Ideas y Contratos Sociales de la Modernidad

Siglos XVI-XVII




Divulgación Histórica

Por Maximiliano Salomoni

06 | 03 | 2021


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Ilustración: “Leviathan de Thomas Hobbes”

Autor: Abraham Bosse    

Licencia: Dominio público 





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Introducción


En el siglo XV nuevas ideas comenzaron a hacerse oír en la difícil escena dominada por el pensamiento ontológico religioso de la Edad Media. El período que luego se denominaría Modernidad, fue una época histórica de replanteamientos y cambios que en principio se caracteriza, en el plano de las ideas, por los nuevos métodos científicos y el racionalismo gnoseológico.

Pero las implicancias generales desencadenaron procesos de cambios sociales en todos los planos de actividad humana. A la luz de las nuevas cosmovisiones se renuevan las instituciones sociales, retroceden las instituciones feudales y eclesiásticas: con una enorme pérdida de poder de ambas y grandes trasformaciones al interior de cada una. Mientras que el capitalismo temprano fortalece su desarrollo de manos de la incipiente burguesía y se proponen nuevas formas de ejercer el poder político: la realeza se vuelve despótica. Todo esto movido por ideas y contratos sociales que serán típicos de estos cielos.

 

El estado absoluto


Entre los siglos XVI y XVII se dejan definitivamente atrás las formas y contratos sociales del Medioevo. El poder feudal de la nobleza perderá terreno en la larga lucha con la monarquía. Ésta tomará el control con la consolidación del Estado Moderno, y será el absolutismo el factor común en las tres formas que, en Europa, tendrá el Estado: Imperios (Habsburgo, Otomano y Moscovita), monarquías (Francia, Inglaterra, Suecia, Dinamarca y España) y repúblicas (República de Venecia, República de Génova). El absolutismo radicaba en la concentración del poder público y la consolidación de estado que obtenía el control legal (legislación), fiscal-financiero (hacienda), administración civil (burocracia) y militar (Historia Universal, 1992).

Así, la modernidad hará huella en los caminos que conducen al Estado absolutista. La soberanía será unificada en una sola persona: el rey o el emperador, será el soberano, representante de Dios en la Tierra (creencia en el origen divino de la soberanía). En el Medioevo el rey era, sólo formalmente, la cabeza de una sociedad piramidal. En realidad, el poder era compartido o disputado continuamente con la nobleza y el clero. En estos nuevos tiempos modernos las monarquías serán absolutistas. Aunque la nobleza siguió pretendiendo priorizar sus privilegios de clase señorial de tiempos pasados antes que a cualquier tipo de nueva organización nacional, las coronas fomentaban los nuevos aires que predicaban la prioridad de la nación. Y las monarquías van a apostar, en conjunción con la burguesía, por el camino del comercio: “empeñados unos y otros en desarrollar un tipo de economía que sólo podía ser llevado a cavo por la burguesía, pero que parecía requerir la protección y el apoyo del estado para extenderse (…) dentro de las fronteras nacionales” (Romero, 1979. p.198). En las repúblicas, el despotismo será de las clases patricias de linajes antiguos. Éstos lograron crearon una organización política que beneficiaba a su poder, a la conducción de la sociedad por parte de éstas y a sus intereses económicos.

Pero antes de analizar las ideas políticas y contratos sociales que nutrieron y fundamentaron al Estado absolutista, veamos los caminos de la otra clase social en ascendente poder, la burguesía. Aquí y allá, estos eran los tiempos donde estaban germinando ya las semillas del capitalismo.    



   Las Ideas

I.  La Economía Política

 

Sobre el origen de la económica como ciencia y su relación con el capitalismo.


Y con el capitalismo surge la economía política. Adoptaré la teoría que explica a la modernidad como el origen de la economía como disciplina científica. Aún existen autores que ven a la economía como una ciencia a-histórica, en el sentido de ser milenaria y universal, no circunscripta a ninguna época histórica en particular. Argumentan que esto se debe a que siempre hubo intercambios comerciales entre los humanos. Siguiendo al Profesor de Historia del Pensamiento Económico, Marcelo Ramal (UNQ-UBA) explicaré la diferencia de posiciones con el contraste de los dos fragmentos siguientes:

Texto I: “¿Cuáles son las leyes negras que operando a espaldas de los hombres conducen a la actividad económica del hombre contemporáneo a resultados tan extraños? Sólo la investigación científica puede resolver estos problemas. Se ha vuelto necesario resolver estos estigmas con la investigación exhaustiva, la meditación profunda, el análisis, la analogía, para penetrar en las relaciones ocultas cuyo resultado es que las relaciones económicas humanas no corresponden a las intenciones, a la voluntad, en fin, a la conciencia del hombre. De esta manera el problema que enfrenta la investigación científica puede definirse como la falta de conciencia humana de la vida económica de la sociedad, y así llegamos a la razón inmediata del surgimiento de la economía política”. (Luxenburg, 1974, p.34)

Texto II: “La economía es una ciencia social que estudia la forma de administrar los recursos disponibles para satisfacer las necesidades humanas. Además, también estudia el comportamiento y las acciones de los seres humanos. Dado que los recursos del planeta son escasos y desgraciadamente, no todos podemos disponer de todo, nos vemos obligados a administrar esos bienes para conseguir lo que nos falta. La ciencia económica envuelve la toma de decisiones de los individuos, las organizaciones y los Estados para asignar esos recursos escasos. La economía se centra también en el comportamiento de los individuos, su interacción ante determinados sucesos y el efecto que producen en su entorno. La economía es casi tan antigua como el ser humano. Desde que los primeros hombres comenzaron a hacer planificaciones de alimentación y organización de la comunidad social ya estaban haciendo uso de esta ciencia social”.

Rosa Luxenburgo deja ver en el texto I su posición sobre el carácter histórico de la economía y su cientificidad objetiva. La dimensión histórica se verifica en sus palabras: “al hombre contemporáneo” y no al humano en general, de cualquier época. Subyace el argumento de la autora de que la economía no posee ecos universales, es decir, comunes a cualquier tiempo.

En cambio, de forma opuesta el texto II dice “La economía es una ciencia social que estudia la forma de administrar los recursos disponibles para satisfacer las necesidades humanas…” así presentada la economía no posee una ubicación histórica definida. Se lo puede interpretar como si la economía fuese a-histórica, como si operara fuera de ámbito del poder y sus derroteros en cada época. Una simple administración de los recursos con recetas igualmente aplicables a distintos países, culturas y épocas. Ignorando que éstas poseen realidades socioeconómicas de distinta naturaleza.

Sin embargo el mismo texto II cae en la contradicción en su última parte al darle una supuesta historicidad a la economía científica: La economía es casi tan antigua como el ser humano. Desde que los primeros hombres comenzaron a hacer planificaciones de alimentación y organización de la comunidad social ya estaban haciendo uso de esta ciencia social. La economía adquiere un carácter histórico definido por el simple hecho de poder estudiar esas diferencias culturales y temporales a lo largo de la historia en materias como Historia de la Economía que los mismos manuales ofrecen.

Por otro lado citando al texto II “la economía como administración de recursos disponibles o escasos” La escases como objetivo de la economía es opuesta a las crisis de sobreproducción, o el exceso de trabajadores, desocupación, de la época contemporánea. Se ve como las crisis sociales y económicas, por lo tanto, tienen un carácter histórico definido.

Pero además, como mencioné antes, el último párrafo del texto II “ya estaban haciendo uso de esta ciencia social” parece contradecirse con el resto del texto, pero no deja de estar mal formulado. Rosa de Luxemburgo aclara este punto, ofrece argumentos en sus textos que ponen en evidencia que la cientificidad de la economía no tiene genealogía más atrás del desarrollo de la economía mercantil.

Puntualmente, la economía nace como ciencia para estudiar las leyes del modo de producción capitalista. No antes. Y el porqué de esto se plasma en el texto I: “¿Cuáles son las leyes negras que operando a espaldas de los hombres conducen a la actividad económica del hombre contemporáneo a resultados tan extraños? Sólo la investigación científica puede resolver estos problemas. Luxemburgo observa que las crisis capitalistas están basadas en fenómenos para nada simple de explicar, las “leyes negras” son las tramas ocultas a la simple mirada. No ocurría esto en épocas anteriores al modo de producción capitalista. No hay misterio alguno en las relaciones sociales de épocas remotas, sino formas sencillas y directas de explicar, por ejemplo los vínculos de sujeción en la sociedad esclavista entre los dominantes y los dominados están expuesto a la luz.

En cambio Luxernburgo dice lo expuesto en el texto I -siguiendo a Marx “cuando  la realidad manifestada presenta contradicciones con ocultas formas esenciales debe desarrollarse una ciencia para explicar esa contradicción” (Marx, 2004, p. 1041)

Aparece una contradicción entre esencia y apariencia, entonces las ocultas realidades subterráneas deben ser explicadas por “la lupa y el bisturí” de una ciencia específica. No existe la ciencia económica antes del modo de producción capitalista. Es decir, con especificidad propia y separada de la filosofía y otras disciplinas. Es sólo con la objetividad científica opuesta al subjetivismo de poderes que ocultos tejen la trama de “leyes negras” del modo de producción capitalista que se constituye como tal. Salta a la vista la diferencia con el párrafo citado anteriormente del texto II donde describe a los pueblos antiguos haciendo ciencia económica.

 

Los Mercantilistas. Estrategia política-económica entre Estado y Burguesía

 

Se aviene entre el siglo XVI y principios del XVII en las coronas europeas, con la monarquía inglesa a la cabeza, el desarrollo del capitalismo. Su primera expresión serán las ideas del mercantilismo: “La era del capitalismo temprano vio también el nacimiento de la ciencia económica moderna” (Rubin, 2013, p. 9). Los mercantilistas eran: “un vasto número de escritores de los siglos XVI a XVIII que vivieron en diversos países de Europa y se ocuparon de temas económicos (Rubin, 2013, p. 9). No eran economistas profesionales como se entendería hoy en día, sino que eran directores de las insipientes compañías o funcionarios comerciales o de aduanas de las cortes. En esencia: “la política mercantilista era la expresión de la unión entre la corona y la burguesía mercantil en desarrollo”  (Rubin, 2013, p. 10).

En una primera etapa, también llamada “mercantilistas temprano” la función principal del comercio era incrementar “la riqueza del rey y el estado”, y fomentar el “comercio de ultramar, la navegación, las tenencias de metales preciosos y los impuestos reales”. El tesoro real debía acumular dinero, así el balance comercial sería favorable. Focalizados entonces en la acumulación del dinero, para incentivar su circulación, eran partidarios de que estado usara su poder de coerción: prohibiera la exportación de moneda y pusiera el acento en potenciar exportaciones: fomentado la industria nativa, basada en las materias primas de su propio país, reemplazando así a las materias primas extranjeras, es decir, sacándolas a éstas del mercado inglés. Reduciendo así la cantidad de bienes importados.

En una segunda etapa, llamada “pensamiento mercantilista pleno” encontramos a Thomas Mun como la encarnación en Inglaterra de esta época. El comercio ya no estará centralizado en la cuestión monetaria, la acumulación de dinero en sí, sino en el comercio exterior como fuente de riqueza del país. Mun no va estar en desacuerdo con la acumulación monetaria en pos de acrecentar los recursos a la Corona, pero no será el objetivo primero, sino una consecuencia de desarrollar el comercio mediante el intercambio de mercaderías. “el medio para incrementar nuestra riqueza y nuestro tesoro es el Comercio Externo; vender más a los extranjeros cada año que lo que consumimos de lo suyo en valor”. El dinero vendrá al país como resultado de una balanza comercial positiva dada por la navegación y las industrias orientadas a la exportación. Para esto va a oponerse a la acción coercitiva del estado con regulación directa de la circulación monetaria. (Prohibición de exportación de dinero, fijación del tipo de cambio, etc.). Y es que su visión incluirá ya el hecho de que las fluctuaciones del tipo de cambio están reguladas por cierta ley de balance comercial positivo o negativo. Para ello Inglaterra deberá plantarse ofensivamente sobre el mercado mundial: las otras potencias coloniales, reforzando la capacidad industrial nacional y los recursos del transporte marítimo. Pero también abogará por la reventa de productos provenientes de otros mercados. Para lograr esto la salida de moneda debe ser permitida para la compra de materias primas ya sea para su posterior industrialización o para la reventa. Planteado en términos de inversión “luego, al exportar, obtendremos una suma mayor a la que dejamos salir cuando importamos” Solidificando una alianza entre la burguesía comercial y la Corona.   

Es entonces este el marco del pensamiento económico y el escenario de intereses entre la burguesía y las cortes que predominará en la Europa Moderna. El mercantilismo tiene como objetivo central aumentar la riqueza del país. Es decir, la creación de la riqueza se basa en acrecentar la cantidad de dinero y metales preciosos. El progreso o poder de una nación estaba en el capital que podía acumular para hacerlo “rico”. Más allá de las diferencias entre “tempranos y plenos” -basados unos en el explotación de recursos del país o en comercio exterior los otros, para lo cual el poder bélico aseguraba el monopolio colonial que le daba la ventaja comercial -la creación de la riqueza se obtenía a través del beneficio dado en “comprar por menos y vender por más” Mun: “Si enviamos cien mil libras esterlinas a las Indias Orientales para comprar allí pimienta y traerla acá y de aquí enviarla a Italia o Turquía, debe producir setecientas mil libras esterlinas cuando menos en esos lugares”. La creación de la riqueza del país se consigue entonces a costa de otros en el comercio exterior, este comercio desigual, producto del monopolio colonial, deja un excedente en la balanza comercial que produce la riqueza de un país.




II. La Ciencia Moderna


Veamos sus ideas, métodos y cosmovisión del universo. Las ciencias empíricas, la física y la matemática se convertirán en el ideal de toda ciencia. Es ahora el tiempo del humanismo donde lo que importa son las ideas del sujeto pensante sobre la realidad. El hombre se pone bajo la lupa a sí mismo: las certezas y dudas, los métodos científicos. La razón del individuo que juzga. Lo que no es evidente es desechado.

El renacimiento la red de ideas escolásticas de la edad media se debilita. Las universidades tradicionales seguían hundiendo sus lecciones en las aguas ontológicas del medievalismo. Se crean entonces las academias, impulsadas por eruditos y por el propio Estado, buscan respaldo institucional. Se fundan así por ejemplo en Inglaterra la Royal Society (1662), en Francia la Academia de la Lengua (1635) y de la Ciencias (1636), la Academia de Berlín (1700).

Nuevamente, como lo haría la Iglesia medieval, la mirada se torna hacia la antigüedad clásica. Pero esta vez con otra lectura: la libertad de los hombres. Desde la Academia de Florencia (1459) se reinterpretaba a Platón y a Aristóteles. Incluso algunos presocráticos serán rescatados en pos del antropocentrismo radical de la visión renacentista que levantaba las banderas de la secularización.

Protágoras era rescatado una vez más y traído a Occidente para enunciar: “el hombre es la medida de todas  las cosas, de las que son en tanto son y de las que no soy en tanto no son. Entendiendo por medida la norma y por cosas lo real; de forma que el hombre es la norma de todo”. (Aguilar, 1980, p.51). Y la medida es el hombre, el hombre individual. Todas las medidas son una construcción humana. Es el tiempo de las ideas, de la Razón humana como herramienta para la nueva cosmovisión del mundo.

La visión geocéntrica del orbe construida en base a la física de Aristóteles y a la matemática de Aristóteles llegó a su fin en el siglo XV. El heliocentrismo planteaba una perspectiva del universo infinito y racional, con leyes que daban forma a armónica unidad que podían ser explicados matemáticamente. Estaban convencidos de que la estructura del mundo se explicaba bajo un orden matemático. Así, el método deductivo-teorético de la metafísica es sustituido por el método inductivo-experimental.

  


Los principales exponentes


Niikolai Koperniko escribió De revolutionibus orbium caelestium, editada en 1543. Este clérigo polaco (1473-1543) desarrolló la teoría heliocéntrica, afirmaría que no era la Tierra el centro del universo sino el Sol. Se inicia aquí la llamada Revolución Copernicana. Su teoría echaba a tierra lo que la Iglesia había sostenido durante mil años, por lo que sus obras fueron prohibidas durante más de cien años. También Lutero y Calvino la rechazaron. Las resonancias de sus teorías, de las cuales él era consciente, ya que las publicó un año antes de su muerte, ocasionaban un desmoronamiento de la autoridad de la religiosa, pues, sembraba con dudas aspectos medulares de los dogmas del discurso de la Iglesia.

Johannes Kepler escribió entre muchas obras: Nova astronomía y Harmonices mundi. Este matemático y astrónomo alemán (1571-1630) demostró que las órbitas de los planetas no eran circulares sino elípticas y con diferencias de velocidades según la fase en que se encontrara el planeta. Esto echaba por tierra la idea de que cualquier movimiento celeste respondía a una serie de pautas simétricas, creencia muy arraigada ya desde los antiguos filósofos griegos y que durante la edad media había tomado una dimensión religiosa.

Fue educado en la fe luterana hasta casi decidir convertirse en pastor, sin embargo esto no afecto los descubrimientos venideros que realizó y que contradecían a su fe cristiana: “El método científico, tal como lo entendemos, aparece en el mundo con Galileo y (…) Kepler” (Russell 1985, p.18). Entendía a la astronomía como una forma de conocer a Dios y a su creación. Influenciado como era común en la época también por los clásicos, Pitágoras sobre todo, firmemente creía y concebía al concepto del círculo, las esferas como una perfección divina: “según los griegos los planetas eran seres divinos y debían por eso moverse en curvas perfectas” (Russell 1985, p.19). Siguiendo las investigaciones de Copérnico, Kepler logró demostrar, también contra sus creencias, que la órbita de los planetas en torno al Sol no era un círculo sino una elipse. “Se dice que en cierta época de su juventud fue partidario de la adoración al Sol, y pensaba que el centro del universo era el único sitio digno de una tan gran deidad. Sin embargo sólo motivos científicos pudieron conducirlo al descubrimiento de ser las órbitas planetarias elípticas y no circulares”. (Russell 1985, pp.19-20). La elipse era un fracaso para sus creencias de raíz griega, pero prevaleció el crédito al método científico. Y ese será el espíritu de la modernidad: Conocer el universo que se mostraba con un orden matemático, descifrarlo era conocer la armonía del universo, que era la creación de Dios. El mundo renacentista giraba, de nuevo, a la visión antropocéntrica. La razón era el medio para conocer.

Galileo Galilei, escribe Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo: el ptolemaico y el copernicano y Discursos sobre la nueva ciencia. Condenado por la Inquisición por sostener que la Tierra gira sobre su propio eje alrededor del sol, ideas estudiadas de Copérnico y Kepler. Para no ir a la hoguera tuvo que renegar públicamente de su teoría. Sin embargo cuentan que luego de firmar su abjuración no pudo evitar exclamar su célebre frase “y, sin embargo, se mueve”. Se cree que fue el inventor del telescopio, desarrolló el principio del péndulo, descubrió el termómetro. Postuló la teoría de que todos los cuerpos caen a una misma velocidad (que acelera 9 metros por segundo), con independencia de su peso, siempre y cuando se encuentren en el vacío, libres de cualquier tipo de presión. Establece que todo proyectil describe una parábola. Y que el movimiento natural que sigue un cuerpo no es un círculo sino una línea recta, si se halla libre de cualquier fuerza exterior. Desarrolló el principio de la objetividad en la ciencia. Todo científico debe prescindir de aquellas experiencias que queden circunscritas al ámbito puramente personal y subjetivo. Defendió el principio de que el poder (incluida la Iglesia) no debía interferir en las investigaciones científicas.

Francis Bacon (1561-1626) influyó con su poder político para desarrollar la ciencia. En su obra Novum Organum propone sus ideas sobre el método científico. Desarrolló un el método inductivo sistemático. Partiendo de la observación de los hechos, recolectando la mayor cantidad de datos. Sin imponer nuestros propios prejuicios, se establecerán relaciones causales de las que se podrán inferir leyes naturales. El siguiente paso es prestar atención a aquello que contradiga las hipótesis formuladas, evitando así basar las conclusiones solo en aquellos elementos que las confirman e ignorando las que las refutan. Por último se debe comprobar las hipótesis mediante un experimento. Si éste se corrobora se habrá descubierto una ley natural. Así desarrolla el método científico: de lo particular a lo general, con la observación y la experimentación como único método para el conocimiento.

Isaac Newton escribió Principa.. y Óptica... Con sus propios experimentos rectificó teorías de Kepler y Galileo formulando sus conocidas leyes. Construyó un entramado de leyes matemáticas de los mecanismos que rigen el sistema planetario, llamándola filosofía natural ya que pretendía explicar los mecanismos que rigen la naturaleza.

 



III. La Filosofía Moderna


Si en la época de los griegos, y también en el Medioevo, la atención estaba puesta en la realidad, en su contemplación, la filosofía moderna pondrá la atención en el conocer, en la razón, en el pensamiento y su forma de captar la realidad. El paso de la ontología a la gnoseología. No se negará la existencia de Dios, ni se cuestionará que sea la causa de la Creación, pero no interesará captar el mundo revelado por el Creador a través de la fe, sino que interesará sólo lo que pueda ser demostrado científicamente de su Creación. Dios será el creador de la realidad, pero también de la inteligencia del hombre para conocerla.

Entonces la filosofía abandona la metafísica y la teología y se convierte a la ciencia moderna. Son los científicos los que relevan a los eruditos religiosos y toman el control y desarrollo de la filosofía. Aunque la mayoría provenía del seno mismo del pensamiento religioso, darán prioridad al método científico antes que a sus propias creencias. Construirán grandes sistemas filosóficos de enorme andamiaje deductivo: causa-efecto, premisas-conclusiones, métodos y críticas. Edificios sistemáticos de ideas y conocimiento creados por “el Hombre” y su “razón universal”. La contemplación de la naturaleza como realidad ontológica se pierde. Lo que importará será las ideas del hombre sobre las formas en que éste ve a la realidad. El debate sobre dónde está la fuente del conocimiento en el hombre será un rasgo de esta época.

 

El Racionalismo


Así, un filósofo emblema de la modernidad será el francés René Descartes (1596-1650), quien fundamentos que permita llegar a un conocimiento de la realidad, basándonos en la razón. Descartes es considerado por la historia como el primer racionalista.

La descripción de sus ideas y el desarrollo de cómo llega a sus conclusiones, están escritas en Discurso del método en 1637 y Meditaciones Metafísicas de 1641 como un relato en primera persona, como una historia de descubrimiento. Esta sucesión de hechos que narra Descartes, resulta similar al modo en que la cosmovisión medieval cambia a la moderna. Hay: dudas sobre la fe, críticas, búsquedas y encuentro del camino racional. Vía que no solo tomaría luego una parte de los pensadores occidentales -como Spinoza, Leibniz- sino de intelectuales de otros campos del saber y también ideologías como el Iluminismo y sus consecuencias históricas que se desarrollarían con el progreso (incluyendo con su ideal) del paso del tiempo.

Descartes, al plantear la duda metódica como instrumento para investigar si la razón del hombre puede indagar o no a la realidad, plantea despojarse de todo conocimiento tomado como verdadero, liberarse de todos los prejuicios, para poder llegar a un conocimiento firme. Dudar de todo. Pocas cosas son tan representativas del Renacimiento que fructificará en Modernidad. Porque lo que está implícito es dejar de lado las ideas medievalistas, todo aquello que conforma la mentalidad de época y sus autoridades institucionalizantes. Los contratos de la edad media, como instituciones sociales y mentales se derrumban: la humanidad rompe los contratos medievales. Y lo hacen en pos de un nacimiento. Para Descartes ese nacimiento será encontrar una verdad, una sola certeza bastará. Y la encuentra en el acto mismo del pensar humano. El resultado de la duda metódica es el “yo soy, yo existo” (Descartes, 2000, p.60) es la primer verdad intuitiva, captada de manera directa, la conclusión de un razonamiento. Pero no de Descartes solamente sino de Occidente, de la modernidad, de la razón. La filosofía se transforma en una teoría del conocimiento. Descartes lo logra hacer argumentativamente, según su método cartesiano, científico. Pero expone y narra además el cambio de época.

Las ideas son centrales aquí: específicamente las ideas innatas, como las define Descartes. Son las ideas que parecen estar en nosotros al momento del nacimiento, es decir que traemos al mundo cuando nacemos: “Como la idea de mi mismo, la idea de Dios, ha nacido y se ha producido conmigo, desde que fui creado” (Descartes, 2000, p.71). Entre estas ideas está la idea de Dios, y por tanto está presente en la conciencia de cada uno. Para explicar por qué estas ideas están con nosotros a priori en nuestra mente, Descartes debe demostrar la existencia de Dios. Una vez demostrada, valorando a la razón como poseedora de las ideas innatas, y además, demostrada ya nuestra existencia mediante el cogito, entonces, Dios es el fundamento de que la razón pueda captar la realidad: del pensamiento (res cogitans), del mundo (res extensa) y también la realidad misma de Dios. Así, la fuente del saber es la razón: “los cuerpos no son conocidos por los sentidos o por la facultad de imaginar, sino por el entendimiento (..) Nada es tan fácil de conocer que mi espíritu” (Descartes, 2000, p.63). Comenzaba la era de las ideas, la era de la Razón.


El Empirismo


La otra gran corriente pilar en las arenas de la teoría del conocimiento moderno es el empirismo.

Aunque hoy en día se reconozca la figura del escocés David Hume (1711-1776) como el más destacado en esta corriente, fue más conocido en su época en su rol de historiador por obras como Historia de Inglaterra, en o por diversos ensayos. Pero con sus obras Tratado sobre la naturaleza humana: Un intento de introducir el método de razonamiento experimental en las cuestiones morales (1739–1740) e Investigación sobre el entendimiento humano (1748) no tuvo ninguna resonancia entre sus contemporáneos. Y es en estos trabajos donde aborda la teoría del conocimiento: expondrá que todo el conocimiento humano proviene de los sentidos.

Aquí desarrolla las ideas naturalistas: influenciado por los científicos modernos como Isaac Newton, tomará el camino del método experimental desarrollado por Bacon en la ciencia natural en un intento de desplegar una ciencia natural del hombre. También su escepticismo moderado fue una característica de sus ideas. “Despojado de los supuestos ontológicos-corporeístas presentes en Hobbes, del componente racionalista cartesiano que había en Locke, de los intereses apologéticos y religiosos que aparecían en Berkeley, y de casi todos los residuos de la tradición metafísica (…) Hume somete su filosofía al escepticismo, de la cual sólo puede salvarse la primigenia e irresistible fuerza de la naturaleza” (Reale-Antiseri, 1995, p. 468). Pero lo cierto es que las ideas de Hume tendrán impacto luego, en la Ilustración, en la corriente utilitarista, y otras corrientes que se desarrollarán luego.

Buscando entonces, las raíces modernas del empirismo iremos al inglés John Locke. El filósofo publica Ensayo sobre el entendimiento humano en 1690 donde, ya en los primeros capítulos del libro primero, se focaliza en las ideas innatas. Aquellas que Descartes tomaba como centrales en su gnoseología, Locke las rechaza y delimita su epistemología. “Las ideas, sobre todo las que pertenecen a los principios no nacen con los niños (gradualmente las ideas entran en sus mentes (…) no reciben ninguna otra que no proporcione la experiencia y la observación de las cosas que se les presentan” (Locke, 2005, p.61). Primero a través de las sensaciones, que son la primer fuente de conocimiento, se perciben los objetos exteriores y luego, por la reflexión se interiorizan dando lugar a las ideas. “Los sentidos dan entrada a ideas particulares y llenan el receptáculo hasta entonces vacío, y la mente, familiarizándose de a poco con estas ideas, las aloja en la memoria y les da nombre”  (Locke, 2005, pp. 28-29). La reflexión es la segunda fuente de conocimiento: “luego la mente las abstrae y poco a poco aprende el uso de los nombres generales” (Locke, 2005, p.29). Entonces las ciencias adscriptas a este procedimiento, sólo ofrecen conocimientos verosímiles, pero no conocimientos claros y ciertos como afirmaba Descartes.

Locke da crédito a la capacidad de la razón de llegar a la reflexiones de la realidad, pero parte de la información captada primero por los sentidos. Para el filósofo sólo podemos conocer de la sustancia material de los objetos, sus características exteriores o propiedades, pero nunca conocerlo en sí. Los mismo con los sujetos, podemos ver las ideas de nuestra conciencia, pero no lo que nos hace ser una entidad como somos y no otra de otra forma.

 


IV. La Filosofía Política Moderna


El rico humus fértil de ideas del período comprendido entre los siglos XVI-XVII, abarca a muchos pensador que, aunque con distintos fundamentos, se alearon de las ideas teológicas. La filosofía Política giraba ahora hacia la secularización del pensamiento.

 

Maquiavelo


Los estados italianos fueron en esta época codiciadas presas de las monarquías españolas y francesa quienes se disputaban y se repartían ciudades estado como Milán o Nápoles. Pero fue la monarquía española por el tratado de Madrid de 526, quien logró la hegemonía sobre la península italiana. En tanto las Repúblicas de Florencia y Venecia lograron ser autónomas. Y es en el esplendor de Florencia gobernada por Lorenzo de Médici “el Magnífico” (1469-1462) lo que impresiona al joven Maquiavelo. Entre 1512-1517 escribe Discursos sobre la primera década de Tito Livio donde plasma las ideas sobre ventajas y desventajas de los distintos sistemas políticos. Llega a la conclusión de que la república es la mejor y más estable forma organización política. En 1513, aunque publicada en 1532, escribe El Príncipe. En este libro describe el modo en que un gobernante de gobernar para permanecer en el poder. La importancia de las ideas de Maquiavelo gira en torno al cambio de visión sobre la separación de la política y la religión, por esto se suele tomar a las ideas de Maquiavelo como fundacionales del Estado moderno.


Inglaterra 


Será el otro foco de nuevas ideas dentro de la filosofía política. Para entenderlas debemos deteneros en su contexto histórico.

Si bien la monarquía de los Estuardo (1371-1714) tendía al absolutismo, el parlamentarismo fue una tradición arraigada fuertemente en la historia de la isla británica. El absolutismo real se basaba en la idea de monarquía de origen divino y, bajo la idea de teocracia, pretendía gobernar según su propia voluntad. En cambio, desde la promulgación de la Carta Magna en 1215, donde se obligaba al soberano a respetar las antiguas leyes, los parlamentaristas siguieron un camino de independencia jurídica que devinieron en el aparato judicial como garante del la libertad inglesa. El jurado, el Habeas corpus son ejemplo de recursos legales para la libertad individual frente al poder monárquico. Así, la vía parlamentaria abogaba por un nuevo Estado de origen electivo. El antagonismo de estos dos sectores azuzados por las reformas religiosas  terminó en la revolución de 1651 y la guerra civil.

Al plano político se le suman el plano religioso, cuyas reformas aumentaron el caos institucional: La fricción entre la nueva Iglesia anglicana y el puritanismo, además del catolicismo residual. Y además, la grieta social y económica de estos difíciles tiempos: la ideología tradicional de los partidarios de la monarquía y la ideología pragmática y empirista de los parlamentarios.

Esta grieta es la que propició el origen de las ideas contractualistas, representando en Thomas Hobbes, la justificación teórica para el absolutismo real y en John Locke, la justificación para parlamentarismo.



Los Contratos


Thomas Hobbes (1588-1679), John Locke (1632-1704) y Jean-Jacques Rousseau (1712-1778). Se considera a estos tres pensadores exponentes de lo que se llamaría luego Contractualismo. En rigor, Rousseau es posterior al período tratado en esta presentación, pero igualmente describiremos sus ideas relacionadas a las nuevas formas de contrato social. En común, estos autores, teorizan sobre la posibilidad de una forma de existencia, de un estado de naturaleza primitiva, en que los hombres vivían antes de vivir en sociedad. Los autores encuentran distintos motivos por los cuales los humanos deciden realizar un pacto y conformar una nueva sociedad y a su vez proponen distintos formas de gobierno. Pero lo que subyace aquí en los pensadores es el mecanismo por el cual dejan una forma de vida y consolidan otra: así es como estas tesis pretenden explicar el origen del estado. Sobre este punto conviene aclarar que en ningún caso las propuestas de los autores se basan en hechos históricos reales. Son una idealización teórica que convenía al desarrollo teórico de los pensadores contractualistas. La siguiente crítica realizada por antropólogos Fortes y Evans y Pritchard ilustra este punto:

“La filosofía política se ha ocupado fundamentalmente del deber ser, es decir, de cómo deberían vivir los hombres y de qué tipo de gobierno deberían tener, y no de cuáles son sus costumbres e instituciones […] Por lo común han utilizado hipótesis sobre etapas primitivas de la sociedad humana en las que se suponía que no existían instituciones políticas, o han desplegado dichas etapas en una forma muy  rudimentaria, tratando de reconstruir el proceso mediante el cual las instituciones políticas típicas de sus propias sociedades han evolucionado a partir de las formas elementales de organización. En la filosofía política moderna, la teoría de los derechos naturales que invocaban un “estado de naturaleza” originario (Thomas Hobbes y John Locke) o una “sociedad civil” (Jean Jacques Rousseau) como momentos pre-políticos en la historia de la humanidad, superados por la institución de un “contrato” interindividual o social que dio lugar a la política en un “Estado civil” o “Estado”. Nuestra opinión es que las teorías de los filósofos políticos no nos han ayudado a comprender las sociedades que hemos investigado; es por ello que las consideramos de escaso valor científico. La razón principal es que las conclusiones de dichas teorías no acostumbran a estar formadas en base al comportamiento observado, o no son susceptibles de ser contrastadas mediante este criterio”. (Fortes y Evans - Pritchard, 1985, pp. 1985-87)

Sin embargo, la abstracción ficcional de la que parten los contractualistas, tuvieron, y tienen, vigencia actual en el constitucionalismo y en las distintas formas de gobierno de occidente. Simplificando, quizás demasiado, podríamos encontrar tres líneas distintas en los tres autores: Hobbes en los estados totalitarios; Locke en los gobiernos liberales y Rousseau en los gobiernos progresistas o comunitaristas.



I.Thomas Hobbes

1588-1679


El absolutismo de los reyes ingleses tuvo, como a uno de sus teóricos, a Hobbes. Contrario a otros pensadores, como Robert Filmer, quien justificaba y situaba a la realeza con un origen divino, Hobbes, propone la fundamentación en la teoría de la cesión de los derechos naturales. Influenciado por el racionalismo, ve a la razón como medio de superación y a la política como una disciplina secular divorciada de la teología. El Estado será para el pensador una construcción abstracta y artificial donde el orden político es el resultado de una convención, de un contrato entre hombres, cimiento del poder civil. Ya no es Dios justificación para el poder del rey.  

 

Estado De Naturaleza para Hobbes

El estado de naturaleza es un estado de guerra de todos contra todos. Aquí, los hombres son iguales entre sí por tanto todos aspiran a lograr y a conseguir sus fines: “De esta igualdad en cuanto a su capacidad se desprende la igualdad de esperanza en cuanto a la consecución de nuestros fines” (Hobbes, 2005, p. 101) ¿Pero qué ocurre si dos hombres desean lo mismo? Florece la enemistad y, por tanto, la guerra. Hobbes encuentra aquí el origen de la discordia entre el humano:

“Si dos hombres desean la misma cosa, y en modo alguno pueden disfrutar la ambos, se vuelven enemigos, y en el camino que conduce al fin (que es, principalmente, su propia conservación y a veces su delectación tan sólo) tratan de aniquilarse o so juzgarse uno a otro. De aquí que un agresor no teme otra cosa que el poder singular de otro hombre; si alguien planta, siembra, construye o posee un lugar conveniente, cabe probablemente esperar que vengan otros, con sus fuerzas unidas, para desposeerle y privarle, no sólo del fruto de su trabajo, sino también de su vida o de su libertad. Y el invasor, a su vez, se encuentra en el mismo peligro con respecto a otros”. (Hobbes, 2005, p. 101)

 

Si nada ni nadie regule, arbitra, los intereses de los hombres, un Estado Civil, todos tienen los mismos derechos a tener las mismas cosas, es como estalla la guerra civil: “En esta guerra de todos contra todos, se da una consecuencia: que nada puede ser injusto. Las nociones de derecho e ilegalidad, justicia e injusticia están fuera de lugar. Donde no hay poder común, la ley no existe: donde no hay ley, no hay justicia” (Hobbes, 2005, p. 104). En este estado de guerra de todos contra todos reina la competencia (atacar para lograr beneficio), la desconfianza (para lograr seguridad), y la gloria (para ganar la guerra y por la  reputación).

 

El pacto

Hobbes afirma que en naturaleza humana existen las pasiones y la razón. Las pasiones lo inclinan hacia la paz para subsistir. La razón permite el acuerdo para esa paz. Así es como el hombre tiende a superar el desorden, pactando entre sí para subordinarse a un tercero: un gobernante. Hobbes cree en la necesidad de una autoridad central fuerte para evitar el mal de la discordia y la guerra civil. Mediante un contrato social se dicta la cesión de todo el poder del individuo a un soberano (o corporación), que habrá de mantener el orden y la paz.

 

La soberanía

Mediante el pacto los hombres renuncian a todos sus derechos en favor de un tercero: éste será el “Leviatán”, la autoridad que procura el bien de todos los súbditos. “El titular de esta persona se denomina soberano, y se dice que tiene poder soberano; cada uno de los que le rodean es súbdito suyo” (Hobbes, 2005, p. 141). Los hombres son ahora súbditos e instituye así el soberano:

El único camino para erigir semejante poder común, capaz de defenderlos contra la invasión de los extranjeros y contra las injurias ajenas, asegurándoles de tal suerte que por su propia actividad y por los frutos de la tierra puedan nutrirse a sí mismos y vivir satisfechos, es conferir todo su poder y fortaleza a un hombre o a una asamblea de hombres, todos los cuales, por pluralidad de votos, puedan reducir sus voluntades a una voluntad” (Hobbes, 2005, p. 104).

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El Estado

Hobbes afirma que la sesión de derechos al Estado, debe ser definitiva. Así el Estado será omnipotente: Es soberano, fuente única del derecho, la moral y la religión: “la esencia del Estado, que podemos definir así: una persona de cuyos actos una gran multitud, por pactos mutuos, realizados entre sí, ha sido instituida por cada uno como autor, al objeto de que pueda utilizar la fortaleza y medios de todos, como lo juzgue oportuno, para asegurar la paz y defensa común” (Hobbes, 2005, p. 141).

Entonces, el poder soberano (Estado) se obtiene del acuerdo voluntario de los hombres que se someten al poder de un hombre, o de una asamblea de hombres, con miras a la protección. El hombre crea un gobierno propio, el Estado: que aleja de la situación de guerra en que se encontraban en el estado de naturaleza.

Forma de gobierno

El acuerdo entre los hombres es a través del pacto y el temor a la figura del Leviatan: que es el poder común, a quien los hombres han conferido su poder en aras a la protección y beneficio común. Para mantener el pacto y preservar el estado, es necesario el empleo de la fuerza. Admite tres tipos de Estado -la monarquía, la aristocracia y la democracia, siempre y cuando se garantice que se pueda mantener la unidad e indivisibilidad del poder.  “Cuando el representante es un hombre, entonces el gobierno es una monarquía; cuando lo es una asamblea de todos cuantos quieren concurrir a ella, tenemos una democracia o gobierno popular; cuando la asamblea es de una parte solamente, entonces se denomina aristocracia. No puede existir otro género de gobierno, porque necesariamente uno, o más o todos deben tener el poder soberano (que como he mostrado ya, es indivisible)” (Hobbes, 2005, p. 151). Este poder común no puede hallarse dividido (contra la división de poderes) sino que ha de ser ejercido por "un hombre o una asamblea de hombres, que pueda reducir todas sus voluntades, por pluralidad de voces, a una sola voluntad". Su ideal de gobierno para Hobbes es la Monarquía absoluta. En el capítulo XIX del Leviathan o argumenta una serie de fundamentos a favor del poder y la aptitud del rey.

Entonces, para que el contrato sea efectivo los hombres legan las responsabilidades y el orden en el monarca. Su poder esta entonces fundamentado, no en Dios, sino en un contrato entre los hombres. El soberano no es parte del contrato, es decir, el contrato no se establece entre los súbditos y el soberano, sino exclusivamente entre los súbditos: no hay obligación ninguna que limite la acción del soberano respecto a los súbditos, ya que este no ha pactado nada con los súbditos. El pacto firmado es irrevocable No puede romperse, pues al haberse entregado todo el poder, se entrega también la capacidad de romperlo. El soberano elegido habrá de gobernar, si fuera necesario, mediante el terror y la violencia para mantener el orden social. No puede ser castigado por sus súbditos: El soberano queda "fuera" del contrato entre los súbditos 



II. John Locke.

1632-1704 


Si Hobbes justificaba a la monarquía, las ideas de John Locke defendieron el parlamentarismo como forma de organización social. Editada en plena revolución inglesa en su publicación Segundo tratado sobre el gobierno civil argumentaba que el hombre en estado de naturaleza posee derechos individuales que no pueden ser enajenados: la vida, la libertad y la propiedad. A través del contrato social, que surge de la voluntad libre de los individuos, se constituye la sociedad civil.

El Estado entonces es el encargado de garantizar los derechos inalienables a través del parlamento. Este es considerado un órgano representativo de la nación (de la aristocracia rural y burguesía). Estas ideas serán en el plano político el basamento del liberalismo que se desarrollaría posteriormente, en tándem con las ideas económicas liberales, afirmándose el parlamentarismo y sus constituciones burguesas redactadas luego, frente al absolutismo de la realeza. Veamos sus principales ideas plasmadas en su obra Segundo tratado sobre el gobierno civil de 1689.

 

 Estado de naturaleza

Como su nombre lo indica, en el capítulo II Del estado de naturaleza, Locke, al igual que Hobbes, presenta sus ideas sobre este supuesto estado de naturaleza en que alguna vez los hombres vivieron todos los hombres son libres. Pero presenta diferencias fundamentales con respecto a Hobbes. Aquí, en este estado de naturaleza, si bien existe igualdad, los hombres tienen los mismos poderes, y libertad, no dependen de nadie para disponer de su persona, la libertad no es absoluta: “el hombre tiene una incontrolable libertad de disponer de su persona y de sus posesiones, no tiene, sin embargo, la libertad de destruirse a sí mismo ni tampoco a ninguna criatura de su posesión” (Locke, 2006, p. 12). Afirma que la libertad está limitada por una “ley de la naturaleza que lo gobierna” (Locke, 2006, p. 12). Esta es una ley moral natural alcanzada por la razón del hombre, donde entiende que esta ley es un reflejo de Dios –el creador-, y es por su voluntad divina, que decide sobre la vida de cada persona. Él y nadie más, por esto esta ley regula el estado de naturaleza. Aquí del mismo modo que cada uno se ve obligado  a preservarse a sí mismo lo está a preservar al resto de la humanidad. Es este, entonces, un estado de paz y conservación: “Para que todos los hombres se abstengan de invadir los derechos de otros y de dañarse mutuamente” (Locke, 2006, p. 13). La ley moral natural proclama, al mismo tiempo, la existencia de derechos naturales: el derecho a la propia conservación, a defender su vida, a la libertad, y a las posesiones. Hace una defensa de que no es que un hombre no pueda castigar a otro por alguna transgresión, pero este castigo debe ser acorde a la falta y según los mandatos de la “serena razón y conciencia” (Locke, 2006, p. 14). El castigo debe poder disuadir al agresor de que equivoca su camino al violar la ley de la naturaleza promulgada por Dios. Locke se afirma en esto para afirmar que “cada hombre tiene derecho a castigar al que comete una ofensa y, de ser ejecutor de la ley de la naturaleza” (Locke, 2006, p. 14).

Locke desarrolla el concepto de estado de guerra. Ocurre en el estado de naturaleza y es una violación a éste, una desvalorización. Implica un estado de enemistad y destrucción producto, no de un impulso apasionado, sino algo premeditado,  establecido con la intención de atentar contra la vida de otros hombres. Aquí, no priman las normas de la ley común de la razón sino los de la fuerza y de la violencia.

El objetivo del atacante es anular al otro como persona: “Es razonable y justo que yo tenga el derecho a destruir a quien amenaza con destruirme a mí” (Locke, 2006, p. 22). Es un estado mutua destrucción. Además implica el uso de la sin-razón y la fuerza contra personas. No existe un poder terrenal superior para encontrar satisfacción. Esto da al hombre el derecho de defenderse de su agresor. En el estado de naturaleza, la falta de un juez en común con autoridad, lleva a los hombres en un estado de guerra.

 

El Pacto

Para Locke, la sociedad política o civil es el resultado de un pacto entre los hombres. Mediante este pacto los miembros del estado de naturaleza deciden renunciar a su poder natural para entregarlo a las manos de la comunidad. “Para evitar el estado de guerra (…) los hombres, con gran razón, decidan ponerse a sí mismos en un Estado de Sociedad Civil abandonando conscientemente el estado de naturaleza” (Locke, 2006, p. 27). Los hombres hacen esto por su propio consentimiento. Es sólo mediante un acuerdo con otros hombres, según el cual todos se unen formando una Comunidad y se somete a ella a través de este pacto.

 

 La Libertad

Así, la comunidad es el producto de la renuncia de una parte de la libertad de los hombres otorgándoselos al Estado. Pero en el Pacto los hombres no renuncian a su libertad, la restringen, renuncian sólo a los derechos ejecutivos y legislativos a favor de la sociedad (liberalismo): “y ahí tenemos el origen del poder legislativo y ejecutivo de la sociedad civil. Poder ue consiste en juzgar, mediante leyes, hasta que punto debe castigarse las ofensas cuando son cometidas dentro del estado” (Locke, 2006, p. 88). Renuncia a la preservación de su vida y la de la humanidad para entregarlo al Poder Legislativo. Renuncia, además, por completo a su poder de castigar para entregar tal poder al Órgano Ejecutivo de la sociedad. Pero los hombres mantienen el derecho a las posesiones, aquellas sobre las que el hombre ha invertido su propio trabajo y le pertenecen.

 

El Estado Civil

Éste se convierte en árbitro que decide, según las normas y las leyes establecidas y aceptadas por todos, impartir su autoridad a todos por igual. Un Estado se origina en el momento en que una comunidad tiene el poder de dictar leyes y de hacer que éstas se cumplan (poder legislativo y del poder ejecutivo de la sociedad civil).

Para Locke, la comunidad tiene el poder de decidir por mayoría la forma de gobierno de la sociedad civil. Esta forma depende de la forma del poder legislativo, ya que este es el poder supremo del Estado. Este debe ser elegido y nombrado por el pueblo de forma democrática, para conseguir el reconocimiento y el respeto de los miembros de la sociedad civil. Toma como referencia el modelo inglés, estado republicano. Siempre que haya división de poderes. Se diferencia así de la monarquía absoluta: “La monarquía absoluta es incompatible con la sociedad civil” (Locke, 2006, p. 89). Ya que es en el estado de naturaleza donde ocurre que un hombre es juez de su propia causa. No existe aquí un tercero por fuera de los conflictos entre los hombres: “en esta condición se halla todo príncipe absoluto con respecto a aquellos que están bajo su dominio” (Locke, 2006, p. 90).

 


III. JEAN-JACQUES ROUSSEAU.

1712 – 1780


Rousseau nace ya en el siglo XVIII, fuera de los siglos considerados en este trabajo. Pero sus ideas dentro de la filosofía política completan a las ideas Contractualistas, por tanto debemos tomarlo como una continuación de los dos autores vistos previamente. Además, el final de una época también puede ser considerado el comienzo de una nueva. Rousseau será considerado luego un contractualista, pero su pensamiento político es, además, una transición a una nueva atmósfera cultural. Es uno de los autores fundacionales del ciclo que remplazaría al período comprendido entre los siglos XV-XVII. Es el siglo XVIII escenario de una nueva gran transformación de Instituciones e ideas por la que transitó Occidente: el Iluminismo y su némesis, el Contrailuminismo.

Pero continuemos con Rousseau y sus ideas en el campo de la filosofía política. “El hombre ha nacido libre y en todas partes se encuentra encadenado” Comienza  enunciado lo anterior en el Capítulo I de su obra El contrato social (1762). La frase y el nombre del libro nos ilustra porqué incluirlo en la corriente de pensamiento contractualista.

Para Rousseau el orden social es una convención, no viene de la naturaleza; sino que se funda en convenciones. La familia es la más antigua y la única natural de todas las sociedades. Puede ser tomada como modelo de sociedad política: los hijos nacidos libres e iguales enajenan su libertad en su propio provecho durante un tiempo: “La familia es el primer modelo de sociedad política; el jefe es semejante al padre y el pueblo a los hijos, al ser todos, por nacimiento, iguales y libres, sólo renuncian a su libertad a cambio de su utilidad” (Rousseau, 1993, p. 5). Es por los cuidados que el humano necesita al comienzo de su vida la justificación para la asociación familiar. Pero los hijos finalmente se independizan.


Estado de naturaleza 

Ya que la familia es entonces la única asociación natural, Rousseau desarrolla los argumentos sobre por qué los hombres se asocian formando sociedades civiles. Teoriza con este fin acerca del la idea del “buen salvaje”; afirma que los humanos vivieron en una suerte de inocencia originaria en libertad, igualdad y bondad. En este supuesto estadio previo a la aparición de las sociedades complejas los hombres no son ni buenos ni malos ya que: “No establecen entre sí lazos lo suficientemente constantes para constituir ni el estado de paz ni el estado de guerra” (Rousseau, 1993, p. 10). Pero los tiempos idílicos se fueron degradando conforme las relaciones se volvieron más complejas. Los hombres comenzaron a relacionarse según la fuerza para su conservación, pero no fruto de algo natural sino por convención. Por un lado, algunos hombres necesitaban de la fuerza para sostener lo que hacían suyo, porque no existía nadie sobre él como leyes por ejemplo, para garantizarlo. Por otro lado aceptar la sumisión a la fuerza no es algo natural: “ceder ante la fuerza es un acto de necesidad no de voluntad” (Rousseau, 1993, p. 7). Por tanto concluye que: “la fuerza no constituye derecho, únicamente se está obligado a obedecer a los poderes legítimos” (Rousseau, 1993, p. 7). Así, la autoridad de un hombre sobre sus semejantes no es algo natural sino una convención. La enemistad no es algo natural surge por convención.

Pero ¿por qué surge? Afirma que la aparición de la propiedad y la complejización de la convivencia promovieron el egoísmo y la maldad. No había guerra en el estado de naturaleza porque no existe la guerra entre los hombres, sino que: “son las relaciones entre las cosas y no entre los hombres las que provocan la guerra (…) una relación de Estado a Estado los participantes no son enemigos más que accidentalmente, no en cuanto hombres sino en cuanto soldados” (Rousseau, 1993, p. 10). Se crea entonces el estado de guerra, pero esta situación de conflicto no se da entre las personas, sino entre los estados, por tanto no es una asociación natural.


El Pacto

Desde la justicia proveniente de Dios, el orden mismo de las cosas son buenas por naturaleza e independientes de nuestras convenciones humanas. Pero: “si nosotros supiéramos recibirla desde tan alto no tendríamos necesidad de ningún gobierno ni  de leyes” (Rousseau, 1993, p. 36). Pero en cambio, en la realidad, las convenciones y leyes son necesarias para “unir los derechos a los deberes” (Rousseau, 1993, p. 36).

En la sociedad civil se hace necesario un pacto que busca formar una asociación que defienda y proteja a cada asociado y sus bienes. Y que a la vez, uniéndose cada uno a todos, no obedezca más que a sí mismo y quede tan libre como antes". Es que, el legislador no debe tener función de magistratura ni soberanía: “quien manda a los hombres no debe dictar las leyes, el que dicta las leyes no debe mandar a los hombres” (Rousseau, 1993, p. 40). Los ciudadanos se integran, constituyendo "el cuerpo social” Se unen en una sociedad civil pero sin perder la libertad en aras del Estado.

  

El Estado Civil

El pueblo es así soberano y al mismo tiempo miembro del pueblo; su libertad  "quedará tan libre como antes". Se ceden todos los derechos de la naturaleza (cuyos únicos límites son las fuerzas del individuo) a la comunidad, es decir, a ellos mismos considerados en conjunto, pero constituidos como un todo, como un pueblo. Se gana la libertad civil y la propiedad de todo lo que posee.

Por tanto, la soberanía está en el pueblo, la obediencia política – auto-obediencia- preserva la libertad de cada uno. El soberano es el pueblo en unidad. Cada ciudadano tiene un compromiso tanto hacia sigo mismo como hacia el todo. El hombre se somete a la suprema dirección de la voluntad general. Y, además, cada uno es miembro como parte indivisible e inalienable del todo. No hay un tercero como en Hobbes y Locke. La alienación se realiza en la comunidad. Esta alienación recíproca debe ser total, para colocar todos los asociados en un plano de igualdad.

Las decisiones tomadas en común se aplican a todos, y al estar cada uno sometido a las mismas condiciones que los demás, estas no pueden ser injustas o tiránicas. Así, en la sociedad civil, "soberanos" y "súbditos", son los mismos ciudadanos, sólo que en funciones diferentes. La  voluntad colectiva puede obligar, como súbditos, al soberano -ellos mismos como unidad- pero en cuanto soberano, sus leyes son revocables y no puede tener intereses contrarios a los súbditos. Cada súbdito puede tener una opinión diferente u opuesta a la voluntad general, pero no puede desobedecerla porque forma parte de ella.

La sujeción a la ley, el Estado de derecho democrático, es el único que libera de toda dependencia personal. Así, para Rousseau, la forma de gobierno ideal será la democracia directa. En este sentido no propone una democracia representativa, es decir, indirecta, ya que cuestiona la división de poderes -la soberanía es indivisible-. Soberanía no significa unanimidad de voces pero debe someterse la voluntad general. Por este motivo el modelo sería una democracia directa y participativa mediante asambleas.

 

Poster Contractualistas | Realización: Maximiliano Salomoni







Bibliografía

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Romero, J. L. (1979) La Edad Media. Argentina: Fondo de Cultura Económica.  

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Russell, B. (1985) La Perspectiva Científica. Argentina: Biblioteca Ariel -Sudamericana Planeta.

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Locke, J. J. (2005). Ensayo sobre el entendimiento humano. México: Fondo de Cultura Económica

Locke, J. J. ( 2006). Segundo tratado sobre el gobierno civil. España: Tecnos

Rousseau, J.J. (1993) El Contrato Social. Barcelona: Ediciones Altaya.

 

 






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