulos hechos por el hombre. Se domestica la selva, el monte, la tierra ahora es del Estado.
En el siglo XVIII y XIX políticos y
terrateniente eran “el mismo lodo todos manoseados”. Entonces, aparece el latifundio, enormes cantidades de tierra van ser
compradas al Estado, es decir a ellos mismos, y acumuladas como propiedad
privada. La explotación de la tierra ahora tiene dimensiones geométricas y
extensión. Las aves siguen sobrevolando sin límites pero los humanos se topan
con alambrados.
La Ley Avellaneda (Ley de Inmigración y Colonización Nº 817 de 1876) se realiza para atraer a la vasta Argentina inmigrantes
europeos. Pero la oligarquía utilizó
esta ley para venderse entre ellos a precios irrisorios enormes cantidades de
tierra y seguir concentrándola entre unas pocas familias terratenientes que
llegaron a poseer terrenos tan grandes como media provincia de Buenos Aires. La
idea original era -emulando la conquista del Lejano Oeste de EEUU con farmers (granjeros)- buscar seducir a
los potenciales nuevos argentinos blancos con la agricultura. Un sector pone
freno de mano: La oligarquía agroexportadora ganadera no lo va a permitir.
Latifundistas de la carne sólo acceden a dejar las tierras periféricas, no
aptas para sus vacas -insignia de su clase. Sólo en Santa fe y Entre Ríos entonces
florece la instalación de colonias agrícolas de inmigrantes.
La agricultura se expandió así en tierras entrerrianas. Algunas colonias las otorgaba el Estado o las compañías colonizadoras. Se les daba a inmigrantes una parcela en alquiler hasta que tenían el nivel de capitalización que les permitía convertirse en dueños de la tierra.
Pero esto no va a durar mucho, en 1929, como se explicó más arriba, la crisis económica internacional y el no proteccionismo del Estado hizo que muchos campesinos entrerrianos fueran expulsados del campo a las ciudades formándose los grandes núcleos urbanos. La concentración de la tierra en manos de terratenientes ya no permitiría la división en muchas manos.
Luego de las dictaduras militares: sus crímenes hacia la sociedad, el endeudamiento y la corrupción del Estado, el clientelismo parasitario de las empresas privadas para con el Estado -la patria contratista- y muchas aberraciones más, pero algo desastroso estaba aún por venir: los 90’. Comienza otro escenario, neoliberalismo, privatizaciones, el país se entrega a las relaciones carnales de las multinacionales. Arriba la biotecnología al modelo agroexportador: la soja transgénica.
Aquí ya no sólo es propiedad privada la tierra sino ahora la semilla (Spinella,
2015). La semilla perfeccionada de generación en generación por selección
artificial manual se vuelve híbrida, estéril, transgénica, es decir la semilla se compra todas las temporadas porque
produce plantas estériles: que no dan semillas, por tanto hay que comprarlas todos los años. Cada híbrido tiene patente (copyright
digamos). Y además necesita ser fumigada
con agrotóxicos para eliminar las malezas que compiten por el sol. Esto genera residuos de veneno que, por aire o por los cursos de agua, llega a la tierra, a las especies animales y a las poblaciones cercanas a
los sembradíos. El monocultivo y sus altos valores de rentabilidad queda en las
cuentas bancarias y cuentas offshore de la “gente de campo” esa casta que no
son chacareros ni pequeños productores, sino oligarquía burguesa terrateniente.
El modelo agroexportador avanza sobre todo lo que se le interponga, son el motor de la economía argentina, la raza “noble” a los que no se les puede regular, son los todo terreno poderosos de un sistema que les rinde pleitesía y se deja pisotear por sus 4x4, sus tractores y jinetes. El control de la naturaleza a través del desarrollo científico de las grandes corporaciones biotecnológicas hace que los terratenientes se sientan un linaje proveniente del Olimpo. Dueños del poder judicial que les da estrategias de tipo socio-jurídicas que les brinda las normativas para convertir en patente de propiedad privada a la semilla (Spinella, 2015). Ya no sólo les pertenece la tierra sino la vida misma, al controlar la multiplicación de la semilla, controlan las malezas con agrotóxicos, controlan la mano de obra barata –el campo es el sector con mayor trabajo en negro del país- son dueños de la economía del país, sentados sobre sus silo bolsas presionan a quien se les oponga. Aunque sean, en esencia, peonaje de las multinacionales extranjeras y de las embajadas con patio trasero, gauchos nativos serviles de los mares del sur del planeta, primero criollos de los territorios agroexportadores dependientes del Imperio Británico, ahora el forraje de las águilas calvas de latitudes del norte y su Doctrina Monroe (Hobsbawm, 1998). Frontera adentro ellos son estirpe de clase alta.
Y, siguiendo la letra del tango "de repente detrás de un árbol me aparezco yo”… la agroecología, el campesinado. En este escenario es necesario volver a la producción sustentable de alimentos sanos en manos de trabajadores y trabajadoras de la tierra que quieran sembrar y cosechar sin agrotóxicos, con innovación sostenible y a la vez rescatando métodos milenarios, que planteen formas comunitarias de producción, que se replantee la necesidad del acceso a la tierra de miles de personas hacinadas en las grandes urbes, de otra forma el agotamiento de los recursos naturales es inminente.
En este contexto las familias como los
Etchevehere se sienten atacadas, no sólo porque creen que peligran sus
propiedades sino porque se han acostumbrado tanto a las justificaciones
intelectuales que fueron la excusa para la usurpación de la tierra y de la
vida, las teorías con la que la burguesía liberal adoctrinó y replicó para
formar una conciencia de clase burguesa, para la apropiación de los valores
aristocráticos que a ellos les servía, para reforzar constantemente el miedo a
la revolución de su enemigo acechante, la otredad bárbara: los pobres. Se
acostumbraron tanto a esta literatura que no pueden ver más allá, no pueden
entender que es necesario un cambio porque el planeta no resiste más el
ecocidio que encierra la explotación agroindustrial. No pueden siquiera pensar
en readaptarse y sumarse al verdadero cambio: La economía sustentable,
solidaria, redistributiva en pos del bien de la humanidad, volver a conectarse
con la tierra.
Dejar el terraplanismo de la tierra separada de la vida, medible y mercantilizada. Y aún admitiendo todo estos argumentos, la sola presencia de un nuevo actor social en el campo argentino: el campesino, es inaudito, se les nubla la vista. Estos no son chacareros o pequeños productores: esa clase media del campo que los terratenientes toleran a veces más a veces menos.
El campesino es distinto, involucra una
actitud de economía social, de producción colectiva que no pueden sobrellevar,
porque lo traducen en perdida de sus “derechos naturales” a ser
individualistas, acumuladores y ricos. Y por si esto fuera poco están ligados a
un modelo de producción no industrial, que no genera tantos dividendos ni tanto
poder como el que están acostumbrados ellos a ostentar, entonces no hay nada
que hablar.
Y ese fue el berrinche de los varones Etchevehere,
les llevaron a sus propias narices, a sus propios feudos, un trapo rojo. Los
toros machos del patriarcado liberal
enfurecieron. Este es el fondo de la cuestión un interés y odio de clase, de
privilegios con los que prefieren morir o matar al planeta antes que ceder un
poco en pos de distribuir las riquezas naturales de la tierra o ver a los
pobres -que ellos están acostumbrados a negrear- a la par de ellos.
¿Pero cómo deconstruir un linaje que
lleva grilletes feudales y sangre liberal burguesa?
IV. Linaje de feudalismo burgués
Las provincias unidas de los terratenientes varones
El estado, su surgimiento en la Europa medieval como poder público, tuvo como función proteger a sus ciudadanos. Esto contribuyó a desgastar la institución del linaje, la solidaridad familiar, en la medida en que el Estado fue ocupando esa función de garantía. El historiador Marc Bloch describe los vínculos de sangre (Bloch, 1975) como la institución que regula a las relaciones de protección y de subordinación personal. Se debía a la inseguridad de los tiempos y a que la autoridad pública no tenía fuerza aún. Aclara que allí donde el linaje era débil prosperó el feudalismo, es decir no era suficiente la institución del linaje para subsistir y se recurría a la protección del señor feudal. Pero de todas formas la desaparición de ambas fue en paralelo: en la medida en que con el tiempo la estructura feudal se fue desintegrando estas solidaridades de linaje también.
Hoy en día
en las ciudades la familia se limita a las relaciones de parentesco nuclear.
Pero en las zonas del interior profundo del
país la familia sigue teniendo lazos fuerte tanto con la ascendencia como con
la descendencia. Esponsoreados por multinacionales que les dan los frutos tecnológicos,
la transmisión de la propiedad privada es el gluten de estos lazos,
pero también los posibilita cierta debilidad del Estado y cierta conformación patriarcal jerárquica de la
familia de la concepción de la sociedad típica de la burguesía occidental.
Claramente
un sistema de democracia republicana y federal basado en un modo de producción
capitalista, no es un feudalismo al estilo medieval europeo. Pero que pasa en
provincias donde el Estado no llega, no controla, no tiene presencia y fuerza
suficiente, ya sea que esté viciado por corrupción o simplemente ausente.
Surgen terratenientes con fuertes vínculos de sangre hacia dentro de su familia
y hacia afuera, hacia la comunidad, con un poder económico, político -debido a
sus influencia- y social -debido a las relaciones de poder casi siempre
mediatizadas por relaciones de dependencia laboral-. Poseedores de grande extensiones
de tierras, donde sus vínculos con la ley y su manejo de la fuerza a través de
policías cooptadas o directamente paraestatales con poder de coacción en la
población civil que quedan dentro de su órbita de influencia. Esto los convierte en una suerte de señores
feudales modernos, bajo un sistema capitalista y a la vez bajo relaciones
de linaje patriarcal muy severo y machista. Señores feudales sin aristocracia alguna, vale la pena aclararlo,
ya que es muy frecuente escuchar hablar de la aristocracia argentina. Falso,
son industriales o terratenientes pero burgueses.
La
aristocracia feudal es europea. Como explica el historiador argentino José Luis
Romero en su libro La Edad Media (Romero, 1949) el feudo se caracterizó, en efecto, por ser una unidad económica,
social y política de marcada tendencia a la autonomía y al ámbito cerrado. La tierra era concedida a un
noble por el rey para que éste se beneficiara con su renta y, al mismo tiempo,
para que lo administrara, gobernara y defendiera. Los nobles, la aristocracia, tenían
títulos nobiliarios “sangre azul” como se dice popularmente. Algo que los
burgueses no tienen. Es más la burguesía fue su antítesis, el actor social que
derrocó y suplantó a la aristocracia. Los opuestos entre espíritu caballeresco y el espíritu burgués, sentimiento
religioso y sentimiento profano, la afirmación de lo individual burgués frente
a lo colectivo medieval. Entonces nuestras familias ricas son burguesas con
características de clase bien definidas.
Eric Hobsbawm ilustra
claramente a la familia burguesa típica como una autocracia patriarcal (Hobsbawm, 1998). El padre de la
familia es el jefe con respecto a la mujer, hijos y trabajadoras/es de la casa
que viven en una relación de inferioridad y sumisión que replica de la
estructura de la fábrica donde es propietario. El burgués tiene el
monopolio del mando, tanto en su casa, como en la fábrica. Esto justificado por
una mentalidad de superioridad de amo y raza dominante hacia la mujer y hacia
los obreros que son vistos como seres inferiores. Esta
realidad se vive, se palpa, en muchos lugares de nuestro país, y Entre Ríos no
es la excepción.
Conclusión
El Camino propio de la alquimia natural.
Entonces, ¿cómo desgranar las
estructuras de poder concentradas en unas pocas manos que lejos de estar
conectadas con la naturaleza y recolectar los frutos de la tierra sólo cuentan
dólares? ¿Cómo hidratar la rígida organización de duramen burguesa liberal, con
atribuciones feudales y ejercicio monopólico del poder económico, judicial,
político, mediático que afecta a pueblos enteros? ¿Cómo contrarrestar los
venenos de las transnacionales gigantes de la biotecnológica y la agroquímica
que comienzan intoxicando las napas, ríos, tierra, especies animales y cultivos
y llegan a la mesa de los argentinos? ¿Cómo frenar el desmonte, la quema de
selvas, humedales y el ecocidio que esto implica y del cual se alimenta la
explotación agroganadera industrial? ¿Cómo cambiar las relaciones patriarcales basadas
en desprecio hacia la mujer, odio hacia los pobres?
Quizás no haya una respuesta
única, quizás aprender del agua, que fluye masiva y colectivamente en el cambio
permanente, a veces conteniendo, a veces desgastando estructuras inamovibles en
apariencia. Esto es la historia misma del humano. Dolores Etchevehere encontró su forma y su camino uniéndose a Juan y al Proyecto
Artigas. Cada uno desde su lugar tiene el poder de germinación desde múltiples
posibilidades.
¿Por qué seguir a las sectas
del materialismo individualista, recauchutadas con liftings libertarios, o en
derechas plutócratas si sólo buscan salvar sus intereses privados y defiende
una forma de vida que ya no es sostenible para nadie? ¿Por qué escuchar los
discursos del odio, si sólo generan más odio? ¿Por qué acumular, discriminar o
contaminar si se puede compartir, comprender, subsanar? El macho burgués está
desnudo, ya lo estuvo el rey ¿Tanto miedo tiene el pequeño ser?
Se trata de relajar,
respirar hondo, de poner las manos en la tierra y buscar el Camino propio de la
Alquimia Natural. Así todo fluye sin forzar, en armonía es mejor, si de todas
formas volvemos a la tierra. La naturaleza te trae y te lleva desnudo.
Referencias Bibliográficas
Marx, Karl, El capital. Crítica de la economía, Erster Band, Hamburg, 1867. (cap. 24,”La acumulación originaria”)
Galafassi, El campo
diverso. Enfoques y perspectivas de la Argentina agraria del siglo XX, Universidad
Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2004.
Federici, Silvia, El
Patriarcado del Salario. Criticas feministas al marxismo. 2018
Gabriela Schiavoni, « Habitar y medir el
territorio.Los vínculos con la tierra de colonos,
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1 | 2018, Publicado el 14 noviembre 2018, consultado el 8
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Lao Tzu, Tao Te Ching, trad. de Alejandro Pareja, Madrid, Dojo Ediciones, 2012. (Cap I, Estrofa 33 p 89) Traducido de: Scot Wilson William, Tao Te Ching. An all-New Translation, 2010.
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