Educación y Sociedad

martes, 4 de diciembre de 2018
La Identidad y violencia entre estudiantes
| Por Maximiliano Salomoni


En la compleja trama cultural de la sociedad actual la adolescencia es, cotidianamente, noticia en los medios de comunicación u otras fuentes de información, por la violencia y conflictos por los que atraviesa este grupo etario. Dinámico y variado en su composición, atraviesa clases sociales, religiones, localismos geográficos y demás características. Por su heterogeneidad, parece poco probable definirlo de manera sencilla. “Infancia, juventud, vejez son categorías imprecisas, con límites borrosos” (Margulis y Urresti, 1996) Los adolescentes transitan una personalidad aún no formada, que a diferencia de la niñez, resulta ser una etapa de ávida búsqueda por pertenecer, a un lugar, a un grupo, a un camino en la vida desenvuelta en una sociedad que, a su vez, le pretende imponer una identidad. Pero ya desde niño el adolescente está expuesto a múltiples influencias. Resulta de interés aquí analizar la interacción entre adolescentes que son estudiantes de la escuela secundaria. Los alumnos llegan ya a la institución siendo jóvenes que pertenecen a distintos grupos sociales con identidades diferentes y que responden a procesos de socialización heterogéneos. La nueva pertenencia a la escuela les confiere a todos un nuevo grupo de identidad, el de estudiantes secundarios. Mas, no siempre la relación es armónica entre ellos cuando comparten el ámbito escolar. Nace aquí un interrogante digno de investigación. 




¿Es responsable de los conflictos violentos entre los alumnos, el hecho de que la identidad de estudiante secundario no genere un vínculo de hermandad con códigos tales que rechace la violencia entre compañeros?

Surge entonces una hipótesis. En la mayoría de los alumnos violentos, los valores que los grupos identitarios, que sociabilizan al adolescente antes de convertirse en estudiante secundario, podrían ejercer sobre éste más peso que el que puede llegar a tener el grupo de pertenencia que ofrece la escuela. Y aquí podrían estar las causas de muchos de los conflictos violentos.  

 A continuación se desarrollará una serie de argumentos para poner a prueba lo antes señalado. Definamos los conceptos de identidad y de el otro: (1) el primero “filiación o señas personales de un individuo” y en términos psicológicos o sociológicos esas señas son las huellas de los valores y costumbres que las personas adquirimos. El segundo, lo establecemos como “persona o cosa distinta de la que se trata” lo opuesto. En la adolescencia, medirse, compararse es una forma de reafirmar la personalidad y de tener pertenencia a un grupo de referencia que le de identidad y lo incluya en él. Para lograr identidad, la comparación con el otro, con el distinto, se hace necesaria la descalificación. “En estos conflictos, priman los sentimientos de superioridad e inferioridad. Sentirse o creerse menos, inferior o “rebajado” es una experiencia subjetiva que lleva a los estudiantes a confrontar con otros” (Di Nápoli, 2016). Dentro de la institución… “los estudiantes habitan la escuela secundaria no solo en carácter de alumnos cuya meta es la formación, sino también como jóvenes que buscan darle sentido social a sus vidas” (Kaplan, 2009). Es decir, que la identidad que cada joven trae sigue fuertemente vigente y entra en comparación con otros estudiantes que tiene otra identidad.

 Los casos de violencia relacionados con el racismo fuertemente fundados en conceptos y valores etnocéntricos que los alumnos traen inculcados antes de ser estudiantes se ponen de manifiesto en la trama de la serie española Élite, los colegiales que provienen de culturas lejanas y diferentes como es el caso el personaje de la alumna nueva de origen palestino, es atacado con estigmas que descargan sobre los musulmanes tintes de terroristas, no importa que sea buena estudiante. Es decir se prioriza el etnocentrismo racista del grupo identitario de clase alta española, personificado por otros estudiantes ricos del colegio, antes que la hermandad o compañerismo que la identidad de estudiante secundario debería dar a todos los alumnos.

  No logra la identidad de estudiante imponerse sobre las concepción de clase que tienen los niños ricos. La serie española pone en relieve el concepto de extranjero que es “un lejano que esta próximo” (Simmel en Izaola y Zubero, 2008). Di Nápoli en su tesis afirma “La escuela no desaparece cuando finaliza la jornada escolar ni los jóvenes dejan de ser estudiantes cuando están fuera de ella. El vínculo que allí construyen se prolonga en otros espacios” sin embargo el autor da cuenta de los conflictos entre los estudiantes secundarios de Avellaneda, al igual que lo denuncia la trama de la serie española. Es decir la identidad de estudiante no logra aplacar los conflictos violentos entre ellos mismo.


Como conclusión surge entonces a modo de tesis, que, en general, los conflictos y violencia de distinta índole que se generan dentro del ámbito escolar, responden al choque de identidades culturales en las que se funden y tienen pertenencia estos individuos antes de ingresar al ámbito escolar secundario y que siguen teniendo peso e influencia una vez convertidos en alumnos. Las disputas por valoraciones de clase, discriminación, racismo, intolerancia, es decir la mirada hacia “el otro” tienen raíces en valores inculcados desde la niñez, por instituciones sociológicas como puede ser la familia y otros actores sociales. Esto se da en escuelas secundaria que no logran generar camaradería o hermandad suficiente para configurar un real grupo de pertenencia capaz de priorizar y sobreponer códigos nuevos sobre los valores del grupo de pertenencia preexistente en el adolescente.  

La adolescencia es una etapa de formación donde aún es posible fuertemente influenciar positivamente sobre ellos, de enseñar nuevos códigos y valores a pesar de los ya aprendidos. Y no se trata de despersonalización del yo. Se trata de generar y ofrecer un espacio que imparta códigos de obediencia basados en el respeto y camaradería, aún a costa de modificar valores aprendidos con anterioridad a ser estudiantes de un secundario. Quizás la educación formal de los colegios secundarios deba tomar nota de no sólo ver las causas de la violencia estudiantil en la sociedad, en el neoliberalismo, en el capitalismo salvaje, y demás circunstancias que seguramente son ciertas. Pero debería también poder ver la ineficacia que posee la misma escuela como institución despreocupada, o imposibilitada normativamente, para forjar ciertos valores y códigos en post de construir entre todos los actores sociales la forma de mejorar la relación que se tiene y ofrece al alumno, construyendo una identidad de grupo de pertenencia real al que serle fiel, como ocurre en muchos centros de enseñanza por fuera de la educación formal, en occidente y oriente, donde los compañeros estudiantes son hermanos tan sagrados como la institución que da identidad.

 1  Enciclopedia Ilustrada de la Lengua Castellana Sapiens, Buenos Aires Editorial Sopena Argentina, 1949. Tomo I

Referencia bibliográfica:

-MARGULIS, Mario, URRESTI (2012). La construcción social de las juventudes. Una aproximación desde la Sociología de la Cultura. PsicoPediaHoy, 14(10).
- KAPLAN, C. V. (2009). Introducción. Las violencias en la escuela desde adentro. En C. V.
Kaplan, Violencia escolar bajo sospecha (pp. 13-28). Buenos Aires: Miño y Dávila.
- IZAOLA, Amalia, ZUBERO, Imanol (2014). La cuestión del otro: Forasteros, extranjeros, extraños y mounstruos.
-DI NAPOLI, P. (2016). Entre la escuela, las redes sociales y los espacios de ocio nocturno. Los conflictos entre jóvenes de educación secundaria. Argumentos: revista de crítica social



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