Los Contratos del Feudalismo

Principales Instituciones de la Edad Media Europea.




Divulgación Histórica

Por Maximiliano Salomoni

06 | 01 | 2021


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Ilustración: Caballero, clérigo y campesino”

Autor: Desconocido

Licencia: Dominio público

 

Centro La Grulla

Centro de Estudios de Historia, Sinología y 
Enseñanza de Disciplinas Chinas Tradicionales 

La Plata, Argentina




“…Nubarrón tras nubarrón
Cubre el sol de la esperanza,
Con promesas que no alcanzan,
Con realida que no llega
Con manos que se refriegan
Y otras que nunca descansan.

Nubarrón tras nubarrón
Que se convierte en pedrada,
Sobre la melga sembrada
De sueños y de ilusiones
Mientras crecen las pasiones
Proletarias y olvidadas

Nubarrón tras nubarrón
Llovedoras de cinismo,
Reliquias de un feudalismo
Ramificadas en leyes
Reyes que no quieren reyes
Pero que reinan lo mismo.

Catedráticas mortajas
Que levantan sus banderas,
En espera de otra espera
Que revalide su enjambre
Mientras el pueblo con hambre
Ni se inora ni se entera…”

 

Allí donde alce mi rabia

José Larralde




Los Contratos 

 

 

Disgregación del Imperio

 Tras los cincuenta años que duró la llamada “Anarquía del siglo III” (235-284) la degradación de las instituciones del Imperio Romano sufrieron una estocada irremediable con gravísimas consecuencias sociales y económicas en las poblaciones. Los cambios introducidos para recuperar el esplendor imperial no fueron suficientes.

La primera gran migración del primer milenio de nuestra era, en la que miles de personas arribaron al interior del territorio del Imperio, fue el siglo IV. Tribus originarias del norte de Europa, provenientes del este del Rin -que Julio Cesar ya había denominado tiempo atrás “pueblos germánicos”- generaron emplazamientos que evolucionaron fructificando ciudades dentro de las limes del Imperio, pero ajenas al poder imperial “verdaderos reinos se erigen en las comarcas conquistadas” (Romero, 1979. p.19).

En el siglo V comenzaría el tiempo de los Reinos Romano-Germánicos. Éstos disputaron el poder del Imperio Occidental hasta su caída en el año 476. Acrecentarían entonces su poder las nuevas realezas vernáculas durante los próximos siglos.

Luego de la caída del Imperio Carolingio, en el año 843, el poder de los reyes comienza a debilitarse, aunque nunca dejaron de tenerlo, frente al avance del poder de la aristocracia, la nobleza sería rival de la realeza durante toda la edad media: los señores feudales más poderosos eran duques, marqueses, condes. La nobleza de menor jerarquía eran los barones y caballeros –hidalgos en España- y eran  poseedores de feudos más pequeños. Allí, desde sus posesiones, disputarían el poder durante los tiempos venideros, hasta que irrumpiría en escena -sigilosamente, al compás de la compra-venta- un nuevo actor social hacia el siglo XII: la burguesía.

Entonces, es el siglo V, el comienzo de la temprana Edad Media. En este período la mentalidad de los habitantes europeos fue gradualmente organizándose en torno a nuevas formas de contratos sociales: las instituciones feudales. Del siglo VIII hasta el siglo XIII, se consolida la Alta Edad Media, aquí las instituciones feudales rigen a pleno en la forma de vida de la época, muy poco quedaba de las instituciones del imperio Romano. Siguiendo el derrotero de la historia, entre el siglo XIII al XV, será época de nuevos cambios, la baja Edad Media, dónde las instituciones irán transformándose o extinguiéndose para dar paso a las formas y contratos de la Modernidad. Así, fueron casi diez siglos de vigencia medieval, las instituciones que vertebraron el orden feudal, se desplegaron como contratos sociales indiscutidos que rigieron el destino y la vida cotidiana de las personas. Veamos algunas instituciones medievales comenzando por la principal, el feudo. 

 

El Feudo

Desde el siglo III, comenzaron las primeras oleadas de pueblos germanos semi-nómades que se asentaron en los territorios del Imperio Romano: visigodos, burgundios, suevos, francos, anglos, sajones, jutos, vándalos, frisones, alanos y los alamanes. Fueron los pueblos que, con el paso del tiempo, se afianzaron como ciudades que disputarían y terminarían con el poder del débil Imperio. Hasta el siglo VII las nuevas realezas germanas se afirmaron en el poder en distintas regiones.

Pero hacia el siglo IX-X, a las luchas e intrigas por el poder entre las monarquías de cada región de Europa se fue sumando al acoso constante de nuevos pueblos foráneos que creaban un escenario de saqueo y ataque persistente que produjeron, caído el Imperio Carolingio de Carlomagno -la última monarquía imperial fuerte-, un debilitamiento del poder central de las realezas. Este era la segunda gran migración, esta vez eran: vikingos, magiares, eslavos y sarracenos. Así, muchas comarcas, se convirtieron y consolidaron en feudos casi autónomos y aislados, libradas a su suerte. Algunas fortalecieron las defensas para resistir los embates de los intrusos potenciando al feudo como institución medieval. El poder de los nobles en cada jurisdicción creció y se amplió a la luz de las batallas con los nuevos migrantes. 

Aunque dependiente del Rey, que era la autoridad máxima -fundada en ser representante de Dios en la Tierra y amo de todo lo que en ella hubiere- el noble representaba y regía las tierras del reinado como señor. El feudo fue “una unidad económica, social y política de marcada tendencia a la autonomía”  (Romero, 1979. p.48). El Rey les asignaba a los nobles tierras para que las usufructuara. A cambio, debía administrarlas y defenderlas a favor del rey. “el vínculo feudal se establecía mediante un contrato (…) no solía formalizarse por escrito pero se formalizaba en ceremonia pública ante testigos” (Romero, 1979, p.48). El contrato feudal establecía simbólicamente la entrega de la tierra y además establecía el vasallaje, otra institución medieval, que formaba parte del contrato. Los nobles eran un grupo heterogéneo pero en común tenían regir las funciones políticas y militar de la sociedad feudal. Eran llamados caballeros por asociárseles al uso en el campo de batalla del caballo; la caballería estaba formada por guerreros cultos de linajes ricos que podían mantener y costear tanto a los animales como a las armas específicas. Se diferenciaban así de la infantería conformada por personas que no pertenecían a la nobleza. Cada caballero servía en juramento de fidelidad a un rey quien le otorgaba bajo su cuidado tierras. Eran vasallos del Rey pero a su vez, poseían vasallos también, y se les asociaba a ciertas reglas de caballerosidad basadas en códigos de honor, lealtad y valor. Tras la caída del Imperio Carolingio, el debilitamiento del poder monárquico hizo que los nobles tomaran en sus manos la defensa, justicia y administración de los territorios. Esto implicaba para los siervos la obligación de pagarle una renta al señor feudal a cambio de casa y alimentos que cultivaba en tierras del feudo. Al caer la figura del rey como Estado al cual se le tributaba impuestos el campesino, en la edad media, debía pagarle al noble: una renta, el producto del trabajo en el campo -salvo la pequeña parte que el campesino consumía para la subsistencia de él y su familia- y con su propio trabajo. 


El vasallaje

Era por un juramento como se realizaba el contrato por el cual el noble se transformaba en vasallo de rey y también como los nobles nombraban a su vez a sus propios vasallos, esto formaría la estructura social típica de la época. El contrato de vasallaje era una jerarquía piramidal: en la cúspide el rey, por debajo de él, por un lado, sus nobles que conformaban la clase señorial -el noble y sus vasallos- y por otro lado, el orden sacerdotal. En la base, las clases no privilegiadas: los campesinos y los siervos. Estos últimos bajo otra institución medieval, la gleba.

El contrato del vasallaje podía ser entre un noble y un rey según lo explicado anteriormente mediante la entrega de los feudos, o entre nobles, ambos hombres libres, que voluntariamente entraban en vínculo: uno de ellos- el vasallo- explicita su voluntad de servir al otro –el señor- y servirle fielmente.

Las obligaciones del vasallaje consistían por parte del vasallo en fidelidad y distintas prestaciones, fundamentalmente servicios de armas: defensa militar caballeresca, vigilancia o expediciones. También podía consistir en funciones cortesanas, administración de bienes, servicio doméstico superior: mayordomo, tutor, escolta del señor o de su familia. También prestar ayuda económica a su señor y consejos sobre diversos temas. El señor, por su parte, estaba obligado a brindar amparo –militar y judicial- y sustento. Y por supuesto la entrega del feudo, las tierras con los siervos de la gleba, dándole también el poder de administración y justicia. Todo esto se realizaba en un acto público y con la redacción de un acta.  

 

La servidumbre de la Gleba

 Los siervos de la gleba atada al señor feudal y los campesinos libres eran las clases populares de los feudos. Gleba significa tierra cultivable, y era la institución feudal basada en la relación que se establecía entre una persona que habitaba y trabajaba la tierra otorgada al señor feudal. Lo diferenciaba de la esclavitud de los tiempos del Imperio Romano por el hecho de no poder ser comprado o vendido directamente, aunque si la tierra de un noble se adjudicaba a otro noble, los sirvientes de la gleba estaban incluidos en el traspaso. A su vez esta característica lo diferenciaba de los campesinos libres, cuyo único privilegio era la libertad de movimiento: poder elegir a que noble servir. El siervo dentro del feudo obtenía vivienda y comida y a cambio juraba fidelidad al señor feudal sometiéndose a su autoridad.

  

La Iglesia

Esta institución -anterior al Medioevo-, ante la caída del Imperio Romano, muta y se convierte en heredera de algunos aspectos de la tradición romana: “Por la conversión de los distintos pueblos a su fe, llegó a adquirir extraordinaria importancia, visible en el campo de la política, pero también, y sobre todo, en el de la cultura” (Romero, 1979. p.24). Asegurados las regiones centrales del caído Imperio Romano, la Iglesia aspiró entonces a afianzarse en los pueblos germánicos buscando suplantar tanto al paganismo germano -cultos ancestrales que desde la Edad del Hierro practicaban estas culturas- como al arrianismo -una forma de cristianismo, considerado herético por la Iglesia, que se había difundido por la conversión algunos de algunos emperadores del Imperio Romano y que practicaban pueblos como los godos, vándalos y lombardos- donde sería la religión oficial hasta el siglo VI-VII. La evangelización gradual de Germania contrapesó en los sucesivos siglos con la pérdida del poder del catolicismo de territorios de Próximo Oriente, norte de África y Península Ibérica en manos musulmanas. “En los primeros siglos medievales fue impresionante el esfuerzo de la Iglesia por extender su doctrina más allá del ámbito del antiguo Imperio Romano y recuperar el terreno perdido en su interior” (Océano, 1992, p. 292 Tomo I). El Clero estaba organizado en torno a distintas órdenes religiosas. Las jerarquías internas se dividían en dos, las de origen aristocráticas y con más poder: cardenales, obispos, abades de grandes monasterios y el bajo clero, que estaba incluido en la condición jurídica del alto clero y vivía de pequeñas rentas de campesinos, pero eran de origen humilde: párrocos y capellanes. No poseían educación formal y vivían de forma similar a sus feligreses. “La Iglesia parroquial se convirtió, a partir del siglo XI, en el centro de referencia para los vecinos y lugar de reunión para sacralizar los actos más importantes de la existencia” (Océano, 1992, p. 366 Tomo II).

Durante la edad media la idea de instaurar un orden universal fue disputada por el imperio, tanto como por distintos y sucesivos reyes, como por la Iglesia. Los primeros arraigados en el plano político y los segundos en el plano espiritual rivalizaban acrecentar su poder con tal fin. “El imperio no fue durante la edad media, ni una realidad, ni siquiera una virtualidad verosímil” (Romero, 1979. p.162). La fragmentación en señoríos solo fue superada en el breve período de Carlomagno, y nunca superada por los reyes germánicos. En plano espiritual en cambio el papado si lo logró: “triunfó en la instauración de cierto orden universal mediante la organización de la jerarquía eclesiástica, las ordenes monásticas, las universidades y las grandes empresas que fueron las cruzadas” (Romero, 1979. p.162). Aunque nunca pudo dominar las arenas del plano político y su jurisdicción terrenal. La cristiandad de occidente fue un hecho histórico que unió a culturas disímiles bajo una creencia regida por una institución que se convirtió al feudalismo, la Iglesia Católica.

  

El Linaje

Allí donde las relaciones de linaje y parentesco agnaticio (parentesco jurídico que se fundamenta en la potestad del pater familias y no supone, necesariamente, relación de sangre) fueron muy fuertes –alemanes del mar del norte y celtas por ejemplo- se ignoraron las instituciones de feudo y vasallaje. Allí donde el linaje era débil prosperó el feudalismo, es decir, no era suficiente la institución del linaje para subsistir, y se recurría a la protección feudal (Bloch, 1986). Los vínculos de sangre eran relaciones de protección y de subordinación debido a los tiempos de inseguridad donde la autoridad pública no tenía fuerza. La cohesión de los grupos se realizaba mediante la endogamia y la procedencia en común de sus miembros. Los hombres se asociaban en grupos pequeños, de diversa naturaleza, de los que podía esperar eventualmente ayuda y protección. En la medida en que con el tiempo la estructura feudal se fue desintegrando también las solidaridades de linaje y las grandes parentelas.

 

El Faide, la venganza privada

Otra institución era la venganza privada por parte del ofendido. Todo el linaje se agrupaba para castigar la muerte o la injuria inferida a uno de los suyos. Los problemas que ocasionaban las peleas de linajes era una de las causas principales del desorden público. El poder público la reconocía como legal, con reglamentos, tarifas etc. Los poderes públicos se defendían a los eventuales inocentes contra los más injustos abusos de solidaridad colectiva. Hacia el siglo XIII la administración de penas fue dirigida por la monarquía. (Bloch, 1986).

 

El Derecho

La tradición del Derecho Romano escrito continúo de la mano la Iglesia, pero estos traducían y enseñaban sólo el Derecho Canónico, no el derecho vulgar. En Italia la tradición escrita continuaría vigente hasta el siglo XII, ya que se mandaba a lores jóvenes de la aristocracia a aprender las antiguas lenguas por tanto podían traducirlas. En el resto de Europa, la tradición del Derecho Oral es la que va a reflejar y regular la vida diaria, hasta llegar cada país a suplantar por completo el Derecho Romano escrito por una jurisprudencia local y oral. El olvido de los escritos permitió un nuevo orden basado en las costumbres de los grupos como por ejemplo el derecho provisto por el estatuto familiar de los campesinos (Bloch, 1986).



  

Resquebrajamientos

 

Europa atravesó a mediados del siglo XIII una crisis del orden medieval dado por múltiples factores. Las instituciones sociales de la Baja Edad media comenzaron a agrietarse irremediablemente. Aunque podemos ubicar el comienzo de la Modernidad en el siglo XV, algunas sociedades sentirán el resquebrajamiento recién en el siglo XVI, mas la transición marchaba a tempo lento ma non troppo.

Los linajes se reducen en número, la venganza ya no apela a la prosapia ancestral y el estado avanza en fuerza como poder público, para asegurar la armonía social. Además los nuevos códigos legales de posesión de bienes, las migraciones masivas hacia los nuevos centros urbanos, el desplazamiento de campesinos entre otros factores fue fragmentando y disolviendo los antiguos linajes. Pero fue principalmente el fortalecimiento del Estado soberano, lo que socavó el poder del linaje feudal.

En el plano jurídico hay una renovación de los derechos escritos. En Italia, el Derecho romano se afirma hacia el siglo XI, aunque nunca se había extinguido en esa región europea, la materia sufrió transformaciones y mejorías. Las fuentes originales volvieron a tomar el primer lugar, en especial el Digesto, que abre el acceso a la reflexión jurídica latina que terminará propagándose por toda Europa (Bloch, 1986). Los siglos XIII, XIV y XV serán de transición.

Ciertos elementos de la realidad, presentes o en gestación entre el siglo XI y XIII, serán escenario de crisis y renovación de las estructuras sociales feudales. Las cruzadas tuvieron un efecto desintegrador en toda la Europa del encierro y aislamiento de las comunidades en los feudos. Se produjeron mutaciones sociales, económicas y espirituales vinculadas al contacto cultural con Oriente que las largas guerras aparejaron. Si bien la circulación de nuevas ideas y conocimientos del arte y la ciencia árabe y bizantina aportaron a una mejora de la calidad de vida europea, el azote las grandes pestes, el hecho de que en las guerras muchos nobles perdían la vida o sus terrenos entraban en crisis debido a las distancias y el abandono y, fundamentalmente, el nuevo impulso del comercio, debilitaron la matriz de feudos aislados.

 

Reyes y Burguesía contra la Aristocracia

 Es en plena disputa entre la realeza y nobleza, que atravesó la edad media, cuando  entraría al juego de poder la burguesía, consolidada en el poder de lo material: el dinero. La monarquía había debilitado su fuerza hacia los siglos IX-XIII, mientras que los señores feudales ascendieron en poder y riqueza. Pero los reyes encontraron aliados contra la nobleza en el seno mismo de sus urbes, sus nuevos protegidos eran la nueva y ascendente clase social de las ciudades (Romero, 1979). El comercio fruto del contacto con Oriente por las cruzadas florece en esta época, sobre todo marítimo, ya que se reintegra toda la red marítima de costas y flotas del Mediterráneo. Los soldados no eran los únicos que llegaban a Oriente sino que los comerciantes tejían sus redes de intercambio creando una renovación de la vida económica, aquí la burguesía va surgiendo paulatinamente y creciendo en las ciudades en detrimento de la economía rural. El dinero comenzó a tener fuerza y su poder económico era ya imprescindible para cualquier proyecto a gran escala. La monarquía con ideas nuevas y clara visión mercantilista oportuna no sólo los apoyó sino que tejió alianzas con este sector.

Por tanto, en las ciudades, ambos sectores constituían la nueva realidad: la monarquía renovadora y la burguesía poderosa económicamente. Frente a esta nueva realidad las fuerzas tradicionales, representadas por las clases aristocráticas (celosas de la pérdida de sus privilegios, hostiles tanto a la burguesía como a la monarquía renovadora). La única ventaja que tenían a favor era, además de su poder -que seguía siendo fuerte-, la inmadurez aún de la nueva realidad. (Romero, 1979).

Y no solo por su dinero sino por representar valores opuestos al feudalismo. Fue creciendo en esta nueva clase una minoría intelectual que germinaría en los ideales de la modernidad. La cultura de la Baja edad media se resume en la dualidad manifiesta entre lo viejo y lo nuevo: el espíritu caballeresco y el espíritu burgués, el sentimiento religioso y sentimiento profano. Aunque declinante, lo viejo no se resignó a desaparecer y ceder  simplemente, hasta hubo un auge de lo caballeresco. Exhibieron y potenciaron  cierta espectacularidad más refinada. Pero la burguesía imitaba y sobresalía en poder creciente. La baja edad media es el duelo entre ambos sistemas, no la victoria de uno sobre otro. Lo mismo entre lo religioso y lo profano: hubo cierto auge y reivindicación de lo místico. Pero todo esto era ridiculizado por los sectores que se asentaban en los ideales de lo terrenal y lo naturalista: el goce de vivir, la contemplación de la naturaleza y la creación estética. La afirmación de lo individual frente a lo colectivo -típico de lo feudal- se ve reflejado en el arte, en la aparición de la biografía, en la filosofía, en la ciencia y nuevas concepciones políticas y económicas en los reinos nacionales. (Romero, 1979).

 

Campesinado y servidumbre contra la aristocracia

Pero para el siglo XIV, en el campo, las clases humildes eran parte también de la nueva realidad, con un poder más fuerte que siglos pasados, disputaban a los nobles su hegemonía. Las masas campesinas se revelaban por doquier. La Rebelión de Wat Tyler, también conocida como Gran levantamiento de 1381, es tomada como el principio del fin de la servidumbre la Inglaterra medieval. En Francia la revuelta campesina en Flandes 1323 - 1328, también conocida como levantamiento en Flandes Marítimo o la Revuelta Jacquerie, al norte de Francia en 1358, el levantamiento de la noche de San Jorge en 1343–1346 en Estonia (hoy Alemania), son sólo ejemplos de grandes movimientos campesinos contra el orden feudal de los nobles enmarcadas en guerras, pestes y miseria total que azotaba a las comarcas.


Burguesía contra campesinado

En la Baja edad media se van lentamente reacomodando las fuerzas y las mentalidades:

“un ajuste de las jurisdicciones nacionales (…) a la organización de los reinos nacionales surgió lentamente una conciencia nacionalista fomentado por las monarquías (…) compartido vehementemente por la burguesía cuyo vínculo entre individuo estado era preferible al vinculo personal entre villano y señor” (Romero, 1979, p.197).

El llamado de la monarquía-burguesía en tono nacionalista fue escuchado por las clases populares cuyo primer objetivo era derribar a los nobles feudales que los subyugaban, pero además, algunas personas de las clases bajas soñaban con la construcción de una nación más amplia y más justa que el sistema feudal. Quebrado el orden medieval y su papel de siervos sumisos, se unían como actores sociales a la nueva realidad. En la idea de nación francesa se incorporaba una nueva palabra: soberanía política que, aunque la monarquía la quería delimitar, marcaba el fin del orden feudal y se erguía una nueva idea de convivencia nacional (Romero, 1979).

Aunque este sentimiento nacionalista no prendió tan fácilmente en las capas inferiores del ya creciente proletariado urbano, y tampoco en ciertas capas del campesinado, en realidad: “esperaban muy poco de los cambios que los burgueses querían provocar en su provecho” (Romero, 1979, p198).

Así, la modernidad sería en todo caso para los campesinos el colofón del libreto feudal de la nobleza, pero el inicio de otra historia, cuyo protagonismo sería el antagonismo entre las clases populares y la hegemonía burguesa, matadora de aristocracia nobiliaria y que luego, también, se llevaría puesta a la realeza que alentó su crecimiento. El capitalismo estaba a la vuelta de la esquina.


 

 

Bibliografía

Romero, J. L. (1979) La Edad Media. Argentina: Fondo de Cultura Económica.  

Bloch, M. (1986) La Sociedad Feudal. Madrid: Ediciones Akal.

Enciclopedia de Historia Universal. (1980). Barcelona: Ediciones Océano (vol. I . p. 292 - vol II, pp. 357-365).




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