Principales Instituciones de la Edad Media Europea.
Divulgación Histórica
Por Maximiliano Salomoni
06 | 01 | 2021
Ilustración: “Caballero, clérigo y campesino”
Autor: Desconocido
Licencia: Dominio público
Centro La Grulla
La Plata, Argentina
Allí donde alce mi rabia
Los Contratos
Disgregación del Imperio
La primera gran migración del primer milenio de nuestra era, en la que miles de personas
arribaron al interior del territorio del Imperio, fue el siglo IV. Tribus originarias
del norte de Europa, provenientes del este del Rin -que Julio Cesar ya había
denominado tiempo atrás “pueblos germánicos”-
generaron emplazamientos que evolucionaron fructificando ciudades dentro de las
limes del Imperio, pero ajenas al poder imperial “verdaderos reinos se erigen
en las comarcas conquistadas” (Romero, 1979. p.19).
En el siglo V comenzaría el tiempo de los Reinos Romano-Germánicos. Éstos disputaron el
poder del Imperio Occidental hasta su caída en el año 476. Acrecentarían entonces su poder las nuevas realezas vernáculas
durante los próximos siglos.
Luego de la caída del Imperio Carolingio, en el año 843,
el poder de los reyes comienza a
debilitarse, aunque nunca dejaron de tenerlo, frente al avance del poder de
la aristocracia, la nobleza sería rival
de la realeza durante toda la edad media: los señores feudales más
poderosos eran duques, marqueses, condes. La nobleza de menor jerarquía eran
los barones y caballeros –hidalgos en España- y eran poseedores de feudos más pequeños. Allí, desde
sus posesiones, disputarían el poder durante los tiempos venideros, hasta que irrumpiría
en escena -sigilosamente, al compás de la compra-venta- un nuevo actor social
hacia el siglo XII: la burguesía.
El Feudo
Desde el siglo III, comenzaron las primeras oleadas de pueblos germanos semi-nómades que
se asentaron en los territorios del Imperio Romano: visigodos, burgundios, suevos,
francos, anglos, sajones, jutos, vándalos, frisones, alanos y los alamanes. Fueron
los pueblos que, con el paso del tiempo, se afianzaron como ciudades que disputarían
y terminarían con el poder del débil Imperio. Hasta el siglo VII las nuevas realezas
germanas se afirmaron en el poder en distintas regiones.
Pero hacia el siglo IX-X, a las luchas e intrigas por el
poder entre las monarquías de cada región de Europa se fue sumando al acoso
constante de nuevos pueblos foráneos que creaban un escenario de saqueo y
ataque persistente que produjeron, caído el Imperio Carolingio de Carlomagno -la
última monarquía imperial fuerte-, un debilitamiento del poder central de las realezas.
Este era la segunda gran migración, esta
vez eran: vikingos, magiares,
eslavos y sarracenos. Así, muchas comarcas, se convirtieron
y consolidaron en feudos casi autónomos y aislados, libradas a su suerte. Algunas
fortalecieron las defensas para resistir los embates de los intrusos potenciando
al feudo como institución medieval. El poder de los nobles en cada jurisdicción
creció y se amplió a la luz de las batallas con los nuevos migrantes.
Aunque dependiente del Rey, que era la autoridad máxima -fundada en ser representante de Dios en la Tierra y amo de todo lo que en ella hubiere- el noble representaba y regía las tierras del reinado como señor. El feudo fue “una unidad económica, social y política de marcada tendencia a la autonomía” (Romero, 1979. p.48). El Rey les asignaba a los nobles tierras para que las usufructuara. A cambio, debía administrarlas y defenderlas a favor del rey. “el vínculo feudal se establecía mediante un contrato (…) no solía formalizarse por escrito pero se formalizaba en ceremonia pública ante testigos” (Romero, 1979, p.48). El contrato feudal establecía simbólicamente la entrega de la tierra y además establecía el vasallaje, otra institución medieval, que formaba parte del contrato. Los nobles eran un grupo heterogéneo pero en común tenían regir las funciones políticas y militar de la sociedad feudal. Eran llamados caballeros por asociárseles al uso en el campo de batalla del caballo; la caballería estaba formada por guerreros cultos de linajes ricos que podían mantener y costear tanto a los animales como a las armas específicas. Se diferenciaban así de la infantería conformada por personas que no pertenecían a la nobleza. Cada caballero servía en juramento de fidelidad a un rey quien le otorgaba bajo su cuidado tierras. Eran vasallos del Rey pero a su vez, poseían vasallos también, y se les asociaba a ciertas reglas de caballerosidad basadas en códigos de honor, lealtad y valor. Tras la caída del Imperio Carolingio, el debilitamiento del poder monárquico hizo que los nobles tomaran en sus manos la defensa, justicia y administración de los territorios. Esto implicaba para los siervos la obligación de pagarle una renta al señor feudal a cambio de casa y alimentos que cultivaba en tierras del feudo. Al caer la figura del rey como Estado al cual se le tributaba impuestos el campesino, en la edad media, debía pagarle al noble: una renta, el producto del trabajo en el campo -salvo la pequeña parte que el campesino consumía para la subsistencia de él y su familia- y con su propio trabajo.
El vasallaje
Era por un juramento como se realizaba el contrato por el
cual el noble se transformaba en vasallo de rey y también como los nobles nombraban
a su vez a sus propios vasallos, esto formaría la estructura social típica de
la época. El contrato de vasallaje era
una jerarquía piramidal: en la cúspide el rey, por debajo de él, por un
lado, sus nobles que conformaban la clase señorial -el noble y sus vasallos- y
por otro lado, el orden sacerdotal. En la base, las clases no privilegiadas: los
campesinos y los siervos. Estos últimos bajo otra institución medieval, la
gleba.
El contrato del vasallaje podía ser entre un noble y un
rey según lo explicado anteriormente mediante la entrega de los feudos, o entre
nobles, ambos hombres libres, que voluntariamente entraban en vínculo: uno de
ellos- el vasallo- explicita su voluntad de servir al otro –el señor- y
servirle fielmente.
Las obligaciones del
vasallaje consistían por parte del vasallo en fidelidad y distintas
prestaciones, fundamentalmente servicios de armas: defensa militar
caballeresca, vigilancia o expediciones. También podía consistir en funciones
cortesanas, administración de bienes, servicio doméstico superior: mayordomo,
tutor, escolta del señor o de su familia. También prestar ayuda económica a su
señor y consejos sobre diversos temas. El señor, por su parte, estaba obligado
a brindar amparo –militar y judicial- y sustento. Y por supuesto la entrega del
feudo, las tierras con los siervos de la gleba, dándole también el poder de
administración y justicia. Todo esto se realizaba en un acto público y con la
redacción de un acta.
La servidumbre de la Gleba
La Iglesia
Esta institución -anterior
al Medioevo-, ante la caída del Imperio Romano, muta y se convierte en heredera de algunos aspectos de la tradición romana:
“Por la conversión de los distintos pueblos a su fe, llegó a adquirir
extraordinaria importancia, visible en el campo de la política, pero también, y
sobre todo, en el de la cultura” (Romero, 1979. p.24). Asegurados las regiones
centrales del caído Imperio Romano, la
Iglesia aspiró entonces a afianzarse
en los pueblos germánicos buscando suplantar tanto al paganismo germano
-cultos ancestrales que desde la Edad del Hierro practicaban estas culturas-
como al arrianismo -una forma de cristianismo, considerado herético por la
Iglesia, que se había difundido por la conversión algunos de algunos emperadores
del Imperio Romano y que practicaban pueblos como los godos, vándalos y
lombardos- donde sería la religión oficial hasta el siglo VI-VII. La
evangelización gradual de Germania contrapesó en los sucesivos siglos con la
pérdida del poder del catolicismo de territorios de Próximo Oriente, norte de
África y Península Ibérica en manos musulmanas. “En los primeros siglos
medievales fue impresionante el esfuerzo de la Iglesia por extender su doctrina
más allá del ámbito del antiguo Imperio Romano y recuperar el terreno perdido
en su interior” (Océano, 1992, p. 292 Tomo I). El Clero estaba organizado en
torno a distintas órdenes religiosas. Las jerarquías internas se dividían en
dos, las de origen aristocráticas y con más poder: cardenales, obispos, abades
de grandes monasterios y el bajo clero, que estaba incluido en la condición
jurídica del alto clero y vivía de pequeñas rentas de campesinos, pero eran de
origen humilde: párrocos y capellanes. No poseían educación formal y vivían de
forma similar a sus feligreses. “La Iglesia parroquial se convirtió, a partir
del siglo XI, en el centro de referencia para los vecinos y lugar de reunión
para sacralizar los actos más importantes de la existencia” (Océano, 1992, p.
366 Tomo II).
Durante la edad media la idea de instaurar un orden
universal fue disputada por el imperio, tanto como por distintos y sucesivos
reyes, como por la Iglesia. Los primeros arraigados en el plano político y los
segundos en el plano espiritual rivalizaban acrecentar su poder con tal fin.
“El imperio no fue durante la edad media, ni una realidad, ni siquiera una
virtualidad verosímil” (Romero, 1979. p.162). La fragmentación en señoríos solo
fue superada en el breve período de Carlomagno, y nunca superada por los reyes
germánicos. En plano espiritual en cambio
el papado si lo logró: “triunfó en la instauración de cierto orden
universal mediante la organización de la jerarquía eclesiástica, las ordenes
monásticas, las universidades y las grandes empresas que fueron las cruzadas”
(Romero, 1979. p.162). Aunque nunca pudo dominar las arenas del plano político
y su jurisdicción terrenal. La cristiandad de occidente fue un hecho histórico
que unió a culturas disímiles bajo una creencia regida por una institución que
se convirtió al feudalismo, la Iglesia Católica.
El Linaje
Allí donde las relaciones de linaje y parentesco
agnaticio (parentesco jurídico que se fundamenta en la potestad del pater
familias y no supone, necesariamente, relación de sangre) fueron muy fuertes –alemanes del mar del norte y celtas por ejemplo-
se ignoraron las instituciones de feudo
y vasallaje. Allí donde el linaje era débil prosperó el feudalismo, es
decir, no era suficiente la institución del linaje para subsistir, y se
recurría a la protección feudal (Bloch, 1986). Los vínculos de sangre eran relaciones de protección y de subordinación
debido a los tiempos de inseguridad donde la autoridad pública no tenía fuerza.
La cohesión de los grupos se realizaba mediante la endogamia y la procedencia
en común de sus miembros. Los hombres se asociaban en grupos pequeños, de
diversa naturaleza, de los que podía esperar eventualmente ayuda y protección. En
la medida en que con el tiempo la estructura feudal se fue desintegrando también
las solidaridades de linaje y las grandes parentelas.
El Faide, la venganza privada
Otra institución era la
venganza privada por parte del ofendido. Todo
el linaje se agrupaba para castigar la muerte o la injuria inferida a uno de
los suyos. Los problemas que ocasionaban las peleas de linajes era una de
las causas principales del desorden público. El poder público la reconocía como
legal, con reglamentos, tarifas etc. Los poderes públicos se defendían a los
eventuales inocentes contra los más injustos abusos de solidaridad colectiva.
Hacia el siglo XIII la administración de penas fue dirigida por la monarquía.
(Bloch, 1986).
El Derecho
La tradición del
Derecho Romano escrito continúo de la mano la Iglesia, pero estos traducían y
enseñaban sólo el Derecho Canónico, no el derecho vulgar. En Italia la
tradición escrita continuaría vigente hasta el siglo XII, ya que se mandaba a
lores jóvenes de la aristocracia a aprender las antiguas lenguas por tanto
podían traducirlas. En el resto de
Europa, la tradición del Derecho Oral es la que va a reflejar y regular la vida
diaria, hasta llegar cada país a suplantar por completo el Derecho Romano
escrito por una jurisprudencia local y oral. El olvido de los escritos permitió
un nuevo orden basado en las costumbres de los grupos como por ejemplo el derecho
provisto por el estatuto familiar de los campesinos (Bloch, 1986).
Resquebrajamientos
Europa atravesó
a mediados del siglo XIII una crisis del orden medieval dado por múltiples
factores. Las instituciones sociales de
la Baja Edad media comenzaron a agrietarse irremediablemente. Aunque
podemos ubicar el comienzo de la Modernidad en el siglo XV, algunas sociedades
sentirán el resquebrajamiento recién en el siglo XVI, mas la transición marchaba
a tempo lento ma non troppo.
Los linajes se reducen
en número, la venganza ya no apela a la prosapia ancestral y el estado avanza en fuerza como poder
público, para asegurar la armonía social. Además los nuevos códigos legales
de posesión de bienes, las migraciones masivas hacia los nuevos centros urbanos,
el desplazamiento de campesinos entre otros factores fue fragmentando y disolviendo
los antiguos linajes. Pero fue principalmente el fortalecimiento del Estado
soberano, lo que socavó el poder del linaje feudal.
En el plano jurídico
hay una renovación de los derechos
escritos. En Italia, el Derecho romano se afirma hacia el siglo XI, aunque
nunca se había extinguido en esa región europea, la materia sufrió
transformaciones y mejorías. Las fuentes originales volvieron a tomar el primer
lugar, en especial el Digesto, que abre el acceso a la reflexión jurídica
latina que terminará propagándose por toda Europa (Bloch, 1986). Los siglos XIII, XIV y XV
serán de transición.
Ciertos elementos de la
realidad, presentes o en gestación entre el siglo XI y XIII, serán escenario de
crisis y renovación de las estructuras sociales feudales. Las cruzadas tuvieron un efecto desintegrador en toda la Europa del
encierro y aislamiento de las comunidades en los feudos. Se produjeron
mutaciones sociales, económicas y espirituales vinculadas al contacto cultural
con Oriente que las largas guerras aparejaron. Si bien la circulación de nuevas
ideas y conocimientos del arte y la ciencia árabe y bizantina aportaron a una
mejora de la calidad de vida europea, el azote las grandes pestes, el hecho de
que en las guerras muchos nobles perdían la vida o sus terrenos entraban en
crisis debido a las distancias y el abandono y, fundamentalmente, el nuevo
impulso del comercio, debilitaron la matriz de feudos aislados.
Reyes y Burguesía contra la Aristocracia
Por tanto, en las ciudades,
ambos sectores constituían la nueva
realidad: la monarquía renovadora y la burguesía poderosa económicamente.
Frente a esta nueva realidad las fuerzas tradicionales, representadas por las clases
aristocráticas (celosas de la pérdida de sus privilegios, hostiles tanto a la
burguesía como a la monarquía renovadora). La única ventaja que tenían a favor era,
además de su poder -que seguía siendo fuerte-, la inmadurez aún de la nueva realidad. (Romero, 1979).
Y no solo por su dinero
sino por representar valores opuestos al feudalismo. Fue creciendo en esta nueva clase una minoría intelectual que
germinaría en los ideales de la modernidad. La cultura de la Baja
edad media se resume en la dualidad manifiesta entre lo viejo y lo nuevo: el
espíritu caballeresco y el espíritu burgués, el sentimiento religioso y
sentimiento profano. Aunque declinante, lo viejo no se resignó a desaparecer y
ceder simplemente, hasta hubo un auge de
lo caballeresco. Exhibieron y potenciaron
cierta espectacularidad más refinada. Pero la burguesía imitaba y
sobresalía en poder creciente. La baja edad media es el duelo entre ambos
sistemas, no la victoria de uno sobre otro. Lo mismo entre lo religioso y lo profano:
hubo cierto auge y reivindicación de lo místico. Pero todo esto era
ridiculizado por los sectores que se asentaban en los ideales de lo terrenal y
lo naturalista: el goce de vivir, la contemplación de la naturaleza y la
creación estética. La afirmación de lo individual frente a lo colectivo -típico
de lo feudal- se ve reflejado en el arte, en la aparición de la biografía, en
la filosofía, en la ciencia y nuevas concepciones políticas y económicas en los
reinos nacionales. (Romero, 1979).
Campesinado y servidumbre contra la aristocracia
Pero para el siglo XIV, en el campo, las clases humildes eran parte también de la nueva realidad, con un poder más fuerte que siglos pasados, disputaban a los nobles su hegemonía. Las masas campesinas se revelaban por doquier. La Rebelión de Wat Tyler, también conocida como Gran levantamiento de 1381, es tomada como el principio del fin de la servidumbre la Inglaterra medieval. En Francia la revuelta campesina en Flandes 1323 - 1328, también conocida como levantamiento en Flandes Marítimo o la Revuelta Jacquerie, al norte de Francia en 1358, el levantamiento de la noche de San Jorge en 1343–1346 en Estonia (hoy Alemania), son sólo ejemplos de grandes movimientos campesinos contra el orden feudal de los nobles enmarcadas en guerras, pestes y miseria total que azotaba a las comarcas.
Burguesía contra campesinado
En la Baja edad media se van lentamente reacomodando las fuerzas y las mentalidades:
“un ajuste de las
jurisdicciones nacionales (…) a la organización de los reinos nacionales surgió
lentamente una conciencia nacionalista fomentado por las monarquías (…)
compartido vehementemente por la burguesía cuyo vínculo entre individuo estado
era preferible al vinculo personal entre villano y señor” (Romero, 1979, p.197).
El llamado de la monarquía-burguesía en tono nacionalista
fue escuchado por las clases populares cuyo primer objetivo era derribar a los
nobles feudales que los subyugaban, pero además, algunas personas de las clases bajas soñaban
con la construcción de una nación más amplia y más justa que el sistema feudal.
Quebrado el orden medieval y su papel de siervos sumisos, se unían como actores
sociales a la nueva realidad. En la idea de nación francesa se incorporaba una
nueva palabra: soberanía política que,
aunque la monarquía la quería delimitar, marcaba el fin del orden feudal y se
erguía una nueva idea de convivencia nacional (Romero, 1979).
Aunque este sentimiento
nacionalista no prendió tan fácilmente
en las capas inferiores del ya creciente proletariado urbano, y tampoco en ciertas
capas del campesinado, en realidad: “esperaban muy poco de los cambios que los
burgueses querían provocar en su provecho” (Romero, 1979, p198).
Así, la modernidad sería
en todo caso para los campesinos el colofón del libreto feudal de la nobleza,
pero el inicio de otra historia, cuyo protagonismo sería el antagonismo entre
las clases populares y la hegemonía burguesa, matadora de aristocracia nobiliaria
y que luego, también, se llevaría puesta a la realeza que alentó su crecimiento.
El capitalismo estaba a la vuelta de la esquina.
Bibliografía
Romero, J. L. (1979) La
Edad Media. Argentina: Fondo de Cultura Económica.
Bloch, M. (1986) La Sociedad
Feudal. Madrid: Ediciones Akal.
Enciclopedia de Historia Universal. (1980). Barcelona: Ediciones Océano (vol. I . p. 292 - vol II, pp. 357-365).
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