La Reciprocidad Ancestral como Forma de Intercambio

Experiencias culturales en Oceanía y en Tobas del Oeste de Formosa 

 Por Maximiliano Salomoni




La Reciprocidad Ancestral

La reciprocidad es un concepto de la antropología clásica que define una forma de intercambio, de objetos o servicios, realizadas en diversas sociedades alrededor del mundo, dónde el aspecto principal no es la materialidad, la utilidad o el valor de cambio a la manera capitalista de intercambio de los objetos o servicios entre los partícipes, sino que tiene un sentido o un simbolismo en sí, que implica dimensiones  por fuera de lo económico para las sociedades donde se realizan. 

Los antropólogos del siglo XX, Bronisław Malinowski y Marcel Mauss fueron los primeros científicos que analizaron la reciprocidad como sistema de intercambios. Previo a estos estudios todos los comportamientos de intercambio del mundo no occidental se comparaban y se medían con la vara de la lógica utilitarista-mercantil de la economía occidental, esta visión etnocéntrica es la que se universalizó, asignándole a estas prácticas todo tipo de adjetivos descalificativos como; primitivos, inferiores, salvajes, etc. -y otorgándole al capitalismo la categoría más alta en el desarrollo económico del mundo civilizado.

Pero con los aportes de los trabajos antropológicos una nueva visión de la reciprocidad como forma de intercambios se abría a la posibilidad de ver entretejidas en ella nuevas dimensiones de expresiones varias como la religiosa, la ritual, la política y otras formas culturales, generando así, desde esta ciencia, posiciones críticas a las interpretaciones de la teoría económica clásica de occidente.

Como ejemplo de reciprocidad citaré al Kula, descripto por primera vez en el trabajo etnográfico de 1922: Los argonautas del Pacífico occidental de Malinowski, en las Islas Trobriand, Oceanía. Allí el antropólogo explica que la reciprocidad no debía estimarse como una forma de comercio a la manera occidental, utilitarista. Sino que se requería un enfoque holístico para interpretar el aspecto ritual, la circulación de objetos, el prestigio obtenido y las representaciones que los nativos tenían del Kula. Si bien esta práctica pertenece al plano económico, ya que se verifica una organización comercial e intercambio, abarca también aspectos culturales de organización social, magia, mitología y folclore. En su obra Malinowski logra “dar cuenta de la importancia del kula y de los vínculos de reciprocidad en relación con el establecimiento de nuevos lazos sociales y la reafirmación de los preexistentes, y junto con ello, el rol que ocupa en el aumento del prestigio y de riqueza asociado a la noción de generosidad que subyace en la perspectiva de los trobriandeses” (Soprano, 2013, p.41).

El intercambio entre distintas tribus era de dos tipos de objetos: los vayguá (collares de caracoles rojos) y los mwali (brazaletes de caracoles blancos). Los jefes tribales viajaban kilómetros en canoas a otras islas para el intercambio. La reciprocidad de las piezas intercambiadas establecían relaciones sociales y daba prestigio social: luego de un corto tiempo de poseerlos debían pasarlos a otros compañeros en un circuito establecido, es esta posesión temporal de los objetos lo que da a sus poseedores cierto prestigio, y a la vez, el objeto mismo aumentaba, por el intercambio, su valor simbólico, quedando registrado así la historia de su procedencia y los hombres que lo tuvieron antes. 

Malinowski en su trabajo se pregunta “si los mwali y vayguá no tienen utilidad práctica, entonces ¿por qué, pues, se valoran estos objetos? ¿para qué sirven?” (Malinowski, 1986, pp. 100 -101). La respuesta la desarrolla en su obra.                          


Tobas del Oeste de Formosa

 El antropólogo argentino Gastón Gordillo presenta el caso de reciprocidad entre los Tobas del oeste de Formosa. Afirma que el igualitarismo de los grupos cazadores recolectores no es algo natural, ni un ideal utópico, sino un producto de prácticas reciprocitarias históricas concretas. Aquí, la reciprocidad generalizada posee una función de gran importancia en la distribución de los alimentos que involucra a todos los miembros del grupo. Regula la apropiación colectiva del producto social distribuyéndose igualitariamente.

Esto ocurría así dado que, antes de la conquista europea de América, no existía ni la propiedad de la tierra, ni de los animales y plantas. Las personas sí eran dueños de los medios de producción, las herramientas eran de propiedad individual, pero el producto de la caza y la agricultura se distribuía de forma relativamente igualitaria.

La reciprocidad se simboliza en el acto de “convidar”. El acto de compartir es realizado en el seno del propio grupo y en unidades domésticas vecinas, sean familia o no: “La reciprocidad generalizada –simbolizada en el acto de “convidar”, awachét, posee a pesar de las condiciones a la que está siendo sometida, una gran importancia en la distribución de los alimentos” (Gordillo, 2006, p.131). La distribución se realiza por el acto de compartir, además del propio núcleo familiar, se envía alimentos a los grupos domésticos vecinos, parientes o no. Generalmente son llevados por niños y la costumbre marca un intercambio de los alimentos obtenidos de la caza, la pesca, la recolección, la miel y la agricultura. Un testimonio a modo de ejemplo: “Mi vecino me convidó miel el otro día así que hoy le convidé carne al volver de cazar. Así es la costumbre” (Gordillo, 2006, p.133).

Otro tipo de distribución que llaman “llegarse” consiste en ir a la casa de algún dador. La demanda de alimentos está implícita en el mismo acto de ir a la casa. El convite de alimentos supone algún tipo de retribución futura, pero tiempos, cantidades y productos no están regulados ni especificados. Todos los alimentos pueden ser compartidos por medio de estas dos formas de reciprocidad. En este acto de “llegarse” es usual intercambiar productos agrícolas y alimentos envasados.

En las últimas décadas acontece una incipiente diferenciación social de ciertas familias. La presión de las obligaciones reciprocitarias mantenía el igualitarismo social, ya que más allá de conflictos que existían, hacían que todos tuvieran el mismo nivel de vida. Pero la introducción de elementos capitalistas y la dependencia a instituciones estatales y trabajos públicos asalariados, afectaron el equilibrio resultante y generaron diferenciación social al incorporarse algunos miembros de las comunidades a estas nuevas formas de sustento. Los que logran acceder al mercado formal de trabajo (enfermeros, maestros, empleados) pueden ahorrar o gastar más que otros que no acceden, generando diferenciación.

Si es sólo un integrante de la familia el nuevo asalariado, no llega a constituirse una diferenciación de clase con respecto a la comunidad, ya que la presión social de la reciprocidad obliga a ayudar a los de su familia incluso a personas pobres cercanas. En cambio, si todo el grupo familiar es asalariado, dejan de ser unidad de producción, y pasan a pertenecer a la pequeña burguesía dependiente del Estado. Incluso algunos se establecen como comerciantes autónomos. Al romperse el igualitarismo se genera conflicto entre los intereses de las familias calificadas y el resto de la comunidad que deviene en tensión.

La práctica ancestral de dar actúa como una experiencia cultural que no deja lugar a que la persona pueda acumular bienes o ahorrar, según manda la costumbre del modelo burgués consumista. El insertarse en el modo capitalista tiene el costo de no poder continuar con la práctica cultural de la distribución hacia el resto de la comunidad, ya que todo debe ser en ahorrado o gastado en beneficio individual o del núcleo familiar cercano. Así, lo que antes era una práctica ideológica de generosidad voluntaria, para las personas asalariadas que optan por no continuar con el legado cultural, se trasforma en una institución coercitiva que prefieren ignorar.

Transformarse en asalariados consumistas o mercaderes capitalistas de la pequeña burguesía tiene un precio: el individualismo occidental, la renuncia a la solidaridad comunal: “Existen numerosos casos en el Gran Chaco donde la reciprocidad generalizada ha sido minada por la individualización resultante de la incorporación en una economía de mercado (…) aunque entre los Tobas de oeste formoseño el relativamente débil desarrollo de una producción mercantil hace que no se vislumbre una retracción tan pronunciada” ” (Gordillo, 2006, p.146).

La reciprocidad en los Tobas no desaparece, se reformula y se modifica al friccionar con las leyes del mercado asalariado. La sociedad capitalista que rodea a los Tobas, amenaza con destruir sus prácticas históricas, aquellas que procuraban una comunidad igualitaria.

 

Bibliografía

- Malinowski, Bronislaw. (1986) Los argonautas del Pacífico Occidental. Barcelona: Editorial Planeta-De Agostini.

- Soprano, G. Boixadós, R. Smietniansky, S.  (2013) Antropología. Bernal: Universidad Virtual de Quilmes.

- Gordillo, Gastón. (2006). En el Gran Chaco. Antropologías e Historias. Buenos Aires: Prometeo Libros. 


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Fotografía: “Tobas en el Pilcomayo 1892"

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